«¿Me creerían si les digo que el gran descenso en la práctica de la fe está producido por la decadencia del matrimonio?»: es la pregunta que se hace John Paul DeGance, presidente de Communio, una organización que ayuda a grupos cristianos, y entre ellos parroquias católicas, a mejorar sus estrategias de evangelización y de fortalecimiento de las familias.
Communio es uno de los partícipes del exitoso proyecto que está consiguiendo en los últimos años, mediante un apoyo concreto y militante al matrimonio, disminuir de forma radical las tasas de divorcio en Florida, uno de los estados norteamericanos donde es más frecuente.
Según DeGance, «si los bancos de las iglesias están vacíos y la fe en Jesucristo se hunde, es porque demasiados jóvenes crecen sin que sus padres estén casados«.
Cifras: ¿la fe de la juventud? ¿O de los novios?
La caída de la religiosidad en Estados Unidos, de donde provienen los datos que aporta, es un hecho constatado. Entre 1937 y 2020, el porcentaje de estadounidenses vinculado a alguna religión ha pasado del 73% al 47%, concentrándose casi toda la caída en el siglo XXI: 23 puntos entre el año 2000 y la actualidad.
Las comunidades cristianas invierten cantidades ingentes de dinero en planes para retener a la juventud, pero ésta abandona la fe a una edad cada vez más temprana.
En EEUU, el 74% de los católicos que abandonaron la Iglesia lo hicieron entre los 10 y los 20 años, siendo la media los 13 años. ¿Por qué esta falta de eficacia del tiempo y los recursos dedicados a evangelizar a la juventud?
DeGance responde con un estudio encargado por Communio, del que resultó que la proporción de millennials (nacidos en los años 80) y la proporción de baby boomers (nacidos en los años 60) que, habiendo crecido en una familia con los padres casados, continuaban yendo a misa, era aproximadamente la misma.
No se trata solo, por tanto, de la época en sí misma, sino también de las circunstancias personales. Aunque la revolución sexual comenzó precisamente en los años 60, el colapso de la fe creció a la par que los hijos de dicha revolución, sostiene DeGance: «El colapso de la fe es un efecto del colapso del matrimonio«.
«Dicho de otra forma», asegura, «nuestras iglesias seguirían llenas si la generación X, los millennials y la generación Z disfrutasen de la misma estructura familiar que los baby boomers. El estado de salud de la fe de una persona está en relación directa con el estado de salud de su familia. A menor número de matrimonios duraderos, mayor número de niños sin padres casados y mayor declive de la fe«.
Éstas son las consideraciones y las cifras de John Paul DeGance.
DeGance hace estas afirmaciones en un reciente vídeo donde aboga por que «la Nueva Evangelización pedida por Juan Pablo II sea un movimiento nupcial«.
Algo que no debería sorprendernos, dice, pues la Biblia comienza y termina con un matrimonio, el de Adán y Eva en el Génesis y el amor esponsal de Cristo y la Iglesia en el Nuevo Testamento: «Por eso el enemigo siempre ha intentado destruir el matrimonio«.
Entre 1970 y 2019 ha habido una caída del 61% en el número de personas casadas y un 75% de caída en el número de bodas católicas. Sin embargo, el 85% de las comunidades cristianas, y el 82% de las parroquias católicas no dedicaron un solo dólar a ministerios de apoyo al matrimonio y la familia.
Precisamente pone como ejemplo de la importancia de esa dedicación en los logros alcanzados por Commnio en Jacksonville (Florida). Católicos y otros cristianos siguieron un programa mediante el cual durante tres años 60.000 personas recibieron formación en abordaje de las relaciones matrimoniales, y se consiguió un descenso del 24% en el número de divorcios en la zona.
Estrategia ganadora: buscar a los matrimonios
«Cuando la Iglesia se implica, la Iglesia gana«, sentencia.
Sugiere que las parroquias evangelicen para convertirse en el eje de buenas relaciones tanto para personas casadas como solteras: «Solo podemos crecer como discípulos viviendo nuestra vocación, y eso implica que el ministerio con los matrimonios debe convertirse en una parte esencial y normal de la vida parroquial».
La gente se casa poco porque la cultura ambiente ha pervertido el sentido de las relaciones entre hombre y mujer. Por eso, dice, la parroquia debe crear las condiciones para crear comunidad donde las personas solteras puedan crear y discernir relaciones. Y lanza un reto: «Todos los católicos pueden ofrecerse a ayudar a su párroco a convertir esto en una realidad».
DeGance recuerda lo que dijo en su día Sor Lucia, una de las videntes de Fátima: «La batalla final entre el Reino de Dios y el Reino de Satanás será sobre el matrimonio y la familia».
«Creo que esa batalla ya ha comenzado», concluye: «Como católicos fieles, debemos responder a la llamada de luchar por el matrimonio».
(Lea sobre las cifras de nuevos matrimonios católicos cada año en España).
Artículo publicado originariamente en ReL el 28 de agosto de 2022.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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