Hemeroteca Laus DEo16/05/2022 @ 00:50
Hora Santa. Yo: “Señor, quizás tenías prisa por decirme muchas cosas y yo me he retrasado….” Él: «Apoya tu frente sobre Mi Corazón y escucha. Ya sabes que se debe conceder gran importancia a las cosas más insignificantes de los días ordinarios, pues ante Mis Ojos todo el valor de las cosas está en la intención de amor con que se hacen. Esto te lo digo con frecuencia, para que no lo olvides y que nada se pierda: podéis, a bajo precio , enriqueceros y enriquecer a los otros. No dejes entonces nada en la vaguedad: y que todo se haga con el deseo de la perfección en vuestro trabajo, para darme mayor gusto y reparar por las imperfecciones pasadas. ¿Sabes que uno solo de esos momentos puede reparar una vida entera? Haz bien lo que haces, sea lo que fuere, y hazlo mirándome y pidiéndome Mi Gloria. Así serás bendecida por Dios.”
Yo: “Señor, ¡ayúdame! Tú conoces mi nada y mi inclinación al mal.” Él: «Mi Gracia te basta. Te la doy cuando Me La pides. Y no sólo eso, sino que con frecuencia se te anticipa. Toma bien en serio tu influencia como esposa de Cristo: no hagas ni digas sino cosas que tu Esposo aprueba. Considéralo todo como si Yo estuviera puesto en tu lugar: ‘¿qué diría Él?, ¿qué respondería?’ Esta será una manera nueva de agradarme, una manera de estar siempre Conmigo. ¿No sientes que siempre os estoy buscando? Como aquella madre que despertaba a su hijito solamente por el gusto de verlo sonreír otra vez.»
9 de Mayo 1941
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