Hemeroteca Laus DEo04/12/2021 @ 01:48
Santa Bárbara nació en la ciudad de Nicomedia, en Asia Menor, alrededor del año 273, bajo el Imperio Romano; su padre, Dioscuro, era gobernador local, totalmente contrario a la Fe Cristiana que en aquellos días estaba proscrita. Temeroso de que su hija abrazara la Fe Cristiana, hizo construir una torre para resguardar a la bella hija, pedida en matrimonio por muchos pretendientes. Ella, sin embargo, no tenía intención de casarse, sino de consagrarse a Dios.
Antes de entrar en la torre, no siendo aún bautizada y con el deseo de recibir el Sacramento, fue a una piscina de agua cerca de la torre y se tiró tres veces, diciendo: «Bárbara se bautiza en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo». Por orden de su padre, la torre iba a tener dos ventanas, pero quería Bárbara tres, en honor de la Santísima Trinidad.
Dioscuro llegó a saber de la profesión de Fe Cristiana de su hija, y decidió matarla, pero ella, pasando milagrosamente entre las paredes de la torre, logró escapar. Capturada, su padre la llevó ante el magistrado. El prefecto Marciano trató de convencer a Bárbara de retirar su propósito de consagrarse a Dios, pero los intentos fueron inútiles; ordenó entonces atormentarla envolviendo todo su cuerpo en una tela áspera y gruesa, de modo que empezó a sangrar por todas partes, pero durante la noche Bárbara tuvo una visión y fue completamente curada. Al día siguiente, el prefecto la sometió a nuevas y más crueles torturas: sobre su carne vuelta a sanar hizo poner planchas de hierro caliente.
Una tal Juliana, presente en el tormento, habiendo expresado sentimientos de compasión cristiana, fue asociada al Martirio: el fuego encendido a sus costados para atormentarla, se apagó casi de inmediato. Bárbara fue paseada desnuda por la ciudad, pero milagrosamente volvió vestida y saludable, a pesar de la flagelación. Por último, el prefecto la condenó a la decapitación, y fue el padre mismo quien cumplió la sentencia, pero inmediatamente después descendió fuego del Cielo y quemó al padre cruel, de quien ni siquiera quedaron las cenizas.
El Emperador Justiniano, en el siglo VI, trasladó las reliquias de la Mártir Santa Bárbara de Egipto a Constantinopla; algunos siglos más tarde, los venecianos las llevaron a su ciudad y fueron puestas en la iglesia de San Juan Evangelista en Torcello (1009). La veneración por la Mártir se había extendido por Italia, probablemente importado durante el período bizantino, es decir, en el siglo VI, y luego se desarrolló más durante las Cruzadas. Su culto fue confirmado por el Papa San Pío V en 1568.
Santa Bárbara es invocada especialmente contra la muerte súbita por alusión a la muerte del padre, y, más tarde, su protección se extendió a todas las personas que fueron expuestas en su trabajo al peligro de muerte inmediata, de allí la relación con las bombas y la artillería, que la venera como Patrona.
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