Agradeciendo a los presentes «por tomarse el Día del Señor… para hacer lo que debemos hacer un domingo, estar con la familia y los amigos, rezar, apoyar la verdad, vivir para el Señor de la vida», Strickland introdujo el Rosario, diciendo: «Ahora pasamos al mayor poder que tenemos: el Rosario de la Santísima Virgen María».
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