A sus 26 años, Paula Rodríguez es una joven que lo tiene todo por delante. Un buen trabajo de enfermera que le apasiona, una familia y amigos a los que quiere, una casa «monísima» en Asturias, incluso un coche nuevo «que mola mazo». Y a todo ello le dice adiós este mismo domingo, sin inmutarse apenas, por un objetivo: llevar el Evangelio, el cuidado y la caridad al Vicariato Apostólico de San Ramón en Perú como misionera.
Hace solo unos días que esta joven de Guadalajara confirmaba ante las cámaras de Obras Misionales Pontificias su deseo de repetir la experiencia misionera a la que ya dedicó seis meses, en 2022.
Precisamente en Perú supo que la misión era su lugar en el mundo. Allí, dice, me di cuenta de todo lo que me quería el Señor, y de todo lo que me quería seguir queriendo, que quería que fuera feliz«. Según volvió, en marzo de 2023, comenzó un proceso de discernimiento que le llevó finalmente a tomar la decisión.
El germen misionero de la joven se remonta a generaciones atrás, cuando un hermano sacerdote de su abuela partió como misionero a Mozambique y fue asesinado.
En el 30 aniversario de su fallecimiento, la familia de Paula hizo un librito que recopilaba las cartas que el tío misionero había escrito desde Mozambique. Aquel misionero era el sacerdote del Instituto Español de Misiones Extranjeras, Luis García Castro.
«Yo tenía ocho años. Me leí el librito y quedé encantada y yo creo que ahí empezó ese deseo de querer conocer todo eso y ver cómo actúa el Señor allí. Con 8 años ya tenía el gusanillo y fue creciendo hasta 2022″, relata.
Paula conoció a un chico que vendía mermeladas para pagarse un viaje de misiones y después Jatari, una asociación misionera cuya formación se convertiría en su «banderín de enganche».
«Ofrecen formaciones para no crearte una idea de lo que es la misión y luego llegar allí y darte cuenta de que es otra cosa. Te ayuda a poner orden, a ordenar un poco tu corazón, tu cabeza y a discernir también», comenta.
Desde entonces se integró en la estructura misionera al completo. Primero con Jatari, después participando en las tertulias misioneras de Supergesto y más tarde desde un nuevo proyecto como es Radical Crew.
«Estoy feliz: no siento que haya renunciado a nada»
A pocos días de su partida, mostraba «estar tranquilísima». «Sé que el Señor no me va a dejar, estoy feliz y no siento que haya renunciado a nada. Dejo cosas que allí no voy a tener, pero no lo veo como una renuncia o algo negativo. Comparado a lo que voy a tener allí, no tiene precio», subraya.
Con todo, la joven pasará años sin su trabajo de enfermera, sin sus amigos, su coche nuevo, una casa en Asturias, la familia… Son aspectos de los que le «cuesta un poco» despedirse, incluso de otros que pueden parecer no tan relevantes pero a los que también podría tener que renunciar. Algo que ya le ocurrió en su experiencia misionera anterior, cuando entre risas dice que lo que más echó de menos junto a su familia «fue el Colacao«.
Para ella, vale la pena: lo compara a quien decide tener una vida consagrada, a hacerse sacerdote, o a un noviazgo. Cuando te enamoras y empiezas una relación con alguien, renuncias a todo lo demás«, subraya con firmeza.
También admite que «el discernimiento» siempre está presente, también en su próximo destino «por si el Señor sigue hablando en estos tres años o por si me va proponiendo otras cosas». Contempla la vocación misionera como algo «transversal» por la que «renuncias a todo lo demás» y confía en seguir conociendo la voluntad de Dios. ¿Y si no te habla?, le preguntan: «Pues a aguantar«, concluye confiada.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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