“Aunque yo distribuyese todos mis bienes para sustento de los pobres, si no tengo caridad, de nada me sirve”. Esta cita, a simple vista paradójica, de la epístola de San Pablo a los corintios describe, con palabras más inmortales que el bronce o las pirámides, la esencia de la caridad, que en nuestro tiempo está siendo sustituida por simulacros campanudos: se ha convertido en uno de los signos distintivos de nuestra época.
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