21/12/2024

Con el Sínodo de la Sinodalidad, la Iglesia se ha empantanado en la introspección, lamenta Weigel

George Weigel (Baltimore, 1951) es un escritor y politólogo católico estadounidense, entusiasta del Concilio Vaticano II y de los frutos de renovación que debería dar de evangelización y coraje para llevar a Cristo al mundo entero. Su biografía de Juan Pablo II Testigo de la esperanza fue un auténtico best seller, y acumula unos 20 premios honoris causa, además de poder mostrar su Cruz Pro Ecclesia et Pontifice (máxima condecoración de la Iglesia católica para quien ha demostrado un largo y excepcional servicio a la Iglesia católica o al Papa). Es considerado uno de los grandes analistas internacionales de la Iglesia Católica.

Y está bastante harto y aburrido del Sínodo de la Sinodalidad, de sus dos partes, de su intermedio y de que se use para el ensimismamiento, y no para la evangelización.

En la influyente revista norteamericana First Things acaba de publicar un crítico análisis del efecto del Sínodo de la Sinodalidad entre los eclesiásticos de alto rango.

«La maquinaria de propaganda eclesiástica creada para el Sínodo sobre la Sinodalidad para una Iglesia Sinodal del pasado octubre sigue funcionando y resulta a la vez agotadora e inquietante«, escribe.

En un comunicado de junio del cardenal jesuita Jean-Claude Hollerich, relator general de las dos partes del Sínodo de la Sinodalidad, el eclesiástico aseguraba que «el Santo Pueblo de Dios se ha puesto en movimiento para la misión gracias a la experiencia sinodal». Weigel responde que el Pueblo de Dios está en movimiento para evangelizar desde el siglo I.

Cree que Hollerich simplemente escribe «propaganda para un ejercicio que por ahora se ha empantanado en el ensimismamiento eclesiástico contra el que previno el cardenal Jorge Mario Bergoglio, SJ, en el discurso previo al cónclave«. El Sínodo de la Sinodalidad es esa «autorreferencialidad eclesial» que el Papa Francisco criticaba en una homilía al día siguiente de ser elegido, dice Weigel.

El Sínodo de la Sinodalidad de 2023, dice, no se pareció nada a Pentecostés. «Después de la venida del Espíritu Santo, los primeros cristianos no se sentaron en un pequeño grupo en el Cenáculo y dijeron: «¡Vaya, esto estuvo bien, hablemos más de ello». No, sino que salieron directamente a las calles en misión, «y se sumaron a ellos ese día unas tres mil personas» (Hechos 3:41). Nada parecido pasó tras las tediosas y manipuladas «conversaciones en el Espíritu» en pequeños grupos del Sínodo 2024″, lamenta Weigel.

Pero, ¿y si la sesión del Sínodo de 2024 es mucho mejor y da más frutos? Weigel se muestra poco esperanzado de que sea así.

El cardenal Hollerich y el cardenal Grech, que pilotan el Sínodo de la Sinodalidad, en la sesión de 2023.

Los buenos teólogos, excluidos

Comenta que los teólogos que han preparado en la primera mitad de junio el documento de trabajo para el Sínodo de la Sinodalidad mostraban poca pluralidad de intereses y excluían a teólogos ortodoxos y creativos como los de la Academia de Teología Católica con sede en EEUU o los del Proyecto Sacra Doctrina. «¿Existe un sesgo implícito en la oficina del Sínodo, según el cual los dinámicamente ortodoxos no deberían postularse?», pregunta.

También comenta los viajes internacionales del secretario general del Sínodo, el cardenal maltés Mario Grech, «lo que algunos eclesiásticos consideran una campaña para ser Papa, o al menos una campaña para ser un Gran Elector en el próximo cónclave».

Según Weigel, Grech dijo en una entrevista en marzo con un periódico suizo que «cuando hablamos de unidad, de comunión, no nos referimos a la unidad de pensamiento«. A esto Weigel responde que si recitamos el Credo de Nicea o el Credo de los Apóstoles es porque sí hay un pensar unificado. Y pregunta: «¿Es el catolicismo de opción local —el tipo de catolicismo en el que un pecado grave en Polonia es una fuente de gracia a diez millas de distancia, al otro lado de la frontera polaco-alemana— realmente católico (lo que, después de todo, significa ‘universal’)?»

La simbología del arcoíris

Luego, el cardenal maltés dijo que imaginaba a la Iglesia “como un arco iris”. Weigel lo considera «una imagen interesante» y cree que Grech no puede «no entender lo que significa hablar de una ‘Iglesia arco iris’ en la cultura globalizada de hoy», en referencia (sin que Weigel lo mencione) a la ideología LGTB.

Con todo, quizá aquí el analista americano se equivoque, porque en Italia, en los ambientes católicos, hay mucha tradición, desde hace decenios, de ligar el símbolo del arcoíris a la paz (así lo usan en las pancartas y banderas de la Comunidad de Sant’Egidio y en asociaciones católicas de pacifismo o de trabajo internacional por la paz, a menudo acompañado de una paloma) y no es tan unívoco como en EEUU.

Porque, como suelen recordar los católicos italianos, el arcoíris como símbolo de paz lo establece Dios mismo en la Biblia (tras el Diluvio): no tienen sentido, dicen, abandonar un símbolo cristiano con siglos de tradición y origen bíblico en las manos exclusivas de una ideología mundana.

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»