Mientras yacía en la cama de un hospital de Alberta a finales de julio, el obispo emérito de Calgary, Fred Henry, sacó fuerzas de flaqueza para romper públicamente el silencio sobre lo que considera la «mentira» imperante acerca de los niños de internados indios desaparecidos en Canadá y advierte que se está haciendo «un daño irreparable a la Iglesia que amo».
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