20/04/2024

Festividad de Santa Filomena

Saint Philomena Holy Card

Santa Filomena, Virgen y Mártir

Sobre su vida

Santa Filomena fue una joven mártir de la Iglesia primitiva, prácticamente desconocida hasta el 24 de mayo de 1802, cuando en una excavación en Roma, encontraron una tumba cerrada con piedras (que incluimos más abajo), conteniendo los restos mortales de Santa Filomena (de los cuales tenemos una reliquia en nuestra parroquia). Aunque se tenían sus restos mortales, aún no se sabía nada de la vida de Filomena, pero gracias a revelaciones privadas, recibidas en respuesta a oraciones de muchos para saber quien era y cómo llegó al martirio, en 1863 por tres diferentes personas, obtuvimos la respuesta.

Las personas favorecidas fueron un joven artista de buena moral y vida piadosa, un devoto sacerdote y una piadosa religiosa de Nápoles, la Venerable Madre María Luisa de Jesús quien murió en olor de santidad. (Estas revelaciones han recibido el Imprimátur de la Santa Sede dando testimonio de que no hay nada contrario a la fe. La Iglesia no ha hecho ningún otro pronunciamiento y no garantiza la autenticidad de las supuestas revelaciones. La Santa Sede dio la autorización para la propagación de estas el 21 de diciembre de 1883.)

Historia de la vida según las revelaciones a la Madre María Luisa de Jesús

O SOY LA HIJA DE UN PRÍNCIPE que gobernaba un pequeño estado de Grecia. Mi madre era también de la realeza. Ellos no tenían niños. Eran idólatras  y continuamente ofrecían oraciones y sacrificios a sus dioses falsos. Un doctor de Roma llamado Publio, vivía en el palacio al servicio de mi padre. Este doctor había profesado el cristianismo. Viendo la aflicción de mis padres y por un impulso del Espíritu Santo les habló acerca de nuestra fe y les prometió orar por ellos, si consentían a bautizarse. La gracia que acompañaba sus palabras, iluminaron el entendimiento de mis padres y triunfó sobre su voluntad. Se hicieron cristianos y obtuvieron su esperado deseo de tener hijos.

Al momento de nacer me pusieron el nombre de Lumena, en alusión a la luz de la fe, de la cual era fruto. El día de mi bautismo me llamaron Filumena, hija de la luz (filia luminis) porque en ese día había nacido a la fe. Mis padres me tenían gran cariño y siempre me tenían con ellos. Fue por eso que me llevaron a Roma, en un viaje que mi padre fue obligado a hacer debido a una guerra injusta.

Yo tenia trece años. Cuando arribamos a la capital nos dirigimos al palacio del emperador y fuimos admitidos para una audiencia. Tan pronto como Dioclesiano me vio fijo los ojos en mi.

El emperador oyó toda la explicación del príncipe, mi padre. Cuando este acabó y no queriendo ser ya más molestado le dijo: yo pondré a tu disposición toda la fuerza de mi imperio. Yo solo deseo una cosa a cambio, que es la mano de tu hija. Mi padre deslumbrado con un honor que no esperaba, accede inmediatamente a la propuesta del emperador y cuando regresamos a nuestra casa, mi padre y mi madre hicieron todo lo posible para inducirme a que cediera a los deseos del emperador y los suyos. Yo lloraba y les decía: ¿Ustedes desean que por el amor de un hombre yo rompa la promesa que he hecho a Jesucristo? Mi virginidad le pertenece a Él y yo ya no puedo disponer de ella.

Pero eres muy joven para ese tipo de compromiso -me decían- y juntaban las más terribles amenazas para hacerme que aceptara la mano del emperador.

La gracia de Dios me hizo invencible. Mi padre no pudiendo hacer al emperador ceder y para deshacerse de la promesa que había hecho, fue obligado por Dioclesiano a llevarme a su presencia.

Antes tuve que soportar nuevos ataques de parte de mis padres hasta el punto, que de rodillas ante mi, imploraban con lágrimas en sus ojos, que tuviera piedad de ellos y de mi patria. Mi respuesta fue: No, no, Dios y el voto de virginidad que le he hecho, esta primero que ustedes y mi patria. Mi reino es el Cielo.

Mis palabras los hacía desesperar y me llevaron ante la presencia del emperador, el cual hizo todo lo posible para ganarme con sus atractivas promesas y con sus amenazas, las cuales fueron inútiles. El se puso furioso e, influenciado por el demonio, me mandó a una de las cárceles del palacio donde fui encadenada. Pensando que la vergüenza y el dolor iban a debilitar el valor que mi Divino Esposo me había inspirado. Me venía a ver todos los días y soltaba mis cadenas para que pudiera comer la pequeña porción de pan y agua que recibía como alimento, y después renovaba sus ataques, que si no hubiera sido por la gracia de Dios no hubiera podido resistir.

Yo no cesaba de encomendarme a Jesús y su Santísima Madre.

Mi cautiverio duró treinta y siete días, y en el medio de una luz celestial, vi a María con su Divino Hijo en sus manos, la cual me dijo: “Hija, tres días más de prisión y después de cuarenta días, se acabará este estado de dolor.” Las felices noticias hicieron mi corazón latir de gozo, pero como la Reina de los Angeles había añadido, dejaría la prisión, para sostener un combate más terrible que los que ya había tenido. Pasé del gozo a una terrible angustia, que pensaba me mataría. Hija, ten valentía, dijo la Reina de los Cielos y me recordó mi nombre, el cual había recibido en mi Bautismo diciéndome: “Tu eres LUMENA, y tu Esposo es llamado Luz. No tengas miedo. Yo te ayudaré. En el momento del combate, la gracia vendrá para darte fuerza. El ángel Gabriel vendrá a socorrerte, Yo le recomendaré especialmente a él, tu cuidado”.

Las palabras de la Reina de las Vírgenes me dieron ánimo. La visión desapareció dejando la prisión llena de un perfume celestial.

Lo que se me había anunciado, pronto se realizó. Dioclesiano perdiendo todas sus esperanzas de hacerme cumplir la promesa de mi padre, tomó las decisión de torturarme públicamente y el primer tormento era ser flagelada. Ordenó que me quitaran mis vestidos, que fuera atada a una columna en presencia de un gran número de hombres de la corte, me hizo que me latigaran con tal violencia, que mi cuerpo se bañó en sangre, y lucía como una sola herida abierta. El tirano pensando que me iba a desmayar y morir, me hizo arrastrar a la prisión para que muriera.

Dos ángeles brillante con luz, se me aparecieron en la oscuridad y derramaron un bálsamo en mis heridas, restaurando en mi la fuerza, que no tenía antes de mi tortura.

Cuando el emperador fue informado del cambio que en mi había ocurrido, me hizo llevar ante su presencia y trato de hacerme ver que mi sanación se la debía a Júpiter el cual deseaba que yo fuera la emperatriz de Roma. El espíritu Divino, al cual le debía la constancia en perseverar en la pureza, me llenó de luz y conocimiento, y a todas las pruebas que daba de la solidez de nuestra fe, ni el emperador ni su corte podían hallar respuesta.

Entonces, el emperador frenético, ordenó que me enterraran, con un ancla atada al cuello en las aguas del río Tíber. La orden fue ejecutada inmediatamente, pero Dios permitió que no sucediera.

En el momento en el cual iba a ser precipitada al río, dos ángeles vinieron en mi socorro, cortando la soga que estaba atada al ancla, la cual fue a parar al fondo del río, y me transportaron gentilmente a la vista de la multitud, a las orillas del río.

El milagro logró que un gran número de espectadores se convirtieran al cristianismo.

El emperador, alegando que el milagro se debía a la magia, me hizo arrastrar por las calles de Roma y ordenó que me fuera disparada una lluvia de flechas. Sangre brotó de todas las partes de mi cuerpo y ordenó que fuera llevada de nuevo a mi calabozo. El cielo me honró con un nuevo favor. Entré en un dulce sueño y cuando desperté estaba totalmente curada. El tirano lleno de rabia dijo: Que sea traspasada con flechas afiladas. Otra vez los arqueros doblaron sus arcos, cogieron toda sus fuerzas, pero las flechas se negaron a salir. El emperador estaba presente y se puso furioso y pensando que la acción del fuego podía romper el encanto, ordenó que se pusieran a calentar en el horno y que fueran dirigidas a mi corazón. El fue obedecido, pero las flechas, después de haber recorrido parte de la distancia, tomaron la dirección contraria y regresaron a herir a aquellos que la habían tirado. Seis de los arqueros murieron. Algunos de ellos renunciaron al paganismo y el pueblo empezó a dar testimonio público del poder de Dios que me había protegido. Esto enfureció al tirano. Este determinó apresurar mi muerte, ordenando que mi cabeza fuera cortada con un hacha.

Palma-del-MartirioEntonces, mi alma voló hacia mi Divino Esposo, el cual me puso la corona del martirio y la palma de la virginidad.

Descubrimiento de la Tumba de Santa Filomena

El 2 de mayo 1802, por encargo especial del Papa Pío VII, se llevaron a cabo los trabajos de excavación de la catacumba de Santa Priscila, una de las más antiguas de Roma, que se remonta casi a los tiempos apostólicos. Los trabajadores estaban excavando en un remoto túnel, cuando uno de ellos escuchó un martillazo dado contra una superficie de cemento.

Es así como, por aparente casualidad, se descubrió un nicho en la muralla que nunca había sido abierto. Los operarios alumbraron con sus antorchas para ver si tenía algunas inscripciones… ¡Sí… las tenía! Era, con seguridad, la tumba de un mártir.

De acuerdo con los procedimientos, ellos tenían que parar los trabajos e informar a Monseñor Ponzetti, el guardián de los cementerios, el cual no demoró en llegar y fijó para el día siguiente la apertura del nicho.
Era una tumba pequeña, de no más de un metro y medio de largo, cerrada con tres baldosas de terracota, sobre las cuales estaba escrito en color bermellón, aún brillante en latín:

Lápidas Filomena

Entre las palabras, estaban unos símbolos, torpemente pintados: en la izquierda una ancla; en el centro unos látigos guarnecidos con bolitas de plomo en medio de tres flechas y una vara rematando en punta; y a la derecha, una palma entrelazada con un lirio. Todo esto representaba los diferentes géneros de tormentos que había padecido la santa mártir; su glorioso triunfo, era representado por la palma y el lirio.

El 25 de mayo de 1802, fueron removidas las lozas, la tumba fue abierta. Contenía pequeños huesos que no habían sufrido quebraduras; sin embargo, el cráneo estaba fracturado. En el cemento que cerraba la tumba, se encontraba incrustado un frasquito roto, con una sustancia, que al ser analizada, se comprobó que era sangre seca. Con eso, ya todo quedaba fuera de duda: era la tumba de un mártir. Los doctores y cirujanos convinieron que eran las reliquias de una niña de no más de 14 años de edad.

Estas fueron cuidadosamente selladas en una caja de madera revestida de cera, y llevadas a Roma, para ser guardadas en la Custodia General, hasta que el Papa diera permiso para exponerlas a la veneración de los fieles.

EL CURA DE MUGNANO BUSCA LAS RELIQUIAS DE UNA VIRGEN MÁRTIR

Las reliquias de Filomena, permanecieron desde 1802 en la Custodia General, hasta que en 1805, fueron llevadas a Mugnano, pequeña ciudad de la Diócesis de Nápoles. Son muy significativos los detalles de su traslado.

El Padre Francesco di Lucía, que atendía la parroquia de Mugnano, pequeña ciudad de la diócesis de Nápoles, fue invitado a acompañar a Roma al Padre Cesareo, para ser consagrado obispo.
El Padre Francesco se alegró mucho por la invitación de su amigo, ya que tenía la secreta esperanza de conseguir en Roma, las reliquias de una virgen mártir conocida, que le ayudara a convertir su parroquia, hasta ahora muy reacia.

Llegando a Roma, obtuvo pronto audiencia con el guardián de la Custodia General, Monseñor Ponzetti, y le expuso su deseo. Este, convencido por el devoto y humilde sacerdote, lo llevó donde estaban las reliquias, y le dijo que escogiera, entre las trece que se encontraban guardadas ahí.

Muy contento, Don Francesco investigó entre las reliquias de estos mártires. Sólo tres eran conocidos: una eran las de un niño, la segunda las de un adulto, y la tercera las de Filomena.

Cuando se detuvo delante de la caja que contenía los restos de Filomena, se llenó de gozo, como si la pequeña mártir le hiciera señas… y pensó que era, indudablemente, la intercesora que necesitaba.

El Obispo Guardián prometió entregarle dichas reliquias… Pero ¡qué desilusión! En lugar de remitírselas, el oficial se acercó a él y le dijo, que por ser tan pocos los cuerpos de mártires conocidos debían ser guardados para Iglesias o Diócesis especiales.

Grande fue su desaliento y tristeza… A ello agregó el calor sofocante de Roma… Con todo esto, Don Francesco perdió el sueño y el apetito. Y enfermó. Al verlo así y para confortarlo, un amigo le ofreció las reliquias de un mártir desconocido. Pero él le dijo: ”Será Filomena o nadie… ya que sólo ella podrá convertir a mi Parroquia”.

FILOMENA QUIERE IR A MUGNANO
Una noche, el Padre Francesco, se encontró ardiendo en fiebre y tan cansado, que prometió solemnemente a Filomena que si ella lo sanaba, sería la Patrona de Mugnano. En forma sorprendente la fiebre lo dejó enseguida, y entró en un refrescante sueño. la mañana siguiente, despertó en perfecta salud.

Muy decidido a lograr su objetivo se dirigió a su amigo, el Padre Cesareo, recién consagrado Obispo, y le pidió que usara su influencia para conseguir las reliquias deseadas. Cuando Monseñor Cesareo escuchó la historia, estuvo de acuerdo en que la santita parecía querer irse a Mugnano. Se sumó, pues, a la petición de Don Francesco y esta vez el Guardián accedió a su petición.

Extraordinaria fue la alegría que experimentó el Padre Francesco, cuando recibió la noticia.

Llenos de gozo, el buen Obispo y Don Francesco tomaron posesión del precioso cofre, decididos a llevar a Filomena a Nápoles. Entre muchas oraciones y honores, dispusieron, sin demora, que el cofre fuera puesto en el asiento de enfrente del carro episcopal.

Este fue el comienzo. Filomena había dado dos pequeñas y dulces pruebas de que quería ir a Mugnano. Era como si mostrara signos de haber despertado de su sueño de diecisiete siglos y medio.

FILOMENA SALE DE ROMA
Después de su largo silencio, ella estaba lista para volver a trabajar en este problemático mundo, empezando con nuevos milagros desde Mugnano.

En el último momento se le ocurrió a un servidor desplazar el cofre y, para mayor seguridad, amarrarlo debajo del asiento del Obispo. Este subió, se sentó y , repentinamente, se levantó enojado, retando al sirviente, porque el equipaje mal amarrado se había deslizado hacia adelante y había golpeado su pierna. A pesar de los cuidados del sirviente, el incidente se repitió dos veces más. Dijo el Obispo”¿Qué cosa has puesto allí y cómo la has puesto? ¡Si esta fuera mi valija, yo preferiría llevarla sobre mis rodillas todo el camino, que verme golpeado constantemente por ella! ¡Sácala fuera!”.

Era la pequeña caja conteniendo las reliquias. Al ver el Obispo que el hombre tenía dificultad para desplazar el cofre le dijo: “¿Tú sabes que es esto? Es la caja de unas reliquias. ¿No dije, acaso, que esto debe ser puesto cuidadosamente en el asiento de enfrente…?”

Cuando el coche estaba viajando sobre el camino empedrado, el Obispo recordando lo sucedido, comenzó a recapacitar, y se dio cuenta que los golpes no eran de una caja, sino de Filomena que había golpeado sus episcopales piernas.

El buen Obispo napolitano comprendió todo. Descubriendo su cabeza, se arrodilló en el coche y, humildemente, besó la caja de las reliquias pidiendo el perdón de Filomena. El viaje comenzó y continuó como una peregrinación, yendo Filomena delante de ellos. Llegaron a Nápoles al día siguiente.

LA PRIMERA IMÁGEN DE LA SANTA
Las reliquias fueron depositadas en una capilla privada de un rico y conocido publicista, don Antonio Terres. Ahí se modeló, a la manera napolitana, una figura de papel maché representando a la Santa. El resultado era desilusionante. Una mano sostenía una lila artificial y una hoja de palma, mientras la otra sostenía una flecha apuntando hacia el corazón de Filomena. Mientras se vestía la imagen, la fragancia de los más dulces perfumes llenó la casa de doña Angela, esposa del señor Terres.

Antes de emprender nuevamente el viaje y dejar la casa de los Terres, Filomena sanó a su empleada, de una enfermedad incurable que padecía desde hacía doce años.

Durante los tres días en los cuales las reliquias fueron expuestas en la Iglesia de San Angelo, Filomena no hizo ningún milagro. Los sacerdotes de aquel lugar confesaron a don Francesco haber determinado, que si ella obraba cualquier milagro, no la dejarían partir de ningún modo. Con eso don Francesco se convenció que Filomena quería estar en Mugnano y solamente ahí empezaría su trabajo.

El nueve de agosto se pusieron nuevamente en marcha, y al llegar a Cimitile, cerca de Nola, donde miles de cristianos habían sido martirizados por los emperadores romanos, la caja se puso tan pesada que parecía de plomo, imposible de llevar; tuvieron que dejarla en el suelo. Aunque hecha sólo de madera, al golpear en la tierra dio un ruido metálico, como de bronce, sonido que se extendió en todo el lugar. Era como el saludo de Filomena a aquellos, que como ella, habían dado su vida por Cristo.

El 10 de Agosto, nuevamente la caja se puso tan liviana como una pluma. Cuando don Francesco entró en el distrito de Mugnano, con el ambiente del sofocante calor del verano napolitano, Filomena dio un saludo mediante una refrescante y abundante lluvia. Al llegar a la ciudad, fueron saludados no sólo por los pobladores, sino también por grupos de aldeanos de los alrededores y por niños que ondeaban ramas de olivos.

Todos bailaban, lanzando sus sombreros yf pañuelos en el aire y gritando “¡Viva la Santa! ¡Viva la Santa!”
Mientras la procesión del clero, que iba a escoltar a Filomena a la parroquia, se estaba formando afuera, la vista de la imagen de la Santa llenó los corazones con una alegría celestial. Muchos lloraban fuertemente, mientras otros, en jubilosos excesos exclamaban: “¡Oh, Paraíso! ¡Oh, Paraíso! ¡Oh, los maravillosos consuelos de Dios!”.

EMPEZÓ UNA LLUVIA DE MILAGROS
Al momento en que iban entrando las reliquias de la Santa en la Iglesia de Nuestra Señora de la Gracia, una señora de la nobleza quien padecía de úlceras cancerosas y que estaba programada a la amputación de una pierna, se alivió completamente ese mismo día, esta curación está inscrita en el registro de milagros de esta iglesia. Posiblemente la más milagrosa intercesión de la Santa fue que precisamente cuando se echaron a vuelo las campanas de la iglesia para indicar la entrada de las reliquias, el paralítico del pueblo de nombre Angelo Bianchi, fue curado inmediatamente entrando por su propio pie a la iglesia gritando que había sido curado al oír repicar las campanas, atrayendo hacia él las miradas sorprendidas de los feligreses reunidos para la celebración.

La santas reliquias fueron expuestas a la veneración del público en el altar mayor de la Iglesia de Nuestra Señora de las Gracias. Y empezó una serie ininterrumpida de milagros asombrosos, que dieron a entender a aquellos felices habitantes que, con los preciosos restos de Santa Filomena habían adquirido una prodigiosa protectora, que sembraba por todas partes consuelo, sanaciones y alegría. Desde entonces, su devoción se extendió por toda la cristianidad.

Los milagros realizados en Mugnano, podrían llenar páginas y páginas; la misma imagen, realizada a prisa, en Nápoles, en la casa del Señor Terres, se había transformado completamente, sin que interviniera mano alguna.

Los peregrinos la miraban y no podían explicarse el atractivo de esta figura. Muchos fueron testigos de que Filomena abría y cerraba sus ojos cuando ellos se arrodillaban delante del altar, a orar ante ella.
Mariana Masucci, se negó a creer tal cosa, diciendo: “Si ella muestra esas maravillas a otros, por qué no a mí”. En ese momento Filomena abrió sus ojos, miró severamente a Mariana y los cerró nuevamente.

La gran mística y vidente, la Beata Ana María Taigi, la ama de casa a quien incluso los Cardenales debían esperar a ser atendidos hasta que terminara de dar de comer a su esposo y familia, venían a verla por sus dones de profesía, era una gran devota de Santa Filomena y diariamente le rezaba, un poco antes de su muerte cuando su nieta Pipina se desprendió la pupila concluyendo los doctores que era incurable, la Beata Ana María mojó su dedo en el aceite de las lámparas que alumbran las reliquias de Santa Filomena y se lo aplicó al ojo herido de su nieta, quedando instantáneamente curada.

Igualmente una madre utilizó el aceite de las lámparas para aplicárselo a los ojos de una niña ciega, quedando curada al día siguiente.

Esto convirtió a Santa Filomena en una intercesora muy popular, por lo que llevó al Obispo Di Cesare a enviar por toda Italia como reliquia, el polvo de los huesos de Santa Filomena, sin embargo, por más que lo enviaba, éste no se agotaba, sorprendiendo sobremanera el Obispo, reportò este hecho al Vaticano, a la Congregación de los Ritos, mismo que realizaron una prueba enviando al mismo tiempo el polvo de los huesos de otro santo. Después de un tiempo, el polvo del otro santo se terminó, pero el de Santa Filomena, lejos de disminuir, al contrario, aumentó. Este milagro ocurrió precisamente ante la mirada de obispos y cardenales en el mismísimo Vaticano reconocido y pregonado por la Congregación de los Ritos.

PAULINA JARICOT, UNA MISIONERA LAICA
En medio de los incontables milagros de Santa Filomena, que es imposible relatar en esta biografía, uno de ellos vale la pena ser narrado por la importancia que tendrá en el futuro. Se trata de Paulina Jaricot, fundadora de la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe. Paulina nació en Lyon (Francia), en 1799. Era la última de una familia de ocho hijos. Sus padres eran dueños de una empresa dedicada a la fabricación de seda. Pertenecían a la alta sociedad de Lyon.

De pequeña, Paulina se relaciona de muy buena gana con este ambiente burgués. Luciendo vestidos de moda, de baile en baile, nada parece indicar lo que sería su vida.

“Me decían que era guapa, y había que estar muerta para permanecer insensible a los halagos y zalamerías de los jóvenes que me rodeaban”, escribe Paulina.

A los 17 años, asiste al primer domingo de Cuaresma, vistiendo una elegante tenida de tafetán azul claro, almidonado, ricamente bordado en blanco, un sombrero de paja de Italia, adornado con rosas y llevando sus cabellos completamente rizados. Escuchando las palabras del sacerdote, que predica sobre las “ilusiones de la vanidad”, Paulina se reconoce en la imagen que dibuja el predicador.

De inmediato rompe con sus hábitos de lujo y riqueza. Una voz le dice con fuerza que no debe ser religiosa; se mantiene laica, pero muy comprometida con la iglesia y los pobres.

Con una sencillez admirable, inicia en 1818, la colecta de la“chaucha semanal”pidiéndole a los obreros de Lyon que donaran un centavo a la semana para las misiones, que daría a la iglesia la base económica de las misiones del siglo XIX, llegando a ser la fundadora de la Asociación por la Propagación de la Fe. Una enfermedad la obligó a suspender sus actividades y aprovechó para escribir el tratado: “El Infinito Amor de la Divina Eucaristía”.

Concibió también la idea del Rosario Viviente, que reunió rápidamente doscientos mil miembros*.
En 1832, se enfermó de gravedad, tanto es así, que la creyeron a las puertas de la muerte. Es en estas circunstancias que algunos hermanos de la Orden de San Juan de Dios, recorriendo el país para recolectar donaciones en beneficio de los incurables, enfermos mentales y epilépticos pobres, llaman a la puerta de los Jaricot, que eran conocidos por su generosidad.

Al informarse de la grave enfermedad de la hija menor de esta familia, los hermanos invitan a los padres a confiar y pedir su sanación a Santa Filomena, que obra tantas maravillas.

Al oír eso, Paulina comenzó enseguida una novena a Santa Filomena… y su salud mejoró inmediatamente. Ya podía sentarse, dar algunos pasos, escribir… Pero, poco después, tuvo una recaída, y los doctores advirtieron a los padres, que podría morir en cualquier momento.

El último deseo de la enferma era ir con su familia a Mugnano, donde se veneraban las reliquias de la Santa.

PAULINA PEREGRINA A MUGNANO
Después de mucha oración, Paulina consultó con su médico sobre la posibilidad de una peregrinación. El doctor pensó que el sufrimiento había afectado su mente… Pero ella quería una respuesta enseguida… El doctor le contestó: “No hemos podido hacer nada para sanar su enfermedad- y dirigiéndose a sus familiares les dijo – Déjenla hacer la peregrinación… no irá lejos. Es demasiado para ella”.
Es así como Paulina, acompañada de su capellán, una sirvienta y una amiga, emprendió su viaje, tendida en una camilla.

*Ver esta devoción.

Pálida, casi moribunda, llegó a Paray-le Monial. Pasó todo el día en la capilla de la Visitación, donde Jesús había revelado los secretos de su Sagrado Corazón a una humilde religiosa de la Visitación.
Terminada la peregrinación, anunció a sus acompañantes que quería seguir a Roma, para recibir la bendición del Santo Padre y su aprobación para El Rosario Viviente.

Emprendieron, pues, la segunda etapa del viaje. Cuando se acercaron a los Alpes, donde debían pasar la frontera, tanto era su agotamiento, que parecía que iba a morir. Pero ¡no…! Se recuperó y ordenó continuar el viaje que duraría semanas. Esto ocurrió en abril de 1835. Todos los días asistía a Misa, hablaba muy poco y luchaba por conservar su fortaleza.

SERIA UN MILAGRO DE PRIMERA CLASE
Antes de llegar a Roma, tuvo un ataque al corazón, del que parecía imposible recuperarse; además ardía en fiebre.

Al llegar al convento del Sagrado Corazón, en Trinitá dei Monti donde se iban a alojar, estaba tan enferma, que el Papa Gregorio XVI al saber de su estado, de su heróica peregrinación, y conociendo su celo apostólico, vino a verla privadamente para darle su bendición, y le pidió que rogara por él, cuando llegara al cielo.

-”Sí, Santo Padre- le dijo Paulina – pero si al volver de Mugnano, voy a pie a Roma, completamente curada, ¿consideraría usted, la causa de Filomena?

-Sí, hija mía -replicó el Papa- porque ese sería, sin duda, un milagro de primera clase”… En realidad el Papa, condescendió con facilidad, porque estaba persuadido de que moriría luego.

Alentada y con esta promesa, Paulina, una vez más emprendió con valentía el viaje a Mugnano. Cuando llegaron a Nápoles, estaba tan débil, que ni siquiera podía hablar. Sus acompañantes quisieron detenerse, pero ella con el dedo indicó que había que seguir adelante. Cumplieron su último deseo, avanzando lentamente.. Llegaron a Mugnano el 8 de agosto de 1835, cuando todo el pueblo estaba alborotado por los preparativos para la festividad del 10.

La intención de Paulina Jaricot, no era obtener la sanación de su cuerpo, como lo podríamos creer, sino que quería obtener gracias para su alma y para sus asociaciones apostólicas. Al ver su moribunda apariencia, cuando la llevaron a la iglesia en su camilla, la gente pidió a Santa Filomena la sanación de esta heróica peregrina.

¿NOS ESCUCHAS FILOMENA?
Los exuberantes napolitanos empezaron a emplazar a la Santa, golpeando su altar, diciéndole:”¿Nos escuchas Filomena? Si no la sanas enseguida, no te rogaremos más! ¡No tendremos nada más que ver contigo! ¡Tanto peor para ti, gran santa, si no haces lo que te pedimos, porque mantendremos nuestra palabra!”. Gritaban tan fuerte, que si Filomena no estaba vencida, Paulina, sí lo estaba… Tuvieron que decir a los gritones que la enfermita les rogaba que oraran más bajo… pero nada sucedió, ni tampoco el día siguiente.

Llegó el día de la fiesta. En el momento de la comunión, Paulina, experimentó una temerosa angustia en su corazón, que latía como si fuera a romperse…, se desmayó del dolor, y parecía que estaba muerta. Sus acompañantes, esta vez perdieron toda esperanza, pero los napolitanos no dejaron de manifestar su impaciencia.

FILOMENA SANA A SU AMIGA
A esta altura, intentaron llevar a Paulina, fuera del templo, en su camilla, con sus ojos velados de muerte, pero ella, con un supremo esfuerzo, pudo señalar que deseaban que la dejaran donde estaba.

En aquel momento, lágrimas comenzaron a rodar bajo sus párpados, sus mejillas se sonrojaron, sus heladas manos y pies empezaron a sentir un nuevo calor, su alma que estaba en un estado de desolación, se llenó de una alegría del cielo… tanto es así que pensó que el cielo había comenzado. Fue entonces cuando se dio cuenta que estaba sanada.

Sin embargo se encontraba tan agotada y débil, tan emocionada por todo lo que había vivido, que no se atrevió a manifestar la menor señal, temiendo la reacción de triunfo emocional que podía despertar
en la asamblea. En la tarde, después de la bendición al Santísimo, se sintió más fuerte…

No había ninguna duda del milagro. El Padre, Don Francesco, ya anciano, que conocía a Filomena desde hacía años, quiso comprobar por sí mismo la sanación.

La noticia se difundió, como reguero de pólvora: ¡la peregrina francesa caminaba, completamente sana!. Santa Filomena le había devuelto la salud, la fortaleza y el vigor de una nueva juventud. las campanas repicaron; todos los habitantes de Mugnano estaban alborotados, y Paulina era el centro del remolino de gratitud.

VUELTA A ROMA
Paulina inició el viaje de regreso a Roma, pidiendo permiso de que no se le avisara al Santo Padre de su curación. Cuando entró a los aposentos del Santo Padre sin ser anunciada, éste sorprendido exclamó : “eres tú o eres una aparición, ésta es realmente mi hija Paulina, o es su espíritu que se ha levantado de su tumba o es que realmente ha intercedido a tu favor la Santa Niña Mártir”

Cómo demostración de su curación el Santo Padre le pide a Paulina que corra por los pasillo del Vaticano, y tanto corrió que los mismos Cardenales le decían al Papa Santo Padre: los pasillos del Vaticano no se hicieron para correr, a lo que les contestó “si está viva entonces déjenla correr”Le pidió que permaneciera en la ciudad por un año, para que su sanación pudiera ser completamente investigada. Paulina obedeció. Durante su permanencia en el corazón de la Cristiandad, Paulina se puso más animosa y misionera que nunca.

El Papa mantuvo su promesa, y dio a Santa Filomena el título de “Patrona del Rosario Viviente”, que Paulina Jaricot había iniciado en Francia.

El 30 de enero de 1837, el Papa Gregorio XVI, instituyó una fiesta especial en honor de Santa Filomena, con una lectura propia insertada en el Breviario.

Más tarde, un oficio especial fue compuesto en honor de la Santa por orden del Papa Pío IX y, en 1862, se la coronó como: “Patrona de los Hijos de María”.

EL CULTO DE FILOMENA EN FRANCIA
Cuando Paulina Jaricot volvió a Francia, construyó en su propiedad una capilla en honor a Santa Filomena, que era una reproducción en miniatura de la Iglesia de Mugnano, la cual poco a poco se llenó de placas recordatorias, testificando los milagros obtenidos.

Estando en contacto con el Santo Párroco de Ars, Paulina compartió con él parte de las reliquias, que había traído de Mugnano. Este santo sacerdote fue rápidamente un fervoroso devoto de Filomena y le levantó un altar en su iglesia.

Por su heróica pobreza, penitencia, fe y caridad, el Santo Cura de Ars había transformado a su parroquia; allí realizaba grandes conversiones y milagros, en especial a través del Sacramento del Perdón… Para evitar el culto hacia su persona, decía que todas las maravillas que sucedían eran obra de Santa Filomena. A las personas que lo venían a ver, de todas partes del país, para confesarse o pedir consejos, les decía: “Vayan a Santa Filomena, cualquier cosa que le pidan, ella lo conseguirá de Dios”.

De hecho, no se puede negar que en varias oportunidades, Santa Filomena se manifestó en la vida del Santo Párroco de Ars, sanándolo a él y a algunos de sus feligreses.

Al inicio del trabajo sacerdotal de San Juan María de Vianney, mejor conocido como el Cura de Ars, enfermó gravemente de pulmonía doble , a grado tal de recibir la extremaunción, con su último aliento, el Cura de Ars pidió se celebrara una misa en honor a Santa Filomena pidiéndole su intercesión, y al día siguiente estaba completamente reestablecido. El Cura de Ars incluso llegó a declarar “Nunca le he pedido algo a Santa Filomena que no me lo haya cumplido”, se llegaron a contar en la Iglesia del Cura de Ars 14 milagros por semana por su intercesión.

Otro milagro en la iglesia del Cura de Ars a través de Santa Filomena se le otorgó a un niño mudo y paralítico. Sus padres llevaron al niño a ver al Santo Cura de Ars y al parase en el atrio de la iglesia, el Cura deteniendo su clase de catecismo les dijo: “pobres hijos míos, vienen de tan lejos para buscar algo que tienen en casa, su fe es muy grande”. Al terminar su clase, el Cura les pidió que se arrodillaran ante la imagen de Santa Filomena y que le pidieran la intercesión de la Virgen María. De pronto se escuchó un gran ruido de sillas rechinando contra el piso: el padre se había desmayado al escuchar decir a su hijo mudo desde nacimiento: “es bella, es bella”, y el niño desde ese momento quedó curado de todas sus enfermedades.

Santa Filomena escogió a su campeón en la figura de su sacerdote desparpajado de un pequeño pueblo que tenía corazón de niño pero valiente como ella para ayudarlo a cumplir sus deberes y proteger su humanidad al preservarlo de conocer sus propios poderes de intercesión ante el Señor.

Es evidente, que Filomena y el Santo Párroco de Ars, formaban una dupla maravillosa, y eso favoreció también, el culto de la pequeña mártir.

FILOMENA REVELA SU VIDA A UNA RELIGIOSA
La fuente principal que nos permite conocer mejor a Santa Filomena, se la debemos a una religiosa de Nápoles, llamada sor María Luisa de Jesús, de la Orden Tercera de Santo Domingo y Fundadora de las Oblatas de Nuestra Señora de los Dolores. Esta religiosa de 34 años, tenía una gran devoción a Santa Filomena, y había puesto bajo su protección el Instituto que había fundado para la educación cristiana de las niñas pobres.

En diversas ocasiones, Santa Filomena le había dado muestras sensibles de su protección, librándola de algunas penosas tentaciones de desconfianza y de impureza, con que el Señor la había querido probar y purificar.

El 3 de agosto de 1832 la Madre María Luisa estaba arrodillada delante de la estatua de Santa Filomena, haciendo su acción de gracias después de la Comunión; de repente, sintió un gran deseo
de conocer el verdadero día de su martirio, porque el 10 de agosto, en que se celebraba a esta Santa, no era sino el día en que trasladaron sus reliquias a Mugnano, donde son conservadas y veneradas.

De repente se sintió movida a cerrar sus ojos y oyó una suave y graciosa voz que venía de la imagen, que le decía: “Querida hermana, el 10 de agosto fue el día de mi descanso, mi triunfo, mi nacimiento en el Cielo, mi entrada en la posesión de tales bienes celestiales, que la mente humana no puede siquiera imaginar. Es por eso que mi celestial Esposo dispuso que mi llegada a Mugnano se realizara en la misma fecha en que yo entré en el cielo, y lo había dispuesto todo para que esta llegada fuera gloriosa y triunfante. Toda la gente estaba alborotada, aún cuando el sacerdote que me llevó, había determinado que mi traslado debía realizarse a su propia casa el día 5 de agosto. Mi Omnipotente Esposo lo impidió con tantos obstáculos, que el sacerdote, aunque hizo todo lo posible para llevar a cabo su plan, no pudo hacerlo. Mi traslado fue hecho el día 10, aniversario de mi fiesta en el Cielo“.

EL CURA DE MUGNANO, CONFIRMA LOS HECHOS
Cuando la Madre María Luisa tomó conciencia del acontecimiento, se llenó de estupor, porque pensaba que había caído en una ilusión. Su primera reacción fue ir a ver a su director espiritual y contarle en Confesión todo lo que le había ocurrido.

Conociéndola como una persona equilibrada y llena de sabiduría, su confesor escribió a don Francesco, párroco de Mugnano, para averiguar la autenticidad de los hechos.

A pesar de que habían pasado 26 años, el sacerdote recordaba perfectamente los obstáculos que había encontrado para traer rápidamente, según sus deseos, las reliquias desde Roma; estos atrasos permitieron providencialmente que la entronización se hiciera solamente el día 10 de agosto, fecha de su triunfo en el martirio.

Estas informaciones, dieron confianza al confesor, y le pidió a la religiosa que preguntara a Santa Filomena mayores detalles sobre su vida y martirio. La Madre obedeció, se acercó a la imagen de Santa Filomena, le rogó que le perdonara su atrevimiento e indignidad y le pidió con toda humildad que le revelara algo de su vida y martirio, según se lo había solicitado su confesor.

SOY GRIEGA, HIJA DEL REY…
Un día, mientras la hermanita estaba orando en su celda, sintió, como la primera vez, la necesidad de cerrar los ojos. En seguida escuchó la misma suave voz de Filomena, quien, respondiendo a su deseo, le contó su historia: “Yo soy hija del rey de un pequeño Estado de Grecia. Mi madre también era de sangre real. No pudiendo tener hijos, mis padres continuamente ofrecían sacrificios y oraciones a los falsos dioses para obtener un niño“.

“Nosotros teníamos en nuestra familia a un doctor llamado Publius, que era cristiano. El se compadeció de la ceguera de mis padres, y especialmente tuvo compasión de mi madre por su infertilidad. Inspirado por el Espíritu Santo habló a mis padres de nuestra Fe, y les hizo esta promesa: “Si ustedes quieren un niño, bautícense y abracen la religión de Jesucristo”. La Gracia acompañó sus palabras, sus mentes fueron iluminadas y sus corazones ablandados. Aceptaron y siguieron el consejo de Publius. Fueron instruidos durante un tiempo y bautizados junto con varios de sus cortesanos”.

FUI LLAMADA LUMINA
“Al año siguiente – 10 de enero para ser exacta- yo nací y fui llamada Lumina, porque había sido concebida y nacida a la Luz de la Fe, de la cual mis padres eran ahora verdaderos devotos. Cariñosamente me llamaban Filomena, o sea, Hija de la Luz, de esa Luz de Cristo que habita en mi alma por la gracia que recibí en el Bautismo.

Debido a mi nacimiento muchas familias en el Reino llegaron a ser cristianas. Yo crecí en la enseñanza del Evangelio, que se grababa profundamente en mi corazón”.

“Cuando yo tenía sólo cinco años, recibí por primera vez a Jesucristo en la Santa Eucaristía; y ese día, fue sembrando en mi corazón del deseo de estar unida para siempre a mi Redentor, Esposo de las vírgenes. A los once años me consagré a Él por voto solemne”.

“Llegó el año trece de mi vida. La paz de Cristo que, hasta ese día, había reinado en la casa y en el Reino de mi padre, fue perturbada por el orgulloso y poderoso emperador , Dioclesiano quien, injustamente, nos declaró la guerra. Mi padre, comprendiendo que no podía enfrentarse a Dioclesiano, decidió ir a Roma a hacer un pacto de paz con él”.

“Era tan grande la tierna afección que mi padre tenía por mí, que no podía vivir sin tenerme a su lado. Es así que me llevó con él a Roma. Y mi madre, que no quiso dejarnos solos, nos acompañó. “Habiendo llegado a Roma, mi padre pidió audiencia con el Emperador, y el día señalado, quiso que mi madre y yo lo acompañáramos al Palacio de los Césares”.

EL EMPERADOR SE ENAMORA DE FILOMENA
“Introducidos en presencia del Emperador, mientras mi padre defendía su causa y denunciaba la injusticia de la guerra con que lo estaba amenazando, el Emperador no dejaba de mirarme”.

“Finalmente Dioclesiano, interrumpió a mi padre, y le dijo con benevolencia:” No te angusties más. Tu ansiedad está por terminarse… Consuélate. Tú tendrás toda la fuerza Imperial para tu protección y la de tu Estado, si aceptas una sola condición: darme a tu hija Filomena, como esposa”.

“En seguida, mis padres aceptaron su condición… Yo no dije nada, pues no convenía oponerme a mi padre frente al Emperador… pero en mi interior, dialogando con mi Esposo Jesús, estaba firmemente decidida en permanecer fiel, a cualquier precio”.

“Muy contentos mis padres pensaron que todo estaba solucionado… Pero al salir del Palacio de los Césares, con respeto, dije a mis padres, que no aceptaba la proposición de Dioclesiano, por más grandioso que se presentara mi futuro… Ellos trataron de convencerme de mil maneras…insistiendo sobre la suerte que tenía de llegar a ser Emperatriz de los Romanos”.

HIJA, TEN PIEDAD DE TUS PADRES… DE TU PAÍS…
“Sin vacilar ni un solo momento, yo rechacé la tentadora propuesta, diciéndoles que estaba comprometida con Jesucristo y que me había desposado con Él, haciendo un voto solemne de virginidad, cuando tenía once años”.

“Mi padre trató de persuadirme, diciéndome que como niña e hija, yo no tenía derecho de disponer de mí misma… y usó de toda su autoridad para hacerme aceptar la propuesta. Pero, mi Divino Esposo me dio la fortaleza para perseverar en mi resoluciónf”.

“Al ver que no cedía, mi madre recurrió a las caricias… rogándome tener piedad de mi padre… de ella… de mi país… Yo le contesté, con una firmeza que me sorprendía: “Dios es mi padre y el Cielo es mi patria”.

“Mis padres fueron incapaces de doblegarme, incluso con tremendas amenazas. Frente a mi voluntad, estaban desarmados… Y lo que más les preocupaba, era que mi negación podía ser tomada por el Emperador como un mero pretexto de mala fe y la excusa de un embaucador. Cuando mi padre tuvo que informar al Emperador de mi decisión, Dioclesiano ordenó que fuera llevada a su presencia”.

“Pero yo no quería ir… Cuando me vieron tan decidida en mi resolución, mis padres se arrojaron a mis pies y me imploraron aceptar y hacer lo que ellos deseaban, diciéndome: “¡Hija, ten piedad de nosotros! ¡Ten piedad de tu país y de tu reino!. Yo repliqué: “Dios y la Virgen primero. Mi reino y mi país es el Cielo”.

COMENZÓ A AMENAZARME
“Finalmente frente a tanta presión, decidí presentarme frente al tirano, pensando que era necesario dar testimonio de Jesús”.

“Dioclesiano primero me recibió con mucha bondad y honor para hacerme acceder a sus requerimientos, y renunciar a mi decisión, pero no obtuvo nada de mí. Viéndome absolutamente firme y sin temor frente a su poder imperial, perdiendo su paciencia y toda esperanza de conseguir su deseo, comenzó a amenazarme. Pero, no pudo vencerme, ya que el espíritu de Jesús me daba fortaleza. Entonces, en un acceso de furia, bramando como un demonio, lanzó esta amenaza:

-´¡ Si tú no me tienes como amante, me tendrás como un tirano!”.

-´¡ No me preocupa como amante, ni le temo como tirano!”- le repliqué.

´El Emperador, visiblemente furioso, ordenó que me encerraran en un calabozo, frío y oscuro, bajo la guardia del Palacio Imperial´.

“Fui encadenada de pies y manos, y me daban de comer sólo pan y agua, una vez al día. Pensando que, con este régimen severo y duro, yo cambiaría de idea, Dioclesiano venía diariamente a renovar su oferta. Pero yo no estaba sola, mi celestial Esposo cuidaba de mí, y nunca cesé de encomendarme a El y a su purísima Madre”.

HIJA MÍA, TE QUEDAN SÓLO TRES DÍAS
“Hacía treinta y siete días que vivía con este régimen, cuando la Santísima Virgen se me apareció, rodeada por la Luz del Paraíso, con el Niño Jesús en sus brazos, y me habló así: “Hija, ánimo, permanecerás tres días más en este calabozo, y en la mañana del día 40 de tu encarcelamiento, dejarás este lugar de pesares”.

“Con estas palabras, yo me llené de alegría… pero entonces, la Virgen continuó hablándome: “Cuando dejes esta celda, serás expuesta a una gran lucha, de atroces tormentos, por el amor de mi Hijo”.

“Inmediatamente me estremecí y me vi a mí misma en la angustia de muerte, pero la celestial Reina me dio coraje, diciéndome así: “ hija mía, te quiero muchísimo, ya que llevas el nombre de mi Hijo. Te llaman Lumina, y mi Hijo es llamado Luz, Sol, Estrella; y a mí me llaman Aurora, Estrella, Luna. Yo seré tu Auxiliadora. Ahora, es la hora de la debilidad humana que te humilla, que te atemoriza, pero vendrá de lo alto la gracia de la fortaleza, la que te asistirá, y tendrás a tu lado a un Angel que te cuidará, la protección del Arcángel San Gabriel, cuyo nombre significa “Fortaleza de Dios”. Este Arcángel fue mi protección en la tierra, y yo te lo enviaré para que te ayude, porque tú eres mi hija, la más querida hija entre todas mis hijas. Gabriel te asistirá, y con él saldrás victoriosa”.

“Estas palabras reavivaron mi ánimo y coraje. la visión desapareció, dejando impregnado de fragancia mi prisión, y me consoló”.

AZOTADA, SANADA POR DOS ÁNGELES
“Al cabo de este tiempo, Dioclesiano empezó a ponerse nervioso, esperando mi decisión; cuando pasaron los cuarenta días, tal como me lo había anunciado la Santísima Virgen, el tirano me hizo sacar de la prisión, resolvió torturarme y amenazarme para que retractara al voto de virginidad que había hecho a mi Esposo. luego, en presencia de muchos de sus hombres de armas y otros oficiales del Palacio me hizo atar a una columna para ser azotada cruelmente, diciendo: “ Después que esta niña cualquiera, rehusó obstinadamente a un Emperador, por amor a un malhechor, que como todos saben, fue condenado a muerte en la cruz por sus propios compatriotas, ella merece ser tratada como Él, por mi justicia”.

“Al ver mi cuerpo ensangrentado y cubierto de heridas, y que la vida se me iba, ordenó me llevaran de vuelta a prisión a morir. Tirada en el suelo, y con el cuerpo ardiendo en fiebre, yo esperaba la muerte. Entonces, dos ángeles se me aparecieron, y con un aceite precioso, ungieron mi cuerpo malherido y me sanaron”.

OTRA VEZ EL EMPERADOR TRATA DE SEDUCIRLA
Al día siguiente, el Emperador ordenó que la doncella compareciese en su presencia; Filomena heróica y sonriente, apareció tranquila ante el tirano.
Cuando el Emperador vio que habían desaparecido todas las huellas de los azotes, quedó pasmado. Al verla en perfecta salud y con la belleza que lo había obsesionado, trató de hacerle creer que debía este favor a Júpiter, su falso dios, que la había curado porque su destino era ser la esposa del Emperador. Le habló en estos términos:

-“Tu juventud y hermosura me inspiran lástima; Júpiter es clemente contigo; renuncia a tus pasados errores y ven a compartir conmigo el solio real”.
-“Nunca, nunca -contestó Filomena- Mi Dios quiere que sólo a Él le pertenezca”.
-“Te arrepentirás”.
– “Conquistaré las bendiciones del Cielo con los tormentos de la tierra”.
– “Morirás hoy mismo”.
– “Reviviré a eterna vida, en el seno de Dios”.
– “Pero, ¿te olvidas de tus padres, desdichada?”, prorrumpe al fin el tirano, no sabiendo cómo vencer tan firme resistencia.

La joven vaciló un momento, pensando en aquellos pobres ancianos cargados de años y de pesadumbres. El recuerdo de los días felices vividos con sus padres la sobrecogió un instante, sólo un instante, por la Gracia de Dios, recuperó su serenidad y contestó con voz tranquila:

– “Dios les dará consuelo y resignación; yo muero contenta, fiel al celestial Esposo, que mi corazón ha elegido”.
– “¡Calla, calla, no blasfemes! Sacrifica a los dioses y quedas perdonada”.
Entonces el Emperador, cogió de la mano a la cristiana y la condujo frente a la estatua de Júpiter, pero ella se cubrió la cara para no ver al ídolo, diciéndole:
– “ Es inútil, yo sólo rindo culto a mi Dios; sus falsos dioses no tardarán en caer de los altares”.

Estas palabras provocaron un tumulto entre los presentes, el Emperador lívido de cólera, sin comprender cómo podía soportar tantas pruebas y sufrimientos, soltó la mano de la joven y volviéndose a sus servidores ordenó en voz breve y severa que atada a una ancla de hierro al cuello, fuese tirada al río Tiber.

ECHAN A FILOMENA AL RÍO TÍBER
“Arrastrada por la corriente y creyendo morir, abracé mi ancla como Jesús abrazó su Cruz. Pero Jesús; mostrando su omnipotencia, para la confusión del tirano y de los idólatras, mandó de nuevo a sus ángeles, para que rompieran la cuerda amarrada a mi cuello”.

“El ancla cayó en las profundidades del Tíber, donde aún permanece cubierta de lodo. Sostenida por las alas de un ángel, fui llevada a la orilla, sin que una gota de agua me hubiera mojado. Cuando la gente me vió así, en seguridad y perfectamente seca, esparcieron la noticia y muchos se convirtieron en la Fe”.

FILOMENA ATRAVEZADA POR FLECHAS
“El tirano, furioso y desesperado, gritó que todo era magia y hechicería, y más obstinado que el Faraón con Moisés, ordenó que fuera atravesada por flechas y arrastrada por todas las calles de Roma. Pero cuando me vio atravesada con las saetas, desfalleciendo y muriendo, me lanzó cruelmente a prisión, para que muriera desamparada y sin ningún auxilio”.

“A la mañana siguiente, esperando encontrarme sin vida, ya que me había visto en pésimo estado, quedó estupefacto al encontrarme sonrosada y alabando a Dios con salmos y cantos, como si nada hubiera ocurrido. En la noche, el Dios Todopoderoso me había dado un dulce sueño, y había mandado a un ángel, para que sanara mi cuerpo, untándolo con un fragante ungüento, no dejando ninguna huella de las heridas”.

“Por el mucho amor que tenía a Jesús, había deseado tener mil vidas para ofrecérselas… una sola vida me parecía poco… y estaba feliz de sufrir en unión con Él. Por eso fui preservada tantas veces de la muerte, y sufrí varias torturas”.

LE DISPARAN FLECHAS INCANDESCENTES
“Esta vez, el Emperador sintiéndose burlado e impotente, entró en tal furia, que ordenó me dispararán con flechas hasta que muriera. Los arqueros doblaron sus arcos, pero las flechas no podían moverse. El tirano me maldijo, acusándome de ser una bruja. Pensando que con el fuego, la hechicería sería neutralizada, ordenó que las flechas fueran calentadas al rojo vivo en la caldera. De nuevo, mi Esposo me salvó de este tormento. Tuve un rapto de éxtasis. Las flechas que iban hacia mi cuerpo se devolvieron hacia los arqueros, y seis de ellos fueron atravezados y murieron”.

FILOMENA MUERE DECAPITADA
“A la vista de este nuevo milagro, muchos se convirtieron, y la gente empezó a cambiar de vida y tomar el camino de la Fe en Jesucristo. Temiendo serias consecuencias, el tirano ordenó que fuera decapitada sin más demora”.

“Es Así como mi alma voló al Cielo, para recibir de mi Esposo Jesús la corona de la virginidad que para preservarla me había costado sufrir varios martirios.

Esto ocurrió el 10 de agosto, era un viernes, a las tres y media de la tarde. Por lo tanto como ya te lo he contado, el Altísimo quiso que mi trasladoa Mugnano se realizara en este día, con tantas señales de la ayuda del Cielo, que Él quería que fueran conocidas de ahora en adelante”.


FILOMENA SE DA A CONOCER A UN SACERDOTE
La segunda revelación fue hecha a un santo sacerdote, que tenía gran devoción a la santa y hablaba mucho de ella, lo que le valió preciosas y extraordinarias gracias. Este sacerdote era muy versado en la Sagrada Teología y en la música cristiana, por lo que es de gran valor su testimonio. He aquí lo que escribe:

“Paseándome un día por el campo, y repasando las maravillas que oía contar de la gran Santa, vi venir hacia mí, una joven desconocida que me dirigió estas palabras: “¿Es cierto que usted ha colocado en su Iglesia un cuadro de Santa Filomena?”

-“Es cierto -le respondí- no la han engañado”.
-“Pero ¿qué sabe usted de esta Santa?” -me preguntó
-“Bien poco, pues hasta hoy no hemos podido averiguar de su historia, sino sólo de los símbolos estampados en la lápida de su sepulcro”.
-“Y nada más saben”.
-“Nada”.
-“Oh, hay tanto que saber de esa Santa, que cuando el mundo lo entienda, no acabará de asombrarse. ¿Usted sabe al menos la causa de su persecución y martirio?”
-“Lo ignoro”.
– “Pues bien, yo le diré que fue martirizada por haberse negado a dar su mano a Dioclesiano, ya que tenía consagrada su virginidad a Jesucristo”.
– “Y usted ¿está segura? – le repliqué, lleno de alegría al oír esta noticia que tanto deseaba saber- ¿está bien segura de lo que acaba de decirme?”
– “Más no lo puedo estar”, me contestó la joven.
– “Pero ¿dónde, en qué libro usted ha leído esto?
– “¿En qué libro? -me replicó con un tono de sorpresa y gravedad- ¿Y usted me hace a mí esta pregunta? ¿A mí? Usted me puede creer -agregó- ¡Sí créame!” -y diciendo esto desapareció”.

Puede notarse aquí, que esa joven desconocida y que el sacerdote comprendió después que era la Santa, habla de Dioclesiano que le ofreció matrimonio, de lo que se puede deducir que el martirio ocurrió cuando ya el tirano estaba viudo de su esposa, Santa Serena*, a quién condenó a morir, junto con su hija, por haberse hecho cristianas. El Emperador se hallaba entonces en Roma, en donde condenó a muerte a ilustres mártires, entre otros a San Sebastián, lo que sirve para determinar la época del martirio de la Santa, en el año 303.

– *La historia no habla de Santa Serena, pero sí de la emperatriz Prisca y de la hija Valeria; las dos se habían hecho cristianas.

EN UNA TERCERA REVELACIÓN,
FILOMENA SE REVELA A UN SENCILLO ARTESANO

Se trata de un piadoso devoto de nuestra Santa. Un día, que pedía de rodillas, al Señor que diera a conocer al mundo los méritos y la gloria de su sierva, se le presentaron todas las escenas del martirio de la Santa, de manera tan viva, como si las hubiera presenciado. Dice: “Yo vi al Emperador Dioclesiano devorando de pasión por ella, condenándola a muchos tormentos, adulándola para conseguir que se rindiera a sus deseos. Mas, viendo que nada podía ablandar su firme voluntad, cayó en una especie de demencia, porque no lograba poseerla”.

El artesano cuenta, entonces, todos los tormentos con que la hizo sufrir Dioclesiano. Luego continúa: “Después de haberla hecho pasar por todas estas diversas torturas, el tirano la hizo decapitar; mas, apenas se ejecutó la sentencia, se apoderó de él la rabia y exclamaba: – “¿Cómo?, ¡Filomena no será jamás mía! ¡Hasta el último suspiro ha sido rebelde a mi voluntad!”

TRES REVELACIONES CONCORDANTES
Providencialmente, Filomena se dio a conocer a través de las tres revelaciones que mencionamos. Lo que da mayor credibilidad a estos hechos, es que son tres personas desconocidas entre sí, radicadas en distintos lugares y cuyos relatos, coinciden en todo.

No tenemos las Actas de su martirio, que ocurrió bajo el reinado del emperador Dioclesiano (284-305). Todo lo que sabemos de ella se refiere a estas revelaciones llamadas privadas, es decir, que no tienen la autoridad de la Escritura y de la Revelación, pero que numerosos hechos confirman.

El Papa Juan XXIII, decía en 1959: “Los Sumos Pontífices, constituidos guardianes e intérpretes de la Divina Revelación, la Sagrada Escritura y de la Tradición, recomiendan a los fieles, las luces sobrenaturales que Dios, por su libre disposición, dispensa a ciertas almas privilegiadas, no para proponer doctrinas nuevas, sino para guiar nuestra conducta”.

Las revelaciones de Santa Filomena, que narramos en este librito, recibieron el Imprimatur del Tribunal del Santo Oficio en Roma, el 21 de diciembre de 1833, lo que permite prestarle una piadosa creencia.
Por decreto misterioso de la voluntad divina, los detalles del martirio de Santa Filomena, estaban reservados para nuestra época moderna, mediante hechos providenciales.

Gregorio XVI canonizó a Santa Filomena y estableció el día 11 de agosto como su día de fiesta dándole una misa especial en su honor. Pío IX, quien recientemente ha sido beatificado, fue encomendado personalmente por su madre a Santa Filomena, pues de niño sufría ataque de epilepsia, no solamente quedó totalmente curado sino que llegó a ser Papa. Durante la vida de Pío IX, fue muchas veces de peregrinación a Mugnano a ver a Santa Filomena declarándola “Patrona de los Hijos de María”. En 1849 durante una revolución en Roma, Pío IX tuvo que huir del Vaticano refugiándose en la iglesia de Santa Filomena. En ese tiempo había más de 3000 iglesias en Roma, pero eligió ir a 200 kilómetros de distancia para pedirle a Santa Filomena que lo ayudara a regresar, en ese momento recibió una visión por la cual se le dio a conocer que pronto regresaría a Roma. A la muerte de Pío IX, en su testamento, pidió que su cruz pectoral fuera depositada en la tumba de Santa Filomena.

León XIII aprobó la Archicofradía de Santa Filomena y otorgó varias indulgencias al cordón de Santa Filomena, la tradición atribuye al Santo Cura de Ars la creación del cordón a Santa Filomena, lo más maravilloso del cordón es que se otorga indulgencia plenaria para aquellos que lo lleven puesto el día de su muerte. Qué mejor día para recibir una indulgencia plenaria que el día de nuestra propia muerte!

En pleno siglo XX; Pío X, tenía una gran devoción a Santa Filomena y él mismo utilizaba el cordón de Santa Filomena, beatificó al Cura de Ars y declaró válidas todas las declaraciones y privilegios que sus antecesores habían otorgado a Santa Filomena.

Un poco de confusión se originó cuando en 1961 se depuró el Calendario Martirológico y sin referencia alguna a las indulgencias ni a las declaraciones de los Papas anteriores, la Congregación de los Ritos pidió que se retirara el nombre de Santa Filomena de los calendarios, sin embargo esta declaración se realizó en un momento histórico en que igualmente se quitaron del calendario a muchos otros santos.

Irónicamente la razón para quitar a Santa Filomena fue que no existían hechos históricos comprobables que demostraran su existencia, ya que Filomena fue llevada al altar únicamente por su intercesión. En algo influyeron las conclusiones del profesor Megucci que en 1903 declaró que no había certidumbre que los huesos correspondieran a Santa Filomena, arguyendo que las tres lozas en la tumba de Santa Filomena no estaban en orden y que posiblemente se abrió anteriormente su tuba y si hubieran retirado los huesos de Santa Filomena y puestos otros en ese lugar. Sin embargo, expertos arqueólogos no comparten esta opinión, pues era una práctica común en aquellos días el poner el mensaje principal en la primer loza: “Pax Te Cum”, además, las lozas eran de arcilla, no de mármol, y no tenía sentido el volver a utilizar una loza de arcilla, incluso, éstas no estaban astilladas ni existía prueba alguna de que hubieran sido previamente retiradas, que por ser de un material tan frágil, sería imposible que no tuvieran marcas.

Por lo que la declaración del profesor Megucci ha sido totalmente desvirtuada por arqueólogos modernos. Pablo VI, a consulta expresa del Obispo Fernández de la India, donde hay una catedral en honor a Santa Filomena, declaró respecto al culto a Santa Filomena: “Continúen como antes y no molesten a la gente”.

Por todo lo anterior, considerando todos los milagros, la devoción que incluso varios santos han tenido hacia ella así como las declaraciones de 4 Papas diferentes durante los siglos XIX y XX, Santa Filomena es una Santa que es auténtica, no sólo esto, sino que es la Santa en la historia de la Iglesia Católica a la que se le han otorgado el mayor número de indulgencias plenarias a través de su intercesión. En el siglo XXI, la devoción a Santa Filomena se ha incrementado exponencialmente.

FRAY ANDRECITO Y SANTA FILOMENA
El culto a Santa Filomena, empezó en Chile en 1840. En especial a través del Siervo de Dios Fray Andrés Filomeno García, más conocido como Fray Andrecito.

Fray Andrecito, tuvo una especial devoción a nuestra Santa y le atribuía numerosos milagros; a la gente que acudía a él, por algún favor o sanación, él la dirigía a Santa Filomena.
Con su vida permanente de limosnero, la dio a conocer en todos los ambientes de la capital y extendió su culto también en la provincia.

Fue el Padre Pedro Ignacio Castro Barros, argentino refugiado, uno de los próceres de la emancipación política de la provincia del Río de la Plata, quien dio a conocer las virtudes y martirios de Santa Filomena, a Fray Andrecito en Chile.

Fray Andrecito primero escuchó, después leyó y meditó y quedó como deslumbrado. Desde entonces, toda su vida estuvo bajo el signo de Santa Filomena, al igual que el Santo Párroco de Ars. Desde ese día Fray Andrecito la escogió por inseparable compañera de sus pensamientos y trabajos.

Dice un contemporáneo de Fray Andrecito: “Todo, todo se lo atribuía a su santa protectora, de quien todo lo esperaba, a quien todo lo pedía y de quien todo lo alcanzaba”.

En las diversas curaciones y en otros favores que dispensaba a los fieles, a menudo se escudó detrás de la Santa, de tal manera, que él parecía ser simple instrumento del favor y valer de su patrona. En su oficio de limosnero, llevaba siempre al descubierto la imagen de la ilustre virgen. La llamaba “la santa” o “la chinita”, empleando el chilenismo en su sentido más familiar y cariñoso.

Aquí transcribimos una página de la editorial Salesiana sobre Fray Andrecito:

“Con limosnas dadas por los fieles, Fray Andrecito hizo construir una altar de la Santa. Encargó a París una vestimenta preciosa, que llegó después de su muerte. También fundó una capellanía para perpetuar el culto de la Santa. Para fomentar su devoción, celebró triduos y novenas. Compuso varios versos en su honor y dejó resumida la vida de la Santa en un romance. Hizo reimprimir varias veces su vida
y la novena.

Dos veces al año celebraba, con gran solemnidad, su fiesta. Para solventar los gastos fundó una cofradía en la cual se inscribieron muchas señoritas. Ellas se sentían muy honradas en ser llamadas “Hermanas de Santa Filomena”. Por lo que se ve, Fray Andrecito aprovechó su devoción a la Virgen como un medio de apostolado, atrayendo así a las almas al ejercicio de las virtudes cristianas.

“¡Es Santa Filomena que me manda!”, decía, al presentarse de repente en una casa en donde nadie había pensado en llamarlo, donde había un enfermo que agonizaba.

“¡ENCOMIÉNDENSE A LA SANTA!”
Llegó a Santiago un pintor quiteño que trajo un gran óleo de Santa Filomena en el que ella está representada junto a los elementos de su martirio. Fray Andrecito quiso tenerlo a todo precio. Pero el quiteño le pidió demasiado: cinco onzas de oro. ¿De dónde sacarlas? En vano solicitó rebaja; el otro mantuvo el precio. Comenzó entonces a pedir limosnas, pero había necesidades más urgentes que atender: había que pagar una fuerte suma, que ascendía a algunos miles, por distintos encargos hechos en Europa, de ricos ornamentos, candelabros y otros objetos, para el culto de Santa Filomena. También se había comenzado la refacción del convento y el término del templo.

Tampoco se podían descuidar varias escuelas que sostenían con sus limosnas. Transcurrió más de un año; en vano Fray Andrés pasaba por la tienda del quiteño. Al fin éste le dijo: “Mire, Padre, ya ve que estoy empacando. Dentro de dos días salgo a Valparaíso, y de ahí al Ecuador. Si para entonces no me trae las cinco onzas, el cuadro estará perdido para usted”.

“Apenas Fray Andrés oyó esto, salió a la calle en busca de dinero. Inútilmente anduvo de puerta en puerta: parecía que los corazones se habían endurecido. Al caer la tarde, perdida casi la esperanza, se dirigió a la casa de Doña Rosario Cerda, a quien, como último recurso, pidió le facilitara el dinero, prometiendo que luego se lo devolvería. Obtiene la plata, vuelve a la tienda del quiteño, pero, al llegar a la Plaza de Armas, le sale al encuentro un caballero desconocido que le dice: “Fray Andrés, tome estas cinco onzas que le estoy debiendo a Santa Filomena”.

“¡Encomiéndense a la Santa!” Eran las palabras que siempre tenía en los labios cuando se trataba de alcanzar algún alivio o remedio para alguna necesidad. Así Fray Andrés era la escala por donde se subía a Filomena, y por Filomena a Dios, y de allí descendían a raudales las bendiciones”.

Al igual que en Italia, en Francia derramó numerosas bendiciones. En Chile los favores recibidos de Santa Filomena son incontables.

LA PRIMERA OBRA SOBRE FILOMENA EN CHILE
En esta obra el sacerdote Ruperto Marchant (escrita en la séptima edición de 1898), habla de centenares de milagros, de los cuales presenta, en forma detallada, una cuarentena. A manera de muestra resumimos dos de ellos, ya que el autor los relata muy pormenorizados.

SANACION DE UNA NIÑA ENCORVADA
“En 1862, una niña de 7 años, hija de José Miguel González y Salomé Cerda, sufrió una enfermedad que afectó su columna vertebral, lo que la obligó a encorvarse más y más, teniendo que caminar apoyada en sus manos. La medicina se declaró impotente. Una noche, la mamá, oyó que la niña la llamaba:

“-Mamá, mamá, aquí está Santa Filomena, y me dice que si quieres verme sana, es preciso que hagas celebrar en la parroquia una novena en su honor y que me cambies el nombre de Emperatriz del Rosario, por María Filomena”.

“La mamá, dudaba en creer, pero a la mañana siguiente, llegó a la puerta de calle, una señora pobre, que entregó a la empleada un pequeño libro, para llevarlo a la mamá de la enfermita. La mamá vio con asombro que era la historia de la “Vida y milagros de Santa Filomena”.

“Cumplieron, pues, lo de la novena en la parroquia, y el cura párroco Don Miguel Prado, le administró el Sacramento de la Confirmación, cambiándole el nombre de Emperatriz Rosario, por el de María Filomena. Al llegar a su casa, la niña estaba perfectamente sana.

“Cuenta este hecho, el presbítero Don Samuel González cura de Curicó, hermano mayor de la niña curada milagrosamente”.

MUERE RECONCILIADO CON DIOS
“En 1892, se presentó una mañana en el Santuario, una anciana y respetable señora, verdaderamente desesperada por la conducta indigna de su hijo que, entregado a la bebida, dilapidaba la cuantiosa herencia de que debía ser único heredero. Imposible pintar la amargura de aquella madre que, en sus clamores a la Santa, llegó a decirle: “Prefiero verlo muerto antes que entregado a tal vicio”. Como el sacerdote trató de calmarla, haciéndole algunas reflexiones, ella con un grito del alma volvió a repetir: “Lo que te he dicho, poderosa Santa; prefiero verlo muerto!…” Dios no desoye nunca a los justos clamores de las madres y, en su recta y severa justicia, recoge siempre las lágrimas que hacen verter sus hijos; aquella misma noche después de dos meses de ausencia, el desgraciado joven, cuyo paradero ignoraba, llegó a la casa en completo estado de ebriedad. Al día siguiente, el sacerdote se hallaba a la cabecera. Cuatro días después, el desdichado, luego de haberse reconciliado con Dios e implorado el perdón de su madre, iba a presentarse ante el Supremo Juez”.

Son tantos los milagros comprobados, que nos limitamos solamente a estos.

EL ROSARIO VIVIENTE
En 1826, Paulina Jaricot, una joven laica, concibió la idea del Rosario Viviente, durante un tiempo de sufrimiento debido a una grave enfermedad. Quería hacer la vida de oración sencilla y posible para todos, sin importar edad y condición social. De esta manera, encontró un modo maravilloso para propagar la devoción a la Madre de Dios e invocar su auxilio todos los días. La idea que tuvo fue distribuir entre quince personas las quince decenas del Rosario.

Es así que nació la Asociación Internacional del Rosario Viviente, que consiste en rezar una decena del Rosario, con el propósito de hacerlo cada día.
El integrante se inscribe en una lista que reúne a quince personas, conocidas o desconocidas entre sí, donde cada una rezará y meditará un Misterio del Rosario designado por la Asociación del Rosario Viviente, que será el mismo para todos los días.

El Rosario es una fuente inagotable de bendiciones y salud, y un arma poderosa para conseguir de la Virgen aquellas gracias y favores que tanto necesitamos. Al adherirse usted a esta devoción, está orando en unión con más de 700,000 personas; al unirse a ellas, las gracias y méritos del Rosario, se multiplican y son infinitas.

Hay que saber que en el año 1862, solamente dos años después de la muerte de Paulina, había dos millones y medio de inscritos en Francia.

Uno que reza solo, recibe las gracias y los méritos de un Rosario; pero si está unido a un millón de personas, ¡gana las gracias y méritos de la totalidad! De esta manera los fuertes sostienen a los débiles, los que son fervientes inspiran a los tibios; los espiritualmente ricos, enriquecen a los pobres.

Su decena puede ser ofrecida a cualquier hora del día o de la noche y en cualquier lugar.

Nuestra intención común es:

POR EL TRIUNFO
DEL CORAZÓN INMACULADO
DE MARÍA
Y EN HONOR A
SANTA FILOMENA

Al rezar el Rosario Viviente, cada integrante se une espiritualmente a los otros miembros, esta unión de corazón forma una rosa viviente en el campo florecido del jardín del Rosario de Nuestra Señora.
Los participantes a esta devoción deben una vez al año hacer 30 minutos de adoración al Santísimo o asistir a un Vía Crucis, por las almas de los miembros fallecidos del Rosario Viviente.

Invite a otras personas a participar en esta hermosa y simple devoción.
Muchos no rezan el Rosario, porque no lo saben hacer, o por falta de tiempo, o piensan que es pasado de moda y aburrido; con eso se pierden muchas riquezas e indulgencias*, que los pueden ayudar en sus dificultades de la vida cotidiana.

*Indulgencia: Es un tesoro que sirven para disminuir las penas del Purgatorio, merecidas por los pecados de la misma persona o por otras ya fallecidas. La indulgencia plenaria no solamente disminuye las penas, sino que también las suprime.

Con información de Corazones.org