22/06/2024

Verás cómo se anima tu falso jazmín

Dos ejemplos que se le ocurren al Señor para hablarnos en el Evangelio de hoy del Reino de Dios, es decir, ni más ni menos que de nuestra participación en el mundo de Dios. Dejo para el final el más sorprendente. El Maestro habla de que aquí la cosa empieza muy despacio y de forma casi invisible. Los miopes se pierden el tamaño del grano de mostaza. Aquí viene el comienzo, como la revolución de las dos células que se han encontrado y con las que arranca la vida humana. Aquí hay arranque, no plenitud, aquí hay indicios, aquí salivamos, aquí reconocemos que está el Señor, pero se va, no tiene sitio donde reclinar la cabeza. Ya dijo claramente que su Reino no era de este mundo, y vaya si se nota. Lo dicen los teólogos con una frase interesante, el Reino de Dios es un “ya, pero todavía no”. Parece el galimatías de un desocupado después de comer, pero hay mucha razón en la frase. El Señor ya está con nosotros, pero aquí no hay reposo ni plenitud, ni se puede encontrar la felicidad absoluta, ni poseemos una alegría de la cabeza a los pies, ni dejamos de llorar del todo. Todavía no. Pero vamos detrás de la migas, y somos capaces de reconocer la verdad, el rostro de Dios en el espejo, como dice San Pablo.

Por eso, quien busca eso que llamamos felicidad en esta vida, que normalmente suele coincidir con estar saciado y sin problemas, se pierde la intuición de Dios, que parece más poca cosa, pero anima a la santidad. Comprarse una pantalla con cincuenta mil Ks de perfección, para ver el campeonato europeo, no hace la vida mejor. Y lo tenemos comprobado. Asistir al concierto de Bruce Springsteen en el Metropolitano, es un momento fabuloso, pero es sólo un momento. Y no aspiramos a momentos. Aquí vivimos un seguimiento entre la bruma, porque es de noche (San Juan de la Cruz), pero es una noche amable más que la alborada (San Juan de la Cruz).

La otra parábola del Señor parece la más desconcertante, porque hace mucho daño a los voluntaristas, a los que quieren asaltar el Cielo con los puños. Ojo, el Reino es como una semilla plantada que va creciendo sola, mientras el sembrador duerme. ¿Qué? ¿Cómo? No sólo el Señor dice que la planta va sola, sino que el sembrador duerme, y además ni se entera de cómo crece. Parece el envés de la parábola de los talentos en los que el Señor pide producir y producir. Pero el cristiano que vive de su Señor sabe que ésta es la clave de la fe. Hay que dejar pasar al Señor muy adentro para que Él vaya haciendo y deshaciendo. Y a nosotros nos toca vivir el tiempo ordinario, lo normal, lo que parece inadvertido, con su ritmo pausado, nada de extraordinario, nada de extravagante, con la familia, echando la tarde de los domingos en conversaciones serenas, y el Señor creciendo, como una pequeñísima aurora dentro de nosotros.

Él sabe cómo hacer las cosas, cómo sorprendernos. Eso le pasó a la plantas de mi ático cuando llegó la primavera. Yo pensaba que el invierno había agostado mi falso jazmín, pero cuando la primavera se puso en primer plano, de repente, el jazmín estalló en mil estrellas blancas. Todo estaba allí dentro, esperando su momento, la vida iba por dentro, yo sólo planté…

Tú deja pasar al Señor en la Eucaristía y vive. Verás como se anima tu falso jazmín.