27/11/2024

San Antonio María Claret: el empeño misionero, predicando y por escrito, del confesor de la reina

24 de octubre, San Antonio María Claret

San Antonio María Claret nació en Sallent (Barcelona) en 1807, quinto de los once hijos de Juan Claret y Josefa Clará, un matrimonio firmemente cristiano. El nombre María no le fue impuesto en el bautismo, sino que lo añadió él cuando fue consagrado obispo como signo de su gran devoción mariana: “María Santísima es mi madre, mi madrina, mi maestra, mi directora y mi todo después de Jesús”, explicaba.

Desde muy pequeño le obsesionaba la idea de la salvación de las almas y la conversión de los pecadores, lo que le orientó pronto hacia el sacerdocio. Sin embargo, empezó a trabajar a los doce años en el negocio familiar, un taller de hilados de algodón. A los diecisiete empezó a compatibilizar ese oficio con el estudio, que hacía por las noches. Se convirtió en un gran maestro del oficio y le propusieron ampliar sus horizontes empresariales en el campo textil, pero él tenía claro su deseo de entregarse totalmente a Dios.

Materializó esa vocación cuando sufrió un encadenamiento de episodios que le hicieron ver la fugacidad y futilidad de la vida. Estuvo a punto de morir ahogado en la playa de la Barceloneta, pero invocando a la Virgen se vio de repente en la orilla y con la ropa seca. Fue objeto de un robo por un amigo que invirtió lo robado en nuevos delitos, de los que Antonio Claret Clará estuvo a punto de ser considerado cómplice. Otro día, al ir a visitar a un amigo, fue acosado por la dueña de la casa.

¿Cartujo, jesuita? Misionero

Tras algunas dudas sobre la posibilidad de ser cartujo, en 1829 ingresó en el seminario de Vich y en 1935 fue ordenado sacerdote, con un primer destino en la parroquia de su villa natal. Allí vivió los primeros pasos de la labor anticatólica de los liberales, con la quema de conventos, varias matanzas de frailes, exclaustración de religiosos y la desamortización de Mendizábal, ante lo cual reaccionó buena parte del pueblo nucleada en torno a la causa carlista. Él ejerció su ministerio intentando no verse arrastrado por inquinas políticas.

Deseoso de ser misionero, en 1839 fue a Roma para ser enviado a donde fuera por la congregación de Propaganda Fide. Pero no fue bien recibido. Probó suerte con la Compañía de Jesús, pero su débil salud, que ya había impedido su vocación cartuja, lo hizo también con la vocación jesuita.

Regresó a España con un nuevo destino parroquial en Viladrau (Gerona), pero su deseo de la misión seguía firme y consiguió que en 1841 su obispo le destinara a esa tarea, por lo que empezó a predicar en toda Cataluña, de localidad en localidad cargando solo con un hatillo y su breviario.

Predicador con la voz y con la pluma

Su oratoria y hechos prodigiosos que le eran atribuidos hicieron que la gente con la que se encontraba en el camino se convirtiese y que los templos se llenasen para escucharle. Asimismo, predicaba ejercicios espirituales al clero y las religiosas. Y, al ver que donde no podía llegar con la palabra hablada podía llegar con la palabra escrita, empezó a escribir con profusión y fundó una editorial y librería religiosa para difundir miles de hojas, folletos y libros, además de estampas y objetos religiosos.

Entre las obras que fue escribiendo a lo largo de su vida figuran Camino recto (1843), Catecismo explicado (1848), El colegial instruido (1860-1861) y su Autobiografía (1861-1862). (Puede verse su amplísima bibliografía en la entrada sobre su vida preparada por Jesús Bermejo Jiménez para el Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia.)

En 1847 escribió los estatutos de la Hermandad del Santísimo e Inmaculado Corazón de María y Amantes de la Humanidad, compuesta por sacerdotes y seglares entregados al apostolado. Al año siguiente fue llamado por el obispo de Canarias a predicar en las islas. Allí pasó quince meses con idéntico resultado de conversiones que en Cataluña.

A su regreso, en 1849, fundó con otros cinco jóvenes sacerdotes la Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, hoy conocidos como claretianos.

Arzobispo en Cuba e intento de asesinato

Y ese mismo año supo su nombramiento como arzobispo de Santiago de Cuba, que aceptó por obediencia. El 6 de octubre de 1850 fue consagrado obispo en la catedral de Vich y al poco partió para Cuba, con una multitud despidiéndole en el puerto de Barcelona. 

San Antonio María Claret, ya obispo.

Llegó a Santiago en febrero de 1851. Fue, durante seis años, un obispo misionero, muy atento a las injusticias y reformador de la diócesis, donde creó desde instituciones religiosas a escuelas de capacitación profesional o cajas de ahorros. La recorrió, a pie o en mula, tres veces.

Por su intensa labor social sufrió persecución desde instancias políticas y sociales acostumbradas a la corrupción. El 1 de febrero de 1856, un sicario intentó degollarle al salir de una iglesia donde acababa de predicar. No le mató, pero le dejó severos cortes con una navaja de afeitar.

Confesor de Isabel II

Al año siguiente fue reclamado en Madrid para un oficio que le haría aún más célebre: ser confesor de la reina Isabel II. Aceptó a regañadientes, pero puso condiciones: «No vivir en palacio, no implicarle jamás en enredos políticos ni obligarle a guardar antesalas y gozar de la debida libertad para ejercer su misión apostólica», resume Jesús Bermejo Jiménez. 

Ejerció once años el cargo, dejándose notar benéficamente su presencia en la corte, sin merma de su labor evangelizadora en los barrios madrileños: “La multitud de pobres me comen vivo”, llegó a decir. Consecuencia de su generosidad en el reparto de todos los bienes materiales que recibía.

Promovió la participación de los seglares en la evangelización a través de asociaciones y bibliotecas populares: «Parece que Dios quiere que los seglares tengan una gran parte en la salvación de las almas”, aseguraba.

Además, la reina le encargó la restauración del monasterio de El Escorial, labor a la que se entregó durante nueve años (1859-1868) y no se aplicó solamente a lo material, sino a lo académico, creando un colegio de nivel universitario que empezó a destacar por sus estudios de ciencias y letras.

Su influencia sobre la reina tuvo un gran impacto en el nombramiento de obispos, elevándose con ello el nivel espiritual y cultural del episcopado.

La decepción y el exilio

Sufrió varias campañas de desprestigio por parte de los enemigos de la Iglesia. Cuando el gobierno de Isabel II reconoció en 1865 el reino de Italia, edificado sobre la invasión y expolio de los Estados Pontificios, dejó la Corte, aunque regresó a petición del Papa Pío IX

 

 ‘Claret’ (‘Esclavos y reyes’ en América) es una película de 2020 con guión y dirección de Pablo Moreno.

La revolución de 1868, que acabó temporalmente con la dinastía Borbón en España, le llevó al exilio en París junto a la reina. Allí se dedicó a predicar y confesar y a educar al futuro rey Alfonso XII y sus hermanas.

Al año siguiente dejó su labor como confesor regio y se trasladó a Roma, donde participó en el Concilio Vaticano I. En él defendió el dogma, entonces proclamado, de la infalibilidad pontificia. Es el único de los padres conciliares que ha sido canonizado.

La muerte, a las puertas del regreso

En el verano de 1870, ya gravemente enfermo, quiso volver a España, pero al llegar a los Pirineos tuvo que desistir al saber que el gobierno pretendía detenerle. Fue acogido en el monasterio cisterciense de Fontfroide, donde fue atendido hasta su muerte, a consecuencia de un ataque de apoplejía, el 24 de octubre de 1870.

En 1897 sus restos se trasladaron a Vich, donde hoy se veneran. Pío XI le beatificó en 1934 y Pío XII le canonizó en 1950.

Artículo extractado de la entrada ‘San Antonio María Claret‘ del Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia.

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»