Santiago es un joven argentino que sufrió en la infancia, en la juventud se dedicó al mundo del ocio nocturno y la droga y en lo espiritual mantuvo una «batalla a vida o muerte» con una presencia demoníaca. Durante años se preguntó: «¿Quieres vivir o morir?«. Dios le fue saliendo al encuentro y transformó su vida.
Familia católica, pero sin vida sacramental
Santiago fue criado como el menor de tres hermanos, en una familia de San Nicolás de los Arroyos (Argentina) que «creía en Dios por tradición, pero sin ningún camino ni vida sacramental», cuenta a El Rosario de las 11.
Sus padres se adentraron en la espiritualidad confusa de la Nueva Era , una dinámica que no tardaría en destruir por completo al matrimonio.
Santiago se apoyó en su abuela Nelva, que «era una persona de fe y estaba en el camino. Me acogió y me aceptó como un hijo más y ahí se desarrolló toda mi infancia».
La abuela de Santiago trataba por todos los medios que él acudiese a catequesis, pero él lo recuerda como algo «difícil de sostener» en aquel entonces.
A la deriva, pero con poder
«Al no tener contención, crecí a la deriva, buscando experiencias, felicidad y lo que no había tenido en casa. En la adolescencia caí en el alcohol y con 16 años empecé a trabajar en la noche, hasta los 27″, relata.
Hoy habla de aquellos años como «repletos de pecados», si bien entonces «no lo veía como algo mundano, solo como el camino para ser feliz, alcanzar su objetivos, ser aceptado y llamar la atención de las figuras que no estaban».
Tenía muchas puertas abiertas. Como fotógrafo de las fiestas nocturnas, recuerda que su vida se regía por la máxima del «esto quiero, esto tengo«, gozando de «cierto poder» en su día a día pero «muy débil e ignorante espiritualmente».
Tras una sobredosis, recordó un gesto de Dios
El 18 de septiembre de 2017, cuando él tenía 26 años, su madre se quitó la vida. «Ahí se aceleró el camino al abismo al que ya iba, tratando de escapar y adormecer», comenta.
Parte de ese camino al abismo fue una sobredosis tras varias horas consumiendo drogas, el 30 de marzo de 2018.
Amaneció con algo semejante a un «resplandor», con una incesante preocupación por haber faltado al trabajo debido a su estado. Y pensó: «¿Cómo puede ser que me preocupe haber fallado a mi jefe y no me preocupe por mi propia vida?»
Buscando un mechero que le permitiese continuar su evasión psicotrópica, acabó llegando al lugar donde cuatro años atrás tuvo una de sus primeras y «más fuertes» experiencias espirituales. Era febrero de 2014 y estaba en el hospital, velando junto al cuerpo sin vida de la compañera de su hermano, fallecida en un accidente de coche. De pronto, la hermana pequeña de la difunta, de unos 9 años, fue corriendo a abrazarle sin conocerle de nada.
«Me tembló todo el cuerpo. No entendía qué pasaba solo lloraba y pedía perdón, sin saber por qué ni para qué. Quedó marcado para mí como uno de los hitos marcados por Dios en que decía `Aquí estoy´».
El Señor empezó a obrar a través de una pregunta
Santiago se adentró más y más en el laberinto de drogas y vacío existencial hasta que tocó fondo.
Lloró de nuevo copiosamente cuando se preguntó, prácticamente por primera vez en su vida, quién era. No tenía respuesta.
Sintiendo que había deshonrado a su abuela, se acercó a ella todavía más si cabe, con el objetivo de comenzar su búsqueda espiritual y de sí mismo.
«Empecé a hablar con ella de cosas que nunca habíamos conversado, de la vida, de fe, del perdón… Y en ese profundizar con mi abuela, percibí que estaba dando sus últimos pasos en este mundo», recuerda.
Por entonces estaba conociendo a quien creía que era su alma gemela, aquejado por lo que recuerda como una «enfermedad de promiscuidad, consumo de drogas» y, especialmente, «por no saber lo que quería en la vida».
El «click» fue contemplar la posibilidad de ser padre. Aquello removió las heridas y temores de su infancia con la familia, el divorcio de sus padres o la posibilidad de una vida no planeada. Todo ello culminó con una extraña sensación en plena madrugada, convencido de que alguien cercano se iba a morir.
Desorientado, comenzó a llamar a seres queridos hasta que marcó el teléfono de su padre biológico, con quien no hablaba desde hacía una década: «Le dije que lo había perdonado por todo lo que había hecho, y por lo que no había hecho. Encontré una paz que no tenía, me empecé a liberar y más tarde supe que era el Señor obrando».
La mejor herencia de su abuela
La madrugada del 12 de octubre de 2018 escribió en su diario la confirmación que le venía persiguiendo desde hacía tiempo: «No sé quién soy». Aquella frase le llevó de inmediato a mover cielo y tierra para conocer sus orígenes, su historia y su familia, hasta que llegó una pregunta, la de «qué necesita el mundo para ser mejor«, y una respuesta: «Más personas como Nelva«.
Aquel hilo de razonamientos tenía un final evidente. Todo giraba en torno a su abuela, su «madre espiritual», que aún agonizando por un cáncer «parecía estar mejor que nosotros, que creíamos que estábamos bien». Y solo faltaba una pregunta por responder: «¿Cómo Nelva llegó a ser Nelva?«.
La respuesta le daría sentido a su pasado, pero también a su futuro, en el momento en que su abuela fallecía. «Nelva llegó a ser Nelva por Dios«.
«Y empezó la búsqueda. Fue como un traspaso, como coger lo que ella dejaba, como una transmisión de fe. Fue su herencia. De ahí en adelante comenzó ese renacer, ese empezar a buscar nuestra fe y ese camino de conversión, de regreso a casa», relata.
A vida o muerte contra el demonio
El joven afirma que su vida ha estado plagada de experiencias, y no se refiere solo a los excesos de noche o las drogas. Nunca olvidará el 25 de agosto de 2018, cuando en plena madrugada recuerda que «se presentó el demonio queriendo devorar mi alma. Yo solo buscaba paz, dejar de sentir dolor y un apagón a mis problemas, y este ser inmundo se me presentó por medio de una persona que me invitaba a cosas aparentemente buenas y se terminó revelando tal cual era».
Recuerda que se «congelaron» sus extremidades, quedando paralizado en estado de shock. Pero aquella acabó siendo «la primera experiencia que tenía de salud y fuego en mi corazón, lo que me mantenía con vida. Una batalla de vida o muerte en la que una persona me preguntaba por qué quería quedarme. Si quería vivir o morir».
Santiago respondió que elegía la vida, a lo que siguió una nueva pregunta: «¿Cómo quieres vivir, si la mayoría de tus pensamientos y obras indican que vas de camino a la muerte y no a la vida?». Aquello fue el culmen de un proceso que terminó por dar una respuesta definitiva que determinaría su vida hasta el día de hoy: «Solo quería vivir. Pero vivir eternamente y con plenitud«.
Sanando con la penitencia y evangelización
En 2019 renunció a su trabajo en el mundo de la noche. Se adentró en la práctica de la penitencia, la peregrinación, el ayuno y la oración, mientras veía como su vida cambiaba.
Declinó muchas invitaciones que recibió para iniciarse en el reiki, la adivinación o demás prácticas new age. Hoy cree que era Dios quien le impulsó a eso.
Se consagró a la Virgen. Quedó atónito cuando le invitaron a ser catequista. De algún modo, fue como «empezar a sanar esa herida que había tenido por no haber sido formado o acompañado de niño. Ahí empezó otra parte del camino, el de intentar llevar a las personas al Señor«.
A día de hoy, Santiago combate la Nueva Era que destruyó a su familia y es un activo evangelizador en redes sociales que admite despertarse cada día «dando gracias al Señor. Ha ordenado una vida que solo Él podía ordenar, [como ejemplo del] `Yo hago nuevas todas las cosas´», concluye.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
More Stories
El Papa destaca el papel del Espíritu Santo en la misión sinodal y la necesidad de una Iglesia en salida
El Vaticano despide a dos empleados del IOR por casarse y no renunciar ninguno a su puesto
Distribuidora de Sound of Freedom responde a denuncia por «financista» arrestado por secuestro