Por las mañanas, si salgo de casa a mi hora, me cruzo en la acera con un señor que siempre pasa por mi calle puntual como un reloj camino de su trabajo. Perfectamente vestido, con traje, abrigo y zapatos impecables. Cara alargada de piel pálida, nariz aguileña, mirada aguda y una expresión gélida. Es ya bastante mayor, seguro que podía haberse jubilado hace tiempo, así que por las trazas y la edad he deducido que posiblemente sea un abogado dueño de su propio bufete.
]]> PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
More Stories
GANÓ LA VIDA EN EL ESTADO DE GUANAJUATO
Se cumplen 25 años desde que San Juan Pablo II condenó el Orgullo Gay
En gorra y una bendición, dos gestos de León