Hemeroteca Laus DEo22/11/2021 @ 01:48
Santa Cecilia, joven virgen de una familia senatorial y cristiana desde su infancia, fue dada matrimonio por sus padres a un noble joven pagano, Valeriano. Cuando, tras la celebración del matrimonio, la pareja se había retirado a la cámara nupcial, Cecilia dijo a Valeriano que ella se había desposado con un ángel que celosamente guardaba su cuerpo; por consiguiente, Valeriano debía tener el cuidado de no violar su virginidad. Valeriano pidió ver al ángel, después de lo cual Cecilia lo envió junto a la tercera piedra miliaria de la Vía Appia dónde debía encontrarse con el Papa Urbano. El Obispo Adhelmo, en su libro De Virginitate, llegará a decir que Santa Cecilia es la segunda después de la Madre de Dios, entre las vírgenes, pues guardó la virginidad aun siendo desposada.
Según la piadosa Tradición, el diálogo entre Santa Cecilia y su esposo fue éste:
«Tengo que comunicarte un secreto. Has de saber que un ángel del Señor vela por mí. Si me tocas como si fuera yo tu esposa, el ángel se enfurecerá y tú sufrirás las consecuencias; en cambio si me respetas, el ángel te amará como me ama a mí.»
Valeriano replicó: «Muéstramelo. Si es realmente un ángel de Dios, haré lo que me pides.»
Cecilia le dijo: «Si crees en el Dios vivo y verdadero y recibes el agua del bautismo verás al ángel.» Valeriano obedeció, fue bautizado por el Papa y regresó como cristiano ante Cecilia. Entonces se apareció un ángel a los dos y los coronó con rosas y azucenas. Cuando Tiburcio, el hermano de Valeriano, se acercó a ellos, también fue ganado para la Cristiandad. Como niños celosos de la Fe ambos hermanos distribuyeron ricas limosnas y enterraron los cuerpos de los confesores que habían muerto por Cristo.
El Prefecto, Turcio Almaquio, los condenó a muerte; el funcionario del Prefecto, Máximo, fue designado para ejecutar la sentencia, se convirtió y sufrió el Martirio con los dos hermanos. Antes de que fuera apresada, dispuso que su casa debiera conservarse como un lugar de culto para la Iglesia romana. Después de una gloriosa profesión de Fe Cristiana, fue condenada a morir asfixiada en el baño de su propia casa.
Pero, cuando permaneció ilesa en el ardiente cuarto, el prefecto decidió su decapitación en ese lugar. El ejecutor dejó caer su espada tres veces sin separar la cabeza del tronco y huyó, dejando a la virgen bañada en su propia sangre. Vivió tres días, hizo disposiciones en favor de los pobres y dispuso que después de que su muerte su casa debía dedicarse como templo.
El Papa Urbano la enterró entre los Obispos y los Confesores, es decir, en la Catacumba de San Calixto. La fecha del Martirio de la Santa varía según los historiadores: algunos aseguran que murió en la Roma del Emperador Alejandro Severo, en el 230, mientras que otros estudiosos proponen que Santa Cecilia fue martirizada entre el 176 y el 180, con Marco Aurelio.
Las reliquias de Santa Cecilia, con las de Valeriano Tiburcio y Máximo, también las de los Papas Urbano y Lucio, fueron trasladadas por el Papa Pascual a principios del siglo IX, y enterradas de nuevo bajo el altar mayor de Santa Cecilia en el Trastévere.
Cuando se fundó en Roma la Academia de la Música en 1584, fue nombrada Patrona del Instituto, después de lo cual su veneración como Patrona de la Música de la Iglesia se generalizó universalmente. En 1599 su cuerpo fu exhumado: se la encontró con un vestido brocado en oro y cubierta con velos de seda.
Santa Cecilia es una de las siete Vírgenes que nombra el Misal en el Canon, incluso durante la Edad Media, el Aniversario de su Martirio sería día de precepto.
DE SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS
Teníamos que llevarnos algún recuerdo de las catacumbas. Así que, dejando que se alejase un poco la procesión, Celina y Teresa se deslizaron las dos juntas hasta el fondo del antiguo sepulcro de santa Cecilia y cogieron un poco de la tierra santificada por su presencia.
Antes del viaje a Roma, yo no tenía especial devoción a esta santa. Pero al visitar su casa, convertida en iglesia, y el lugar de su martirio, al saber que había sido proclamada reina de la armonía, no por su hermosa voz ni por su talento musical, sino en memoria del canto virginal que hizo oír a su Esposo celestial escondido en el fondo de su corazón, sentí por ella algo más que devoción: una auténtica ternura de amiga… Se convirtió en mi santa predilecta, en mi confidente íntima… Todo en ella me fascina, sobre todo su abandono y su confianza sin límites, que la hicieron capaz de virginizar a unas almas que nunca habían deseado más alegrías que las de la vida presente…
Santa Cecilia se parece a la esposa del Cantar de los Cantares. Veo en ella «un coro en medio de un campo de batalla…» Su vida no fue más que un canto melodioso, aun en medio de las mayores pruebas, y no me extraña, pues «el santo Evangelio reposaba sobre su corazón» y en su corazón reposaba el Esposo de las vírgenes…
Santa Teresita de Lisieux en su «Historia de un alma»
Quisiera conquistarle a Jesús corazones,
y, como tú, quisiera sacrificar mi vida,
darle toda mi sangre y el llanto de mis ojos…
Haz que yo guste en la extranjera playa
el perfecto abandono, del amor dulce fruto.
¡Oh, mi santa querida, haz que vuele a tu lado,
muy pronto y para siempre, muy lejos de la tierra…!
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