La expansión del cristianismo ha ido siempre acompañada por la cultura del vino. Sorprendentemente, cuando el vino ha sido objeto de estudio, personas cristianas han estado interesadas en hacer investigación científica sobre él.
De esta investigación han surgido disciplinas científicas como la química, de la mano de Antonie Laurent Lavoisier, o la microbiología, de la mano de Louis Pasteur, ambos profundos creyentes católicos, y a quienes ReL les ha dedicado sentido homenaje, señalando el trágico asesinato de Lavoisier a manos de la Revolución Francesa, que también mató a otros científicos de su talla.
Además, españolas contemporáneas profundamente acatólicas practicantes y científicas especializadas en enología ya las hemos presentado aquí en ReL, como por ejemplo Concha Llaguno y la primera científica navarra, María Josefa Molera Mayo. Hoy completamos la lista con otra nueva.
Una mujer, «en un sitio como este»
Se llamó María Isabel Mijares y García Pelayo, nació en Mérida (Badajoz) en 1942 y acaba de fallecer en Madrid a los 81 años. El reconocimiento sobre su labor profesional ha sido unánime en señalarla como la primera enóloga de la historia de España, siendo la primera mujer que dirigió una bodega -Palacio de Arganza en Villafranca del Bierzo- y la primera en presidir un Consejo Regulador, el de la Denominación de Origen Valdepeñas, cargo que desempeñó de 1982 a 1987.
Además, en 1985, Isabel fue también la primera en formar parte de la Real Academia de Gastronomía como experta en viticultura, una institución que no ha tardado en recordar, tras su fallecimiento, que fue pionera en un mundo entonces mayoritariamente masculino.
De Isabel también se ha dicho que fue ‘la gran dama del vino español’ o una ‘intelectual del mundo del vino’. Licenciada en Ciencias Químicas por la Universidad Complutense, antes de terminar la carrera decidió prepararse profesionalmente. Para ello, presentó su candidatura en el Instituto del Perfume en París y en el Instituto de Enología en la Universidad de Burdeos. Fue aceptada en ambas, recibiendo una pensión oficial para realizar sus estudios.
Finalmente se decantó por el mundo del vino, licenciándose en Enología y alcanzando el grado de Máster en Enología y, además, obtuvo el diploma superior en Degustación de Vinos por dicha universidad. Sería en Francia donde conocería personalmente al llamado ‘padre de la enología moderna’, Émile Peynaud, con quien colaboraría estrechamente a lo largo de toda su vida, y al también famoso experto en vinos Michel Roland.
A Isabel se le conoce como ‘la gran dama del vino español’ o ‘intelectual del mundo del vino’.
Al volver a España, fundó el Laboratorio de Análisis y Control Enológico (LACESA), iniciando así la consultoría externa, un servicio entonces inédito en España. En aquella época sólo se alcanzaban ciertos conocimientos de la química del vino y se estudiaba para capataz bodeguero en la escuela de Capataces de Requena y en la Escuela de la Vid en la Casa de Campo madrileña. Isabel fue una absoluta pionera.
Al inaugurar LACESA, en el barrio de Tetuán de Madrid, vino expresamente Emile Peynaud, su mentor y amigo. José Peñín, un referente en el mundo de la enología, por ser uno de los escritores de vinos más prolífico de habla hispana y más conocido a nivel nacional e internacional, que creó en 1990 la «Guía Peñín», le ha dedicado un maravilloso artículo en el que cuenta las innumerables consultorías realizadas por Isabel en los países del Cono Sur de América.
Llegó a ser contratada por parte de Naciones Unidas para la implantación del viñedo como forma de apartar del cultivo de coca al campesinado de Perú y Bolivia. Con el peligro del Sendero Luminoso, que llegó a matar a dos expertos agrícolas, Peynaud acabó por comentar: «Fue todo un éxito, consiguiendo en áreas de secano que se cultivara la viña, fijando al campesino al suelo y frenar la erosión. Montamos el centro vitivinícola de Tarija y evitamos que la coca fuese un monocultivo en toda la zona».
También trabajó con Naciones Unidas UNIDI en la Albania de Enver Hoxha, donde no la perdían de vista dos individuos del Gobierno, que la seguían incluso en el recorrido por el viñedo albanés surtido de unos pinchos metálicos por si los invadían paracaidistas.
Con una trayectoria de más de cuarenta años en esas múltiples disciplinas, acumuló docenas de premios y distinciones como el Cervantes de Gastronomía por la Universidad de Alcalá de Henares, la Medalla de Honor por su implicación con la difusión de cultura gastronómica por el World Gastronomy Institute (WGI), el premio Mujer y Vino de la Denominación de Origen Ribeiro, el Premio Víctor de la Serna a la mejor promoción del vino español y, hace pocos meses, se alzaba con el premio Enosofía, otorgado por la Asociación de Museos del vino de España, en reconocimiento a su aportación relevante al patrimonio cultural del vino.
En 1998 se le otorgó el título de Hija Adoptiva de la Ciudad de Valdepeñas y, en 2017, en su ciudad natal, el de Hija Predilecta de Mérida 2017. Creó, impulsó y dirigió concursos de cata de vinos, ha presidido jurados, ferias, foros y salones especializados, ha asesorado proyectos enológicos, publicado libros e impartido conferencias por todo el mundo.
También creó su propia empresa de asesoramiento, Equipo Team, y fue desde 2017 directora técnica de las Actividades Vitivinícolas del Real Casino de Madrid, donde organizaba tertulias vitivinícolas y jornadas técnicas.
Haciendo el documental «Ellas, la voz de la gastronomía» dijo: «La viña es como la mujer. Nace, crece, llora cuando la han podado por sus heridas, da frutos, se siente satisfecha cuando los ha dado. Es enormemente sufrida, se adapta al medio ambiente. Porque la mujer es eso en el mundo, en la sociedad y en el rol que le ha tocado vivir».
Dio entrevistas en las que explicó ella misma su trayectoria profesional que se pueden ver en «Déjate de Historias TV«. Fernando Mijares, hermano pequeño y ahijado de Isabel Mijares, nos cuenta que la familia Mijares llegó a Madrid en los 60, instalándose en el barrio de Argüelles de Madrid.
Toda su familia era muy religiosa, y también su esposo y sus hijos lo fueron, teniendo por parroquia Santa Rita. 50 años dedicada profesionalmente al vino, nos indica Fernando que llegó a hacerle una cata de vino al mismísimo San Juan Pablo II, que al terminarla le dijo: «A partir de ahora me acordaré siempre de su cata durante la Consagración».
Su funeral lo presidió el párroco de Santa Rita, quien indicó en la homilía que Isabel era una persona muy religiosa, católica practicante. Abundando en el mismo sentido Félix Pinero, periodista y escritor, Académico Correspondiente de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes ha recordado que Isabel Mijares habló en el salón de plenos del Ayuntamiento de su ciudad natal el 21 de abril de 2017 al recibir el título de Hija Predilecta y recordó a las monjas Escolapias de Mérida «por su educación estricta, su formación, sus enseñanzas… y su inmensa paciencia», añadiendo que daba gracias «a Dios, por ser creyente, católica y practicante, por todo lo hermoso que hoy me está ocurriendo».
Por todo ello no es de extrañar que se diera la circunstancia de la curiosa anécdota de que Isabel Mijares llegara a destacar por la creación de un peculiar lenguaje de descripción de los vinos, en los que introducía imágenes que se han asentado en el imaginario del sector, como «enaguas de novicia» o «sotana de cura de pueblo».
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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