Los ideólogos más radicales han conseguido viejas reivindicaciones sectarias, como hacer domesticable la asignatura de Religión católica, reducida a la mínima expresión, y exaltar el derecho a la libertad de expresión vinculado a la libertad de conciencia entendido como rechazo hacia cualquier antropología de la vida, especialmente cristiana, distinta a la de la propia ideología.
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