28/12/2024

Los obispos españoles sacan una nota contra la sanación intergeneracional, pero no dan alternativas

Los obispos españoles, más en concreto la Comisión para la Doctrina de la Fe, ha difundido este martes una nota de 4 páginas que quiere hacer una «valoración doctrinal» sobre la «sanación intergeneracional». Ellos mismos hablan de una «breve nota».

La causa, dicen, es que «en los últimos años se ha detectado en algunas diócesis españolas, especialmente en el ámbito de oraciones y retiros organizados por nuevos movimientos religiosos de carácter carismático, la práctica por parte de sacerdotes vinculados a estos movimientos de la conocida como ‘sanación intergeneracional'», que también llaman «sanación del árbol genealógico».

Quieren avisar de «los riesgos de esta práctica, así como del trasfondo teológico que la sustenta, ajeno a la tradición y a la fe de la Iglesia católica».

La mención de «sacerdotes» en el inicio del texto y la insistencia luego en el uso de las «misas de sanación», es un indicativo del acento del texto: prácticas del clero, más que la demanda de sanación de los fieles.

El texto completo se puede leer aquí. Nosotros a continuación hacemos una reseña con algunos elementos de análisis crítico, con sus puntos fuertes y no tan fuertes.

La comisión responsable la preside Francisco Conesa (obispo de Solsona), con el obispo auxiliar de Sevilla Ramón Darío Valdivia como vicepresidente, varios obispos eméritos en ella (Luis Quinteiro, emérito de Tui-Vigo; Javier Salinas, obispo auxiliar emérito de Valencia, Adolfo González Montes, emérito de Almería), y también con los obispos Demetrio Fernández (de Córdoba), José María Yanguas (Cuenca) y Ernesto Brotóns (Plasencia).

«Seria preocupación pastoral»

Los obispos, diciendo sentir «una seria preocupación pastoral, decidieron estudiar el tema solicitando informes a diversos expertos del campo de la teología dogmática, la teología espiritual y la psicología».

No está claro que hayan consultado a los sacerdotes implicados en la práctica. Su análisis parece centrarse más en lo que han leído en libros que la defienden, que en algo examinado sobre el terreno, hablando con fieles o sacerdotes.

Se basan sobre todo en estas obras escritas por «autores que establecen nexos entre la psicología, la medicina terapéutica y la espiritualidad»:

– el terapeuta y misionero anglicano Kenneth McAll (Healing the Family Tree, 1982), que se apoya en la psicología de Carl Gustav Jung;
– el religioso claretiano John Hampsch (Healing your Family Tree, 1986)
– y el sacerdote católico de la Sociedad de San José, Robert DeGrandis (Sanación intergeneracional. Un viaje a la profundidad del perdón, 1992), «que ha popularizado la práctica en la Renovación Carismática Católica por su vinculación a ella».

El caso de De Grandis

Los obispos no lo especifican, pero en el mundo hispano el más conocido, con mucho, es Robert De Grandis. Fallecido en 2018, predicador itinerante por muchos países, escribió muchos libritos muy sencillos de leer y prácticos sobre oración de sanación, sanación mediante el perdón, oración cotidiana, y fenómenos espirituales comunes en el entorno carismático. Mucha gente recién convertida, que nunca o casi nunca rezaba, adquirió hábito de orar con fervor con ellos.

Su libro de «sanación intergeneracional» salió en inglés en 1989, e incluía varias cosas distintas. Por ejemplo, a quien ha participado en un aborto, le anima a visualizar al niño, ya crecido, y ponerle nombre y pedirle perdón, y a recibir su perdón. O hacer lo mismo con parientes ya fallecidos que le hicieron daño: perdonar y pedir perdón. A esto le llamaba «sanación entre generaciones». Es bastante distinto a lo que los obispos tratan en este texto.

Pero los obispos en su nota parece que no se centran tanto en lo que la gente hace hoy, sino en lo que los libros dicen, y llaman «sanación intergeneracional» a otros elementos doctrinales, sobre todo a la idea de «heredar pecados».

Lamentan los obispos que los autores comentados «defienden la transmisión intergeneracional del pecado y, correlativamente, la posibilidad de una sanación intergeneracional. Según este modo de ver, pecados cometidos por antepasados de nuestro árbol genealógico, que quedaron sin perdonar en vida de quienes los cometieron, serían la causa de enfermedades físicas y psíquicas de sus descendientes. El modo de curar dichas enfermedades consiste en identificar el pecado en el propio árbol genealógico. Posteriormente, mediante la oración de intercesión, exorcismos y, especialmente, la celebración de una eucaristía, se ruega al Señor Jesús o al Espíritu Santo que rompa el vínculo de pecado entre la persona y sus antepasados, alcanzándose así la sanación, muchas veces total y prácticamente instantánea».

Precedentes: obispos de Francia, Polonia, Corea…

Los obispos españoles repasan las intervenciones de otros episcopados al respecto:

– los obispos franceses lanzaron en 2007 el documento «Sur la guerison des racines familiales par l’eucharistie», especialmente preocupado por las misas para «sanar las raíces familiares»; les preocupa la «distorsión doctrinal» de ofrecer misas por los difuntos con otra finalidad: lograr además una sanación intergeneracional; además, recuerdan que el bautismo libera del pecado al que lo recibe;

– también en 2007 el obispo de Suwon, Corea, Paul Choi Deog-ki, publicó una carta pastoral por Fieles Difuntos aclarando que las personas no heredan pecados de sus ancestros (tema que en la cultura coreana requería más insistencia, por la importancia que se da siempre a los antepasados);

– los obispos polacos, en un documento de 2015, «Pecado generacional y sanación intergeneracional», trataron el tema con más detalle, acudiendo a los textos bíblicos que parecen defender que el pecado (y su castigo divino, o su consecuencia mala) pasan de padres a hijos (Ex 20,5; 34,7; Nm 14,18; Dt 5,9). Recuerdan que el pecado es individual, y que se quita con el bautismo y la confesión.

«El pecado es siempre personal y requiere una decisión libre de la voluntad«, insisten los obispos españoles.

Los textos bíblicos: es Jesús quien quita nuestros pecados

Sobre los textos hebreos que hablan de castigos y culpas colectivas, o heredadas, dice que evolucionan hacia el misterio del sufrimiento de los inocentes (libro de Job).

Añaden que «la exégesis actual, por otra parte, explica que la “iniquidad” o “transgresión” de los padres que recae sobre los hijos no ha de interpretarse en el sentido de un pecado personal cometido del que serán responsables sus hijos, sino de un mal ejemplo que influye en la educación y en el proceso de maduración de sus hijos».

Además, Jesús dice que el ciego no está ciego porque hubiera pecado él o sus padres (Jn 9,2-3) y, en cualquier caso, Él, Jesús, que no tiene culpa de nada, sufre dolores y maldades. «Él es el Justo que asume solidariamente el pecado de la humanidad y la redime. La salvación, desde entonces, no depende de la observancia y los esfuerzos del ser humano, sino que, en Cristo, es dada al hombre de manera gratuita», explica la nota de los obispos.

Los obispos avisan también contra la idea de un “perdón postmortal” de pecados de gravedad extrema, como el aborto. Parecen referirse a que los cristianos hoy vivos no pueden ganar para sus antepasados muertos un perdón por lo que hicieran en vida.

Sin embargo, es sabido que los cristianos pueden rezar por sus difuntos, para sacarlos del purgatorio, y de hecho nadie desaconseja rezar incluso por los fallecidos sin bautizar, antepasados antiguos, parientes que creemos que murieron impenitentes, etc… Los conversos del paganismo rezan por sus antepasados paganos.

Los obispos recuerdan que el bautismo borra los pecados y las penas del pecado (Catecismo 1264), aunque admiten que quedan «ciertas consecuencias temporales del pecado en la persona bautizada, como el sufrimiento, la enfermedad, la muerte o las fragilidades inherentes a la vida como las debilidades del carácter, así como la inclinación al mal o concupiscencia».

E insisten: «No cabe, pues, sostener una transmisión intergeneracional del pecado sin contradecir la doctrina católica sobre el bautismo».

«Ámbito de la creencia y de la fantasía»

El texto sólo dedica una nota a pie de página a considerar la posible herencia psicológica, o incluso física, de la actividad de los antepasados en sus descendientes. Admiten que aunque «una terapia psicológica seria pueda resultar beneficiosa para el sujeto, la praxis de la sanación intergeneracional aborda esta cuestión de una forma poco técnica e incluso mágica, siguiendo una lógica lineal simplista: un agente causal conduce a una consecuencia sistemática, proporcional y reversible (la eliminación de la causa elimina el efecto). Se habla más de un “castigo” capaz de extenderse a las generaciones siguientes, o de la influencia de una persona malvada, que continúa más allá de la muerte. Pero estos mecanismos de transmisión entran más en el ámbito de la creencia y de la fantasía, y no reflejan el punto de vista de la ciencia de la psicología».

Quizá es aquí donde el documento debería haber dedicado más esfuerzos.

A la mayoría de las personas afligidas, no les importa si técnicamente es o no es pecado aquella cosa que hicieron sus antepasados y que cree que les está dañando hoy, sea con insomnio, mala suerte o enfermedades inexplicadas. Lo que quieren es librarse de ese efecto. Buscan, efectivamente, una causa.

El mecanismo exacto por el que les salpica hoy sólo interesa para intentar solucionarlo. Si es psíquico, o incluso físico-biológico, el cristiano quiere poder orar por su sanación.

Faltan alternativas que den esperanza a los fieles

El texto de los obispos no ofrece muchas alternativas ni propuestas para los afligidos. Viene a decir que estos fieles (o sacerdotes) rezan mal, pero no dan muchas ideas para rezar bien.

De hecho, el texto parece enumerar obstáculos para acudir a Dios y su intervención. Por ejemplo, de las «llamadas ‘misas de sanación o de liberación’, estrechamente vinculada a la praxis de la sanación intergeneracional, hemos de advertir que no son consideradas en el Ritual Romano, que sí contempla, en cambio, la celebración de la misa por diversas necesidades, entre cuyas intenciones se encuentra la petición por los enfermos, en la que se pide consuelo y fortaleza espiritual y física para las personas en situación de sufrimiento».

Este párrafo parece decir que orar en misa, u ofrecer la misa, para curarse de una enfermedad, es algo «no contemplado».

«También la Iglesia contempla el ofrecimiento de la celebración eucarística como sufragio por los difuntos, pero no ha de confundirse con una sanación o liberación de los pecados de los antepasados. Por tanto, la introducción de tales intenciones en el ámbito de la celebración de la Santa Misa desnaturaliza y distorsiona gravemente la celebración eucarística», sigue el texto.

Siguen enumerando normas: «a los encuentros de oración cuya finalidad es obtener de Dios la curación de los enfermos, debe seguirse lo estipulado en la Instrucción sobre las oraciones para obtener de Dios la curación (Ardens felicitatis) publicada en el año 2000 por la Congregación (actualmente Dicasterio) para la Doctrina de la Fe. Cualquier fiel puede elevar libremente oraciones a Dios pidiendo la curación; ahora bien, cuando se trata de encuentros de oración, estos han de someterse a la vigilancia del Ordinario del lugar (art. 5 § 1) y, en caso de realizarse en un lugar sagrado, conviene que sea un sacerdote o un diácono quien las realice (art. 1)».

Aquí, la frase «han de someterse a la vigilancia del Ordinario» vuelve a llevar a confusión. Parece entenderse que si se juntan unas personas para rezar por la curación del enfermo necesitan que el obispo esté presente o envíe un delegado o dé un permiso.

En realidad, el texto del cardenal Ratzinger del año 2000 dice textualmente: «Art. 5 § 1. Las oraciones de curación no litúrgicas se realizan con modalidades distintas de las celebraciones litúrgicas, como encuentros de oración o lectura de la Palabra de Dios, sin menoscabo de la vigilancia del Ordinario del lugar», a tenor del canon 839 § 2 (que dice «procuren los Ordinarios del lugar que las oraciones y prácticas piadosas y sagradas del pueblo cristiano estén en plena conformidad con las normas de la Iglesia»).

Incluso la frase de que «en lugar sagrado conviene que sea un sacerdote o diácono quien las realice», es confusa: en realidad el texto del 2000 dice «es conveniente que sean guiadas por un sacerdote o un diácono». «Guiar» significa que el sacerdote está allí y se asegura que todo es correcto, quizá también pronuncia oraciones o dirige el ritmo y el tiempo; en cambio, «que las realice» es mucho más estricto: parece indicar que solo el sacerdote puede rezar en voz alta por los enfermos, decir las palabras, hacer gestos, sin que los laicos parezcan poder hacer más que decir «amén».

Luego el texto de los obispos españoles repite las normas del 2000 sobre evitar introducir oraciones de sanación con texto escrito litúrgico, «así como las oraciones de exorcismo, litúrgicas o no litúrgicas» dentro de la celebración de la misa, los Sacramentos y de la Liturgia de las Horas.

Lo que inquieta a los afligidos

Por último, los obispos insisten en el tema que les preocupa más: «Frente a aquellos que afirman la transmisión intergeneracional de los pecados de los antepasados, apoyándonos en la Palabra de Dios, queremos afirmar que a nadie puede imputársele pecados ajenos ni se le debe hacer responsable de los pecados de generaciones anteriores, sino que cada uno es responsable de su propia vida y de sus propios pecados».

Pero esto no resolverá la inquietud de aquellos que digan: «bien, no se me ‘imputa’ el pecado de mi antepasado, pero sospecho que de alguna forma me afecta y me sigue dañando; aquello que hizo está relacionado con lo que me pasa».

Hay varias formas en que esto puede plantearse. Quizá alguien descubre que fue engendrado en una violación, o fuera del matrimonio. O alguien le dice, por un don carismático de palabra de conocimiento, o un sueño o una visión (quizá luego confirmada) que algo que pasó entre sus padres está relacionado con su problema. Quizá por una discusión entre los padres, uno de los dos se hizo distante o sobreprotector con el niño, hiriéndole.

O podría entrar el tema de la brujería, muy común en África: un antepasado hacía brujería y consagró a sus descendientes a los demonios. El bautismo borra el pecado, pero no hace que los demonios dejen de prestar una atención especial a ese linaje que les parece prometedor e interesante, pueden decir algunos cristianos africanos o caribeños.

El documento de los obispos hace bien en recordar que el pecado es personal, y que el bautismo y la confesión lo borran.

Pero la necesidad pastoral que había que atender en el tema de la «sanación intergeneracional» era, sobre todo, la necesidad de sanación que muchas personas reclaman. Y si la Iglesia no les ofrece caminos de sanación, las personas la buscarán en otros sitios.

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»