Creo que cada vez es más actual ese «no llevéis alforja, ni túnica de repuesto… Si no os reciben…». En estos tiempos de nueva evangelización, no hay que agobiarse por los que son indiferentes, por los que no escuchan. En mi humilde experiencia, que además me dedico al diálogo, dos no dialogan si uno no quiere. Por tanto, sí, hay que lanzarse a anunciar el Evangelio y a dar testimonio, pero no agobiarse ni preocuparse demasiado por los que no quieren acogerlo.
Lo que sí es importante es el mandato de dar gratis lo que hemos recibido gratis. Quiero decir: primero, reconocer que hemos recibido la fe como un don de Dios. Sí, con la colaboración de tantos quizá, o a lo mejor no; pero ser gratos al Señor por este grandísimo don. Cuantas veces he escuchado: «Ojalá tuviera la misma fe que tú…»
Segundo, que estamos llamados a darla. Que no podemos quedarnos este regalo solo para nosotros. Todos somos apóstoles, sea cual sea nuestra vocación. Y todos debemos aprovechar cualquier oportunidad. Desde nuestro ambiente de trabajo, a nuestras familias…Hasta el mismo supermercado. Que el Señor nos ayude.
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