Cristo resucitó, y el resto de los hombres también resucitará, según su modelo, que es el primero. Pero, ¿cómo serán los cuerpos de los resucitados en el mundo futuro? ¿Qué capacidades tendrán?
Este es uno de los temas que trata el biblista y gran divulgador Scott Hahn en su librito La esperanza de morir (Rialp, 180 páginas), librito que finalizó justo antes de empezar los confinamientos del coronavirus en 2020, año en que muchos se pusieron a pensar en la muerte con más seriedad que antes. La edición española es reciente, de 2024.
«Dios creó a la persona humana como unión del alma y cuerpo, y si Adán no hubiera pecado, esa unidad habría permanecido intacta», señala el popular teólogo norteamericano. Tras la resurrección de cada uno, «el cuerpo que se una a tu alma será tu propio cuerpo, el mismo que ahora está leyendo estas palabras, pero será diferente».
Los teólogos llevan dos mil años especulando sobre como puede ser esto. Hay cosas que se saben (cinco cosas en concreto, según el Catecismo) y otras cosas que son hipótesis más o menos razonadas o con cierta base bíblica.
Las 5 cosas que enseña la Iglesia sobre los cuerpos resucitados
Las explica el Catecismo en sus párrafos 997 a 1001, y son las siguientes:
1) Dios dará definitivamente a nuestros cuerpos la vida incorruptible, uniéndolos a nuestras almas, en virtud de la Resurrección de Jesús;
2) Todos los hombres que han muerto resucitarán;
3) Todos resucitarán con su propio cuerpo, del que ahora están revestidos;
4) Hay una relación entre nuestra resurrección y la Eucaristía;
5) La resurrección tendrá lugar en «el último día».
A partir de esta doctrina, el resto son especulaciones, pero pueden ser especulaciones a la vez interesantes y edificantes. Scott Hahn explica algunas que plantean varios pensadores cristianos, especialmente Tomás de Aquino.
1) Tu cuerpo terrenal es como la semilla de tu cuerpo celestial
San Pablo es quien da ese ejemplo en 1Co 15,37: «no siembras el cuerpo que llegará a ser, sino un simple grano». Dios restaurará a partir del cuerpo antiguo, no partirá de cero. Los cristianos antiguos lo comparaban con sembrar semillas, con restaurar templos, con remodelar vasijas de barro. Tertuliano, en el s.II, decía: «no hay duda de que el que hizo la carne, puede restituirla».
2) Será tu mismo cuerpo, en «cualidad, identidad e integridad»
Es Santo Tomás quien usa esos términos. Se refiere a que se mantendrá el sexo de tu cuerpo (con tu cuerpo resucitado seguirás siendo hombre o mujer). Y su edad será la del «estado de la última perfección», decía Santo Tomás. Aunque alguien muera siendo un bebé o un anciano achacoso, su cuerpo resucitado estará en el momento de mayor esplendor de fuerza y salud. (Quizá por eso la Magdalena o los discípulos de Emaús no reconocían a Jesús: su cuerpo quizá tenía «otra edad»).
Pero los resucitados se reconocerán entre ellos. «Dios se asegurará de que reconozcas a tu abuela Pepita y a tu tío Julián, por muy distintos que te puedan parecer sus cuerpos resucitados del recuerdo que guardas de ellos», escribe Scott Hahn.
La «integridad» se refiere a que los cuerpos mutilados, quemados, destrozados, etc… volverán a tener sus miembros íntegros. Tertuliano lo explicaba así en su libro ‘De la resurrección de la carne’: «La imperfección de los cuerpos es un accidente. Lo que nos es propio es la integridad. Somos restituidos a la naturaleza, no a su defecto».
3) Los cuerpos resucitados no sufren, no son pesados, irradian santidad
Tomás de Aquino lo detalla. San Pablo dice: «se siembra un cuerpo corruptible, resucita incorruptible» (1Co 15,42). Tomás deduce que el cuerpo resucitado ni enferma, ni siente dolor, no envejece, ni muere, ni enferma, ni se lesiona, ni sufre pasiones físicas como la lujuria, hambre, cansancio. Tendrá capacidad para comer, pero no lo necesitará.
Santo Tomás dice que tendrán «sutileza»: «dejaremos de tener esa sensación de peso con que los percibimos en esta vida; también seremos capaces de comunicarnos plenamente con los demás, de comunicar pensamientos, sentimientos y todo lo que somos».
San Pablo también dice que «se siembra un cuerpo débil, resucita lleno de fortaleza» (1 Co 15,43). Tomás lo llama «agilidad» y Scott Hahn, con su estilo divertido, dice que los resucitados «podrán encestar balones, hacer piruetas, saltar edificios y volar por el aire». También será distinta la relación con las distancias, porque podremos «estar al instante donde queremos estar, ver al instante lo que queremos ver», porque el cuerpo estará sujeto a la mente, «no a las leyes terrenales del espacio y el tiempo». Pero el resucitado no usará el cuerpo a capricho, sino inspirado por Dios y sus ganas de conocer y amar mejor a Dios.
Tomás habla de que los resucitados tendrán cuerpos con «claridad». Se inspira en la luz de Jesús en la Transfiguración («su rostro resplandecía como el sol»), luz que es belleza de santidad, y capacidad para expresar a la persona. Ya en la tierra nuestro cuerpo dice cosas de nosotros, pero en el cielo todos nos conoceremos plenamente.
El Cielo en la película de 1998 Más Allá de los Sueños, con gente que vuela y se conoce en escaleras enormes y amplias vistas; encajaría bien con lo que Santo Tomás dice de los cuerpos resucitados.
Cuerpos -y cicatrices- que cuentan historias y danzan
Scott Hahn dedica un capítulo de su libro a argumentar que el Cielo no será aburrido para los resucitados. «Un padre quiere hablar con sus hijos, y contarles cosas», dice. «Y un padre quiere que sus hijos compartan sus historias entre ellos, que aprendan unos de otros y que se quieran. Yo creo que algo así es lo que viviremos en el cielo cuando miremos al Padre a los ojos».
Lo compara con una sinfonía y con una danza, y también con una novela en la que infinitas tramas se entrelazan y por fin entendemos como tal o cual vida se relacionaban con la nuestra, el sentido de nuestras cruces, los frutos de nuestras obras, y como «hasta las tragedias de nuestra vida contribuyen a la dicha y la belleza del cielo». «Los guiones de esas vidas no son independientes, son uno solo, forman parte de una historia mayor que solo Dios puede ver», apunta.
Y los cuerpos seguirán contando historias, como las manos y el costado herido de Cristo… y las heridas de los mártires. «La cicatriz de tu cesárea, el brazo que te rompiste jugando al fútbol con tu hijo, las manos encallecidas por tantas horas de servicio a los demás, las arrugas que te ganaste con tantas y tan frecuentes sonrisas: todo eso contará tu historia en el cielo igual que lo hace en la tierra, pero con mucha más perfección, con mucha más fuerza y belleza».
Otras historias de cuerpo y Cielo
El libro de Scott Hahn trata más temas relacionados con el cuerpo y el Cielo, algunos teológicos, otros sociológicos e históricos. Los cristianos, al creer en la resurrección, perdieron el miedo y se atrevieron a transformar el mundo, guardando «tesoros en el cielo», donde no pueden ser robados.
Además, se volcaron en cuidar con respeto a los difuntos y sus restos, incluso de los pobres, transformando la civilización. Sólo recientemente la cultura moderna ha buscado esconder e invisibilizar los cadáveres, lo que incluye fomentar la cremación, que la Iglesia permite como un mal menor y a regañadientes.
Como en otros libros de Scott Hahn, el lector encontrará en La esperanza de morir teología firme y clara con un estilo desenfadado y divulgativo.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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