19/10/2024

¿Y YO QUIÉN SOY?

No sé si esto antes no pasaba, si yo era más torpe para enterarme o se llevaba de forma más discreta, pero este verano me he dado cuenta la cantidad de gente, y gente joven, que va al psicólogo. No me parece ni bien ni mal, simplemente preocupante, como si mucha gente fuera al neumólogo me preocuparía la calidad del aire que respiramos. Porque si con el neumólogo tienes un problema respiratorio quien va al psicólogo tiene algún problema de identidad, de aceptarse a sí mismo o aceptar las circunstancias que les rodean. Si les ayudan, ¡bendito sea Dios!, pero me parece preocupante que tantas personas tengan problemas con su vida o su entorno.

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, subió aparte con ellos solos a un monte alto, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.

La fiesta de la Transfiguración del Señor pasa un poco sin pena ni gloria, al menos en nuestra parte del mundo, a comienzos de agosto, mucha gente de vacaciones no es precepto y entre la playa y la Misa muchos escogen la playa. Y sin embargo es un momento en que Jesús da respuesta a dos preguntas fundamentales:

La primera, los apóstoles se preguntan ¿Quién es este? Y la respuesta es yo soy el Hijo de Dios encarnado, con quien hablaron Elías y Moisés. Que viene a cumplir todas las promesas.
La segunda ¿qué hace Dios entre nosotros? Traernos la resurrección y la vida nueva, dar sentido a nuestra vida, aunque pase por la cruz. Abrirnos las puertas del cielo y saber que hemos sido creados por amor para un destino de gloria a imagen y semejanza de Dios, con lo que todo tiene un sentido nuevo.

Mirando a Cristo no tenemos nada que temer, sean las circunstancias las que sean, sea nuestra situación la que sea, nos digan de nuestra vida lo que nos digan. Lo triste es que ahora muchos miran su vida desde la calidad de vida que tengan, desde las cosas que poseen, desde la imagen que da, desde lo que otros comentan de ellos o desde una imagen ideal que, por supuesto, no pasa por la cruz. Entonces necesitan que alguien les diga lo valiosos que son y utilicen técnicas para decirte lo grande que eres. Pero si de algo somos conscientes (creo), es de nuestra debilidad, de nuestro pecado, de lo frágiles que somos. No me vale que me digan que soy muy fuerte cuando el mundo me está dando una paliza. Necesito a alguien que me diga: “Te amo en tu debilidad. Cuando te veas débil entonces toma mi fortaleza.” Y eso sólo es capaz de decirlo Dios, Dios con nosotros.

El lema del campamento de los niños de este año era “Como el barro en manos del alfarero.” El barro por sí sólo no es capaz más que de quedarse marcadas las huellas de los que lo pisan. En manos del buen alfarero puede hacer obras de arte. Dios me libre de querer quitar el trabajo a los psicólogos, pero ¿No será hora de volver a mirar más a Dios y menos a nosotros mismos? Cuando uno es capaz de decir ¡qué bueno que estemos aquí!, está curado.

La Virgen María vería al niño y a Dios, al adolescente y a Dios, al joven y a Dios, al crucificado y a Dios, a Dios y a su Hijo. Pidamos la mirada de María.