04/02/2025

Acercarnos a Dios con confianza

Los dos personajes del evangelio nos dejan una lección de cómo acercarnos al Señor con confianza. Un padre a quien se le acaba de morir una hija y una mujer con flujos de sangre, nos muestran cómo acercarnos a Jesús. El padre de la niña ha hecho una petición formal: se postra ante Jesús y le dijo: “Mi hija se acaba de morir, pero ven, pon la mano sobre ella y vivirá.” La hemorroisa sigue otro camino: lleva más de 12 años padeciendo flujos de sangre, ha gastado en médicos todo cuanto tenía, pero en lugar de ponerse delante de Jesús, se acerca por detrás (no se consideraría digna, como nos puede pasar a nosotros) “porque se decía a sí misma: «Con sólo tocar su manto me curaré». Jesús se volvió y mirándola le dijo: Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado”. En este caso el milagro se produce inmediatamente, mientras que la resurrección de la hija está como esperando a que Jesús llegue, la toma de la mano y le diga “levántate”. Pero en ambos casos se acercan con fe, confiados en el poder de Jesús, y ambos nos dejan lecciones diferentes.

El padre no pide una curación. Va mucho más allá y pide la resurrección de su hija: “mi hija acaba de morir. Pero ven tú, ponle la mano en la cabeza, y vivirá”. Esta es la confianza en el poder de Cristo. Aun cuando pueda parecernos imposible lo que le pedimos ¿Nos atreveríamos a pedir “la luna”? Es posible terminar descubriendo cómo nos puede faltar a cada uno esa confianza en el poder de Dios y en su amor por cada uno, cómo hay cosas que no pedimos porque nos parecen imposibles. Unas veces serán cosas materiales, otras una nueva conversión o desterrar de nuestra vida determinados actos o disposiciones. El padre del evangelio de hoy nos diría con fuerza: ¡ponte de rodillas ante Jesús y pídeselo! ¡a mí, me resucitó a una hija con sólo cogerla de la mano! El Señor está dispuesto a concedernos las cosas buenas que le pedimos, pero espera nuestra respuesta de fe al pedírselo. Y si tarda, no dudes, es para hacer crecer el deseo en nuestro corazón, para aumentar nuestra fe, nuestro abandono en sus manos.

También la mujer nos da ejemplo de confianza en el poder de Cristo. “Se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, pensando que con sólo tocarle el manto se curaría” ¡Con sólo tocar el manto de Cristo! No se trata de hacer cosas raras o difíciles. Se trata de acercarnos a Jesús y él nos lo pone muy fácil, siempre está disponible para escucharnos, para que dejar “sobre Él todas vuestras preocupaciones, porque Él cuida de vosotros” (1 Pe 5, 7). Le tenemos en la Eucaristía, al alcance en la oración en cualquier momento. “Ya en el Antiguo Testamento se lee que Dios habitaba en una tienda (o tabernáculo), que se llamaba ‘tienda del encuentro’ (Ex 33,7). El encuentro era anhelado por Dios. Se puede decir que también en el tabernáculo de la Eucaristía Cristo está presente con vistas a un coloquio con su nuevo pueblo y con cada uno de los fieles.” (Juan Pablo II, Audiencia general 9 – VI – 1993). La mujer que sufría flujos de sangre se acerca al Señor sin ruido de palabras, tratando de pasar desapercibida, pero sabiendo en su corazón “que con sólo tocar el manto” de Jesús quedaría curada. Para permitir que el Señor nos cure hemos de acercarnos con humildad, abandonados en la voluntad de Dios.

Pidamos a nuestra Madre, que nos haga hombres y mujeres persuadidos del poder de Dios y nos acerquemos llenos de confianza a presentarle nuestras necesidades.