Reconozco que me cuesta mucho aceptar que algo sea imposible de salvar; me refiero, por ejemplo, a un matrimonio en plena crisis, o también, a uno que se ha alejado de la Iglesia y no muestra el más mínimo interés por volver a ella, o cualquier otra circunstancia semejante. Creo que textos como el de la primera lectura de hoy que encontramos en la Sagrada Escritura, nos animan a tener siempre precisamente esa mirada. Hay muchas cosas que son imposibles para los hombres, pero nada es imposible para Dios. La visión de los huesos secos es una imagen formidable de algo que está muerto y sin esperanza, algo imposible de resucitar. Y sin embargo, ahí está el espíritu que Ezequiel, el profeta, conjura y convoca desde los cuatro vientos y que tiene, como Señor y dador de vida, un poder infinito. Para Dios nada está absolutamente perdido nunca. El poder de Cristo que se manifiesta con autoridad y obra por medio de su Espíritu Santo corrobora esta visión de esperanza. Todo puede cambiar por amor. El amor es aquello que convierte por ejemplo, la muerte, de castigo en ofrenda; otro ejemplo, la cruz, pasa de ser castigo ignominioso a ser un lugar de fecundidad y vida.
No hay nada que no pueda curar y restaurar el amor cuando no está ni ensuciado ni tasado. Entonces, la pregunta surge inmediatamente: ¿Dónde encontrar ese amor en el que todo se resume? ¿Dónde encontrar ese amor puro y desbordante? ¿Dónde encontrar una fuente de amor así? La respuesta está en el corazón de Jesús. Él nos manda amar, pero no nos ha mandado algo que antes no nos haya dado. Antes de que nosotros lo amemos, Él nos amó primero, y si podemos amar a los demás es porque hemos podido amarnos a nosotros mismos, y si podemos amarnos a nosotros es porque hemos aprendido a establecer una relación de amor verdadero con Dios. Más que demostraciones teóricas, lo que sirve en este caso, es el testimonio real y concreto de las personas que han vivido esto. Abundan los testimonios de personas cuya vida perfectamente podría describirse con esta imagen, y en cuya historia de salvación Dios se ha implicado de tal manera que con su amor ha transformado su vida y ahora son capaces de mar y ser felices. Nunca es demasiado tarde. Nunca estamos demasiado lejos. Para Dios nada es imposible.
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