La Iglesia Anglicana de Canadá, que hace 60 años era una de las más importantes del país, se enfrenta hoy a la extinción, según los datos publicados hace un mes. Haber seguido todas las exigencias del «cristianismo progresista» no le ha dado ningún fruto, sino más bien lo contrario.
Aunque Canadá recibe grandes cantidades de inmigrantes anglohablantes, muchos africanos de tradición anglicana y protestante, ninguno se suma a esta Iglesia. Y tampoco tienen hijos, ni conversos. Es la tormenta perfecta para la extinción.
Comparemos las cifras de su membresía en el país a los largo de estos años:
1961: 1.360.000 miembros, ¡eran el 7% de la población canadiense de entonces!
2001: 640.000 miembros, el 2% de la población del país.
2017: 360.000 miembros, apenas un 1% de los 35 millones de habitantes.
2024: 295.000 miembros, sobre unos 41 millones de habitantes.
Aunque esos son los que se declaren miembros de la Iglesia Anglicana de Canadá, un recuento anual en iglesias encuentra 65.000 fieles en sus templos en un fin de semana cualquiera.
Además de que pocos se declaran anglicanos, menos son los que acuden con frecuencia a sus iglesias: en 1999 acudían con frecuencia un 25% de sus miembros; en 2024, un 10%. Las cifras las difunde el blog anglicano conservador VirtueOnline.
Obispos anglicanos de la región de Manitoba en Canadá: muchas mitras, báculos, pectorales y capas, pero un sinsentido doctrinal y poquísimos fieles.
De las sacerdotisas a las bendiciones de cambio de sexo
La deriva teológica del anglicanismo canadiense no ha atraído fieles, pero vale la pena repasarla:
– En 1976 empezaron a ordenar mujeres sacerdotisas;
– en 1989, sobre el aborto, la Iglesia declaró: «tanto los derechos y necesidades de las mujeres y los de los no nacidos requieren protección», sin condenar claramente las leyes abortistas. Desde entonces, nunca más se ha pronunciado sobre el tema;
– en 1994 empezaron a ordenar obispesas, así que son 3 décadas de obispesas ya;
– en 2009 nació la ACNA, una iglesia anglicana conservadora en EEUU y Canadá: unas 50 parroquias canadienses se pasaron a ella, y con el tiempo han crecido, hoy son unas 70; también hay al menos 5 comunidades que se hicieron católicas en el Ordinariato Anglocatólico;
– en 2016, el arzobispo anglicano Colin Johnson se puso a celebrar bodas gays «religiosas»; ese mismo año eligieron como obispo sufragáneo (auxiliar) en Toronto a Kevin Robertson, un gay declarado que vivía abiertamente con su pareja «y su familia» y que se «casaron» (anglicanamente) en diciembre de 2018 en la catedral de Toronto (les «casó» una obispesa); todo eso, sin que el sínodo eclesial lo hubiera aprobado;
– en verano de 2019, en el Sínodo, los delegados de los laicos y del clero votaron a favor del matrimonio homosexual, pero entre los obispos no se alcanzaron los dos tercios necesarios: dio igual, el Sínodo estableció que puesto que no estaba específicamente prohibido casar dos personas del mismo sexo, cada diócesis podía decidir hacer esas ceremonias.
– en 2021 el Sínodo aprobó ¡unas liturgias para bendecir los cambios de sexo!
El bloguero evangélico canadiense David, en Anglican Samizdat repasó «transformaciones» que la Iglesia Anglicana de Canadá había declarado como objetivos para 2023-2025: «el establecimiento de prioridades, la asignación de recursos y la colaboración con provincias y diócesis en el bienio 2023-25». Nada concreto ni nada evangelizador. «No hay nada transformador en ellas. Son los mismos clichés anodinos y poco imaginativos que han estado funcionando en la iglesia durante décadas y la han llevado a donde está hoy», apunta este comentarista, que es quien calcula que en 15 años no será sostenible ninguna comunidad de esta iglesia.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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