Existe una realidad trágica para el hombre: la situación en la que queda si no vive en gracia de Dios: “Maestro, (le dirá un padre desesperado por su hijo enfermo) te he traído a mi hijo; tiene un espíritu que no le deja hablar y, cuando lo agarra, lo tira al suelo, echa espumarajos, rechina los dientes y se queda tieso. He pedido a tus discípulos que lo echen y no han sido capaces”.
La enfermedad a la que se refiere el Evangelio se trata de una situación del alma, no es una enfermedad física: un ciego, un cojo. Es un tipo de enfermedad que consiste en “un espíritu que no le deja hablar”.
Lo primero que hace un hombre alejado de Dios es “no hablar” con Dios ni hablar de Dios a quienes en la tierra le podrían hablar de Dios. Cortar la conversación con Dios, es decir, bajar del nivel en el que había sido creado por Dios: le creó ser racional, lo que le distingue precisamente de los otros reinos (animal, vegetal o mineral); es su razón, la capacidad de dirigirse voluntariamente a Dios, hablar con Él, lo que le hace superior.
Cuando el hombre “no habla” con Dios, este espíritu domina al hombre, y “lo agarra, lo tira al suelo”, es decir, lo degrada, lo baja, lo tira hacia abajo. No dice que sea un espíritu que “lo agarra y lo tira hacia arriba”, no; sino que “lo tira al suelo”.
Desde ahí, degradado, en lugar de hablar “echa espumarajos”. La espuma es símbolo siempre de la vaciedad, de la nada … No tiene nada: cuando la espuma desciende de su hinchada forma, no queda nada; a todo caso, una baba reseca y sucia. Así sucede con los que se hinchan con la vaciedad de la soberbia y, orgullosos, retiran el habla a Dios. Al final, de su boca no ha salido nada más que espuma, o, a decir, del Evangelio, “espumarajos”. ¿En qué se queda el hombre, aunque fuera un premio Nobel, si se separa de Dios?
Lo que le pasa a ese hijo,¡es que: “rechina los dientes”. Así, cuando Jesús habla del infierno en el Evangelio dice “que allí será el llanto y rechinar de dientes”. Se nos está animando aquí, como hace el padre de este chico, a que recemos para que Dios intervenga.
Su hijo “se queda tieso”, como muerto. En realidad un hombre sin la gracia de Dios tiene “el alma muerta” … “El niño se quedó como un cadáver, de modo que la multitud decía que estaba muerto”.
“Jesús lo levantó, cogiéndolo de la mano, y el niño se puso en pie” … La Virgen nos recuerda que “esta especie de demonios sólo puede salir con la oración”.
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