La campaña presidencial estadounidense dejó, en su tramo final, un contraste muy ilustrativo.
«El mítin equivocado»
El jueves 17 de octubre, en un acto demócrata en La Crosse (Wisconsin), un joven que proclamaba lemas provida ante las afirmaciones pro-aborto de Kamala Harris gritó «Jesús es el Señor«, a lo que la candidata replicó: «Chicos, estáis en el mítin equivocado».
El sábado siguiente, en Waukesha (también en Wisconsin), alguien gritó «Jesús es Rey» mientras J.D. Vance hablaba en un mitin republicano, a lo que el ya vicepresidente electo replicó «Sí, Jesús es Rey» antes de continuar su discurso, donde precisamente criticaba la hostilidad de Harris hacia la cosmovisión cristiana.
En este informativo de Fox News, entre los minutos 0:50 y 1:10, se muestran las imágenes de la reacción de Harris y Vance ante frases similares (si bien no eran similares los contextos, pues en un caso los asistentes eran contrarios al orador y en el otro favorables).
Este martes, tras la arrolladora victoria de Donald Trump en voto popular y en el colegio electoral, que arrastró la de los republicanos en el Senado y en la Cámara de Representantes (esta última aún no certificada, pero muy clara en las proyecciones), algún meme empezó a circular recordando la torpeza de Harris: «Efectivamente, Jesús no estaba en el mítin«.
Era la segunda metedura de pata anticristiana de Harris en un solo día, tras su electoralmente nefasta decisión de no acudir junto a su rival a la tradicional ‘cena de Al Smith‘ que auspiciaba esa noche el arzobispo de Nueva York, Timothy Dolan. La tercera sería el esperpéntico vídeo que envió para sustituir su intervención, que más parecía una burla con la que ahondar la herida que un bálsamo para cerrarla.
El vídeo -que el equipo de campaña de Harris encontró gracioso- en el que una católica con comportamientos patéticos interrumpe a Harris cuando graba el mensaje y le da algunos consejos sobre qué decir y qué no a los católicos.
Si los demócratas pensaron que la fe no iba a ser un factor electoral, se equivocaron.
En Pensilvania, donde se concentra la mayor proporción de amish en Estados Unidos y que se consideraba estado decisivo, los miembros de esta comunidad religiosa vivieron una movilización «sin precedentes» y lo hicieron por Trump.
En cuanto a los católicos, una encuesta a pie de urna del Washington Post señala que votaron por el reelegido presidente en un 56%, frente a un 41% que se decantaron por la abortista vicepresidente.
El papel del aborto
Es significativo que para bastante más de un tercio de los católicos norteamericanos la cuestión del aborto sea intrascendente (o, al menos, no decisiva) en cuanto al voto. Incluso el propio Francisco -quien, como es notorio, no simpatiza con el reelegido presidente-, en su vuelo de regreso del Sureste asiático, sintetizó el duelo Trump-Harris en un dilema inmigración-aborto, con una críptica referencia final que parecía sugerir un respaldo, aunque indirecto o desganado, al republicano : «¿Quién es el mal menor? No lo sé, que cada uno en conciencia piense».
Pero un 41% de católicos no pensaron que eso fuera relevante. Algo que no solo le concierne a ellos. La sociedad estadounidense es mayoritariamente partidaria del aborto, aunque no del aborto libre. Sin embargo, puestos a elegir entre una prohibición total y una permisividad total, se inclinan por esta opción, como los propios referendos celebrados el 5 de noviembre han demostrado, con la victoria en 7 estados de propuestas para incluir el derecho al aborto en las respectivas constituciones. Cuatro de esos estados (Arizona, Misuri, Montana y Nevada) lo aprobaron a la vez que daban la victoria a Trump.
Ese pragmatismo electoral había llevado a Trump y a Vance a asumir las posiciones abortistas, comprometiendo incluso el voto de los grupos provida.
Pero, a diferencia de los demócratas, empeñados en apostar por las imposiciones trans y la histeria climática e incapaces de capear un sencillo «Jesús es el Señor» sin ofender a los cristianos, Trump sí tuvo cintura y olfato político para afrontar que podía perder votos tras su defensa de los eufemísticamente denominados «derechos reproductivos«.
Así que, en medio de la extenuante campaña electoral, hizo hueco para recibir y escuchar durante dos horas a Lila Rose, la católica presidente de Live Action -uno de los más activos e influyentes grupos provida-, que había advertido al ticket republicano que no tenían garantizado su voto. Trump, que parecía apoyar la enmienda abortista de Florida, finalmente pidió el voto en contra (con éxito: fue rechazada). Y el 2 de noviembre, a tres días del día decisivo, Rose explicó en X , en un motivado tuit, por qué votaría por él.
En la ‘marea roja’, pues, no solo han pesado la economía (con la inflación como pesado fardo que dejan Joe Biden y Kamala Harris como herencia), el descontrol en la frontera (sostenido desde la Casa Blanca de forma tan irracional que alimentó las sospechas de un interés político) o el desprestigio internacional (difícilmente un gobierno puede encadenar sin consecuencias tres fracasos de la magnitud de Afganistán, Ucrania y Gaza). También han decidido votos las cuestiones morales o el hartazgo con el fanatismo woke.
La cultura «auténtica y viva» que ocultan los medios sistémicos
Fernando Alonso Barahona, uno de los mejores conocedores de la cultura y la política estadounidenses (entre sus libros figuran sendas biografías de los senadores Joe McCarthy y John McCain), señala en su análisis del resultado electoral la magnitud del cambio político introducido por Trump y el movimiento MAGA [Make America Great Again]: «Han hecho desvanecer hasta casi la extinción a los RINO (Republican In Name Only [republicanos solo de nombre]) los neocon (peligrosos halcones que viven al margen de la gente) o los centristas».
Trump, explica, «ha entendido» la «necesidad social» de millones de compatriotas saturados de «guerras, impuestos, inseguridad, inmigración ilegal, cancelaciones ideológicas, olvido de los valores esenciales de la civilización occidental, fanatismo climático, lobbies de minorías extremistas y, en definitiva, descenso del nivel de vida por aumento de precios, empleos débiles y -a última hora- pesimismo y decadencia«… Ciudadanos cansados «de medios de comunicación serviles, de falsos creadores de opinión que solo hablan de ‘género’, minorías o subversión de valores«.
Y, «en el marco de los principios esenciales de la civilización occidental (es decir, cristiana)… ha conectado con una mayoría de personas que buscan alguien diferente».
«Es patético», señala Barahona, «que algún titular de periódico al día siguiente hable de ‘la cultura preocupada por la victoria de Trump’. ¿La cultura? ¿Quién se erige -se autonombra- en representante de la cultura? ¿Intelectuales o artistas en su mayoría ajados y subvencionados? ¿Periodistas de obediencia? La gran lección de las elecciones norteamericanas es que esa cultura oficial (lo contrario, casi siempre, de la auténtica cultura) no moviliza ni gana. Pero no porque las personas no ansíen la cultura, sino porque hay otra cultura auténtica y viva que ocultan los grandes medios«.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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