Durante 10 semanas Disney+ ha ido entregando los elegantes capítulos de la teleserie Shogun, ambientada en Japón en el año 1600, en los meses previos a la batalla de Sekigahara que unificaría el país bajo una dictadura que a partir de 1614 reprimiría cruelísimamente a los cristianos.
Finalizada la serie, vemos que sigue casi a rajatabla la novela Shogun de James Clavell, de 1975.
Durante un tiempo, los entusiasmados con la teleserie quisieron presentarla como un «Juego de Tronos«, prometiendo intrigas palaciegas de nobles con espadas, clérigos (jesuitas) y giros de guion.
En realidad, de Juego de Tronos toma sólo 2 cosas: escenas muy explícitas de sexo con prostitutas y nobles parlanchines que enseñan las nalgas, y abundancia de decapitaciones y suicidios, en este caso por seppuku (reventarse uno mismo el vientre con una espada corta y que un compañero remate la tarea cortando la cabeza). También la idea de los nobles (paganos) de que la vida del campesino y el pobre no vale nada. Y cañones que mutilan con detalle a mensajeros con bandera blanca. Estas cosas hacen la serie inadecuada para menores de edad.
En realidad, sólo hay una intriga y no muy convincente
Las intrigas, si las repasamos, resultan escasas y bastante tediosas y básicamente consisten en pequeñas entregas de un único plan que se cuenta al final y que no acaba de convencernos. En la historia real, no fue un plan, sino más bien algo poco meditado, todo centrado en la muerte indignante de una dama cristiana para quitar prestigio a un señor feudal.
Un señor feudal japonés con armadura en Shogun, pero en realidad no hay batallas en la teleserie.
En cuanto a la acción, en diez capítulos hay sólo tres breves combates de pequeños grupos de soldados y dos escenas de ninjas acuchillando de noche a gente que duerme en castillos. La dama cristiana Mariko demuestra ser hábil blandiendo la lanza naginata, sin base histórica alguna (en la novela no es combatiente) y sin que sirva para la trama: es por mostrar una «mujer empoderada». Al menos, no hay samurais negros.
Muchos espectadores esperaban que en el capítulo 10 todo condujese a la gran batalla de Sekigahara. Decepción: se resuelve con 3 fotogramas de multitudes generados por ordenador y una voz que cuenta un plan. No vemos tal batalla.
Tampoco hay giros de guion sorprendentes como en Juego de Tronos. Y no nos encariñamos con los personajes. Cuando alguno parece merecer nuestra aprobación no tarda en cometer seppuku como parte de intrigas que no nos parecen proporcionales al gesto.
¿Son más aburridos los directores japoneses?
Si se repasa la lista de directores de cada capítulo, parece que los episodios con más acción son los dirigidos por occidentales, mientras que en los episodios donde «no pasa nada» (gente elegante que habla en salas y jardines, toma el té y acude a un seppuku o dos) los directores son japoneses.
En cuanto a los escenarios, se limitan a una aldea costera, un bosque húmedo, un campamento marcado por 4 telas, los patios del castillo de Osaka, un puerto, una casa con jardín, un barco occidental, una galera y varios interiores idénticos.
El clima y la iluminación son idénticos durante 10 capítulos: húmedo y gris. Dicen que la serie ha costado 250 millones de dólares, es decir, 25 millones por capítulo. Pero excepto una escena de persecución naval (de noche) todo podía reducirse a pasillos y bosques. ¿En qué se ha ido el dinero? Probablemente en trajes y atrezzo y sueldos de actores japoneses (que son buenos y refinados) y en promoción.
Disney+ ha conseguido bastante audiencia porque el espectador quería ver qué pasaba con la tensión romántica entre el marino inglés Blackthorne y Lady Mariko, y si el astuto Toranaga tenía un gran plan, y si había una gran batalla. Una vez se sabe que nada de eso lleva a un gran final, no hay muchas razones para recomendarlo a los amigos. Deja una sensación de tiempo poco aprovechado.
Gente que reza pero sin verdadera fe o esperanza
Mención aparte merece el tema religioso. Nos prometían unos jesuitas muy intrigantes, pero en realidad casi no intrigan nada. En el capítulo final resuena un «Alma de Cristo» de San Ignacio en latín, pero sólo por dar ambiente.
Siguiendo el libro y los hechos reales, nada más llegar el piloto inglés piden que sea ejecutado como pirata, con insistencia pero sin especial acritud. Blackthorne parece más anticatólico que protestante devoto.
Toranaga en la teleserie Shogun de 2024; es una adaptación de Ieyasu Tokugawa, que unificará el Japón con una crudelísima dictadura y una persecución feroz desde 1614 a los cristianos, que durará 250 años.
Hay una escena en que él, por amor a la dama, reza el Padrenuestro en inglés, separado por un tabique de la dama Mariko que lo reza en latín. En el capítulo final habla de «Dios, no tu Dios ni mi Dios y esa basura de católicos y luteranos y calvinistas». Blackthorne cree algo a su manera, querría tener fe o esperanza (no distingue entre ambas, según comenta en el capítulo final).
Mariko es católica, la vemos rezar en algunas ocasiones, siempre lleva cruz. Pero también tiene deseos suicidas desde niña y no los culmina por obediencia y sentido del honor a su señor terrenal, no por obediencia a su Señor celestial. La fe le da algo de consuelo, pero ninguna alegría. No vemos que pida a Dios ayuda para nada concreto: parece que rece como un ritual o mantra relajante.
Cuando se confiesa con su confesor en el capítulo 9 pensamos que es con fe sincera, pero luego peca (contra la castidad, y de forma premeditada) y parece que su confesión fue un truco para negociar que los jesuitas salven la vida de Blackthorne. Hay un momento que cuando habla de su suicidio alguien se ofrece a rematarla cortándole la cabeza: ¿es que es menos pecado el suicidio si te remata otro?
No se muestran mártires
También vemos al final de temporada que Toranaga acusa a los campesinos cristianos de la aldea de ser traidores y haber destruido un valioso recurso. Empieza a matar gente y colocar sus cabezas sobre pinchos. La acusación es falsa, y él lo sabe: se supone que es una maniobra psicológica para poner a prueba a Blackthorne, pero no se entiende mucho. Y es la única alusión a la persecución religiosa.
Antes de 1600 hubo algunas persecuciones locales menores. Pero en 1614 llegó la prohibición total del cristianismo en el nuevo Japón unificado y la persecución más larga y tenaz de la historia (recomendamos sobre ella el libro Mártires del Japón, de Santiago Mata, Sekotia, 2023).
En resumen, aunque no vemos a cristianos nefastos haciendo cosas horrendas, tampoco vemos santos ni personas con una fe luminosa y firme.
El novelista ¡fue prisionero de los japoneses varios años!
Por último, ¿qué dice la serie del Japón de 1600? Sigue muy de cerca al libro, con una ambivalencia. James Clavell con Shogun triunfó en 1975 porque era una época de pasión por Oriente (hippies, kung fu), y es la historia de un hombre blanco que conoce a una bella chica oriental y su sofisticada sociedad, el choque de dos culturas.
Pero Clavell había pasado 3 años de campo de concentración japonés en Java y Singapur durante la II Guerra Mundial. Allí vio barbaridades. Exorcizó ese pasado en 1960 con su novela «El rey rata» o «El rey de las ratas» (sobre soldados presos en Singapur).
Pero en Shogun, la novela (y teleserie antigua) cuando los japoneses hierven a un marinero holandés nada más llegar, porque sí, o cuando cortan cabezas a algún campesino sin razón especial, o cuando se acumulan los suicidios, no parece que el té, la seda y los rituales basten para esconder que Clavell critica toda una cultura construida sobre la brutalidad y la crueldad.
Da la sensación de que el espectador de la teleserie de 1980 se escandalizaba y veía bien la crítica: «Qué crueles y qué refinados». En cambio, nuestro espectador, tras Juego de Tronos y 4 décadas de insensibilización, no parece entender esa denuncia.
Nos estamos acostumbrando a la crueldad pagana, que vuelve con sedas. Y cuando Scorsese la denunció con Silencio y sus 6 escenas de tortura detallada por un régimen totalitario, visibilizando a los mártires que Shogun no muestra, nos inquietamos.
El trailer de Shogun prometía mucho, pero las 10 horas de teleserie no lo cumplen: no hay verdaderas batallas, no hay verdaderas historias de fe, sólo hay una intriga y no muy lógica, el clima es siempre el mismo, los escenarios pocos…
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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