Una adolescencia libre de móviles. Creo que muchas preguntas son muy relevantes para el éxito de este movimiento plural tan activo en Telegram. Vale la pena seguirlo. Intento plantear alguna de ellas.
Si los móviles finalmente son prohibidos en la escuela deben repensarse muchos asuntos.
No me gusta la palabra prohibición, me gusta más la expresión: móviles sustituidos o retirados de las escuelas.
Consecuentemente se ha de sustituir, reemplazar, rehacer una vida sin móviles en diversos ámbitos. Ese es el meollo de la cuestión: qué contenidos van a sustituir al ubicuo móvil.
Es fundamental la coherencia básica escuela-familia. Esta iniciativa, adolescencia libre de móviles, que ya se expande por toda España y que responde a empujes diversos, necesita urgentemente familias dispuestas a cambiar los hábitos también en el hogar. Lo iremos viendo: este movimiento abre espacios nuevos, momentos, lugares que deberían ser redefinidos.
Por ejemplo: las familias deberían ser ejemplares, coherentes, consecuentes. De hecho, son las familias las que han realizado el certero análisis que las ha llevado a la acción. Sin embargo, cuando la legislación autonómica o estatal prohíba (retire, sustituya el móvil), ¿qué hará la familia en casa?, ¿cómo se organizará para no desaprovechar lo que sucede en la escuela?
El hogar no puede ser el lugar para recuperar el tiempo “perdido” en la escuela y agarrar el móvil para ponerse al día digitalmente por la tarde o en el fin de semana.
Sería muy oportuno que el móvil llegue a los adolescentes a los 16 años también en casa. Eso exige reglas y alternativas. Padres ejemplares, insisto. De qué sirve retirarlo, sustituirlo en el colegio si luego se produce un atracón en casa.
Se necesita un nuevo tiempo de ocio familiar. Es el segundo paso. Un nuevo ocio con su propia narrativa. Improvisar no vale la pena.
Y se necesita hacer converger las nuevas realidades: escuela, ocio, vida familiar, etc.
En la escuela las preguntas también se amontonan. ¿Qué vamos a hacer con el Chromebook, el iPad, la tableta?
A mi me parece que se ha abierto la Caja de Pandora en sentido positivo. De estas limitaciones de los móviles y de las demás “pantallas didácticas” solo surgen elementos positivos.
Los profesores que pulsan las primeras novedades de estos cambios dicen que el recreo es más convivencial y ruidoso porque se vuelve a jugar. Que los conflictos disminuyen. Y en el aula se nota que la atención crece y que es más fácil mantener el hilo de la clase pues no la interrumpen los móviles.
Limitar las pantallas es incrementar la atención de los estudiantes y la calidad de las clases impartidas por los profesores. Todo el mundo sabe que las Grandes Tecnológicas (Google, Apple, Amazon, Microsoft, Meta, etc.) viven de monopolizar (monetizar) la atención para recabar datos biográficos de los usuarios (Big Data, IA) y colocarles la publicidad que rezuma en Internet. Y en cuanto a los contenidos que difunden las Big Tech les importa muy poco la vulnerabilidad de los menores.
¿Estamos preparados para las nuevas demandas? Las clases con los meses, con los años probablemente no serán tan agitadas. No se deberán “gamificar” tanto los contenidos, pues se entenderán a la primera. Vamos, eso espero.
Con los meses y con los años se podrán hacer más actividades que exijan un mayor poder de atención y concentración. Algunas pedagogías demasiado activas quedarán obsoletas. Y simplemente se pasará al siguiente postulado: “resolved este problema, leed este texto y luego resolvemos dudas.”
¿Estaremos más preparados en el colegio y en el hogar para estos cambios? O nos va a coger por sorpresa una escuela que ya no es un parque de atracciones sino posiblemente un lugar para descubrir el mundo realmente como es.
Mi reflexión se basa sobre todo en la necesidad inicial de rehabilitar esta tríada: lectura/escritura/oratoria. Si se fijan los lectores estas iniciales cuentan con este acrónimo: LEO. Entiendo por oratoria aprender a hablar y argumentar en público. Un objetivo fundamental de la Paideia griega clásica y la Humanistas romana.
Leer activamente es aprender a pensar y todo el mundo sabe que entender los textos escritos facilitan la comprensión lectora presente y futura. Sin ir más lejos, entender los enunciados de las preguntas de los exámenes.
Tomar apuntes con lápiz y papel intensifica la capacidad de análisis y síntesis entre otras habilidades. Ser capaz de expresar oralmente lo que se ha escuchado y se ha escrito en los apuntes es lo mismo que hacer propia una idea e instalarla en la mente operativamente.
¿Van a cambiar los libros de texto?, ¿pasarán a estar impresos en papel o seguirán siendo libros en formato digital? La investigación se ha cansado de señalar que leer en papel es superior a leer en formato digital en el plano del rendimiento cognitivo.
Si es verdad que regresamos a una educación en libros impresos, ¿contaremos con didácticas adaptadas a esa realidad? Ergo: priorizar al profesor como centro de la clase que no significa olvidarnos que el aprendizaje termina teniendo lugar en la mente del estudiante. Menos didácticas laberínticas y más palabras sabias pronunciadas por profesores que tienen un gran apoyo en libros de texto de calidad.
Realidad: esa es la novedad, vamos a aterrizar en la realidad, la realidad del otro, del maestro, del compañero, de los contenidos, de las historias y la ciencia. Pero también en la realidad del mejor arte, de la mejor cultura. Y de la astronomía y de los museos. Del deporte federado y de la naturaleza. Quizá se desterrará aquella coletilla de “¡Qué palo!” O ese es mi deseo.
Y las escuelas llenas de realidad: ¿tendrán bibliotecas y laboratorios, salidas y certámenes poéticos correspondientes a estas nuevas realidades que habían desaparecido? ¿Los recreos ruidosos de juegos y conversaciones? ¿Las bibliotecas de gran belleza llenas de silencio para sumergirse en los libros?
Y el aprendizaje servicio reverdecerá porque el otro emergerá con todas sus caras y la compasión -en sus muchas formas- será una apuesta central en la educación. Y nos cuidaremos más unos de otros y quizá entonces el bullying junto al ciberbullying, ¿serán aficiones demasiado primitivas para los paladares más sofisticados que entonces poblarán la escuela? ¡Ojalá!
Y qué harán las familias ante esta nueva cultura escolar solidaria e ilustrada, ¿se pondrán a la altura? Se reorganizarán comunitariamente en barrios y pueblos para celebrar, insisto, celebrar la emergencia de tantas realidades nuevas. Para celebrar el desvelamiento de realidades nuevas (o muy antiguas) en fiestas, en cultura, en encuentro y sociabilidad recuperada. Para celebrar la belleza de las estrellas, de la danza, de la música porque la contemplación vuelve a encontrar su sitio.
Quizá seremos capaces de encontrarnos familias, escuelas, y demás agentes y actores de la sociedad civil para alcanzar nuevas legalidades y prácticas sociales verdaderamente emancipadoras ante un Estado gélido que solo responde a las fuerzas fácticas de un mercado (las grandes tecnológicas) que se ha olvidado del hombre. Discúlpeseme este final tan sociológico que creo que se entiende bien.
Al final estos cambios deben llegar, y ser madurados también, por los pensadores, por la universidad más humanista, por la prensa menos sectaria, por la literatura, por arte con mayúsculas.
Resumen con ironía: me acabo de dar cuenta que no son preguntas, en realidad son las propuestas que se me ocurren a vuela pluma. Quizá muy inocentes.
Solo mencionaré un pensador, Byung-Chul Han, que toca estos temas -en No-cosas, Infocracia, Vida contemplativa y también La crisis de la narración-, y que puede ser una referencia fiable. Han es un filósofo alemán de origen surcoreano que concita muchas adhesiones en innumerables países. Que dice mucha verdad.
En cualquier caso, empujemos todos serenamente pues es esta (Adolescencia libre de móviles) una iniciativa liberadora que nos puede llenar de esperanza.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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