En el Reino Unido se está debatiendo la cuestión del suicidio asistido. Es interesante seguir un debate que intenta escapar de las trampas emotivistas estilo Almodóvar y abordar seriamente una cuestión crucial.
En ese intenso debate he encontrado una propuesta del Dr. Cajetan Skowronski (@TradSkowronski) que no deberíamos descartar precipitadamente.
Sí, se supone que queremos ahorrarle dolores a quien nos pide que le matemos, y para eso le damos un cóctel de partillas debidamente elegidas o una inyección letal. Pero la verdad es que el método no es 100% eficaz: un organismo puede reaccionar de una manera diferente a otro y la duración de los últimos momentos de conciencia puede variar: puede ser que no haya tiempo para decir aquellas últimas palabras o, al contrario, que se alargue una agonía terrible al saberse encaminado hacia la muerte sin remedio. No es lo habitual, pero el riesgo existe.
El doctor Skowronski, siempre pendiente del bienestar de sus pacientes, nos propone una sencilla y eficaz solución:
«Mientras esperamos la publicación del proyecto de ley de muerte asistida, me gustaría defender que la guillotina debería considerarse el método más eficaz y humano para ayudar a nuestros pacientes.
En plena Revolución Francesa, cuando se producían grandes volúmenes de muertes asistidas en aras de nobles objetivos, un médico compasivo, el Dr. Guillotin, consideró que muchos de los métodos imperantes eran crueles y propensos a altas tasas de complicaciones.
Por ello, el Dr. Guillotin propuso el uso de un método preciso e inmediato de muerte asistida que ahorra a los «pacientes» muchos de los lamentables sufrimientos asociados a otras opciones terapéuticas como la horca, el fusilamiento, el hachazo, la quema o el desmembramiento.
La guillotina inauguró una era de ejecuciones compasivas y, tras extensos ensayos en Francia, fue adoptada en muchos países progresistas como la mejor forma de muerte asistida.
Como médico del siglo XXI motivado por la misma compasión y devoción por la ciencia, soy en cierto modo heredero del Dr. Guillotin. Como él, veo que las «mejores prácticas» que prevalecen en las jurisdicciones donde la eutanasia es legal son inhumanas, lentas y conllevan tasas de complicaciones inaceptables.
En Oregón, por ejemplo, los pacientes deben ingerir grandes cantidades de pastillas en cuestión de minutos para alcanzar niveles tóxicos. Si tienen suerte, su muerte tarda unos minutos, pero por término medio tarda una hora. En 2023 el tiempo más largo registrado desde la ingestión hasta la muerte fue de 137 horas. En Oregón, la tasa de complicaciones registrada en 2023 es del 9,8%, sin incluir la muerte prolongada.
En Bélgica, los fallos de los medicamentos para la eutanasia han provocado tragedias como el recurso de los médicos a asfixiar a un paciente hasta la muerte con una almohada.
La eutanasia intravenosa seda al paciente y paraliza sus músculos respiratorios, de modo que se asfixia y acaba sufriendo una parada cardiaca por falta de oxígeno. Un paciente paralizado puede parecer externamente tranquilo, pero no tenemos ni idea de cómo se siente. Es el equivalente farmacológico de una almohada en la cara.
Para mí, es inaceptable el tiempo que se tarda en conseguir la Muerte Asistida y la posibilidad de más sufrimiento. Por lo tanto, insto a que los defensores de la Muerte Asistida reciban formación en el manejo de guillotinas portátiles y modernas para ofrecer a sus pacientes los mejores cuidados con efecto instantáneo.
El estigma de la guillotina es, por desgracia, un obstáculo que debemos superar para que esta propuesta se haga realidad. Pero pensemos en el estigma que ya hemos superado al replantear el hecho de que los médicos maten a los pacientes como un acto de compasión que ahora llamamos muerte asistida. Hagamos juntos el cambio.
Las preocupaciones vinculadas al uso original de la guillotina para la muerte asistida de pacientes vulnerables no dispuestos o coaccionados pueden disiparse ahora con toda confianza. Los franceses no tenían la palabra «Garantías». Si decimos mucho «Garantías», se produce una especie de magia y nada puede salir mal».
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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