«Entre los visitantes y las enfermeras había muchos que escandalizaban a Jacinta por sus vestidos demasiado llamativos, a menudo también inmodestos. Señalando ciertos collares y otras formas de joyería, Jacinta solía decir: “¿Para qué sirve todo eso? ¡Si supieran lo que es la eternidad!” Y de algunos doctores que reflejaban incredulidad: “¡Desdichados! ¡Si supieran lo que les espera!”
La vidente afirmó que Nuestra Señora le había revelado que “los pecados que más gente llevan al infierno, son los pecados de la carne; que esa gente debe renunciar a la lujuria y a la impureza, que no debe permanecer obstinada en el pecado, y tiene que hacer penitencia.”
Parece que cuando lo dijo, Nuestra Señora se mostró muy triste, pues la niña agregó: “¡Tengo mucha pena por Nuestra Señora! Tengo mucha pena por ella!”»
Canónigo Formigao, “Los Grandes Milagros de Fátima”.
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