Por las mañanas, si salgo de casa a mi hora, me cruzo en la acera con un señor que siempre pasa por mi calle puntual como un reloj camino de su trabajo. Perfectamente vestido, con traje, abrigo y zapatos impecables. Cara alargada de piel pálida, nariz aguileña, mirada aguda y una expresión gélida. Es ya bastante mayor, seguro que podía haberse jubilado hace tiempo, así que por las trazas y la edad he deducido que posiblemente sea un abogado dueño de su propio bufete.
]]> PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
More Stories
Kwasniewski: Muchos tesoros litúrgicos se descartaron precipitadamente
Querido Beltrán
El Supremo de Georgia sentencia a favor de la ley que impide el aborto a partir de la sexta semana de embarazo