30/12/2024

Cabrini, un espectáculo visual simétrico y medido: sin luz en la calle, se busca en las almas

Ya está en los cines españoles la película Cabrini, sobre Santa Francisca Javiera Cabrini, una religiosa italiana que llegó en 1889 a Nueva York para ayudar a los inmigrantes italianos que vivían en condiciones infrahumanas. Fue canonizada en 1946 por Pío XII, y cuatro años después la declaró santa patrona de los migrantes.

Durante dos horas y 20 minutos, el espectador asiste a una fotografía y escenografía cuidadísima, simétrica al milímetro, muy medida, llena de reflejos y juegos de espejos y homenajes a la pintura italiana renacentista (en los encuadres, las arquitecturas, arcos, puntos de fuga), con una música que una y otra vez nos recuerda la apertura de una ópera (porque está naciendo algo nuevo, se «abre» una nueva América con sones italianos) y con cantos de soprano sin texto para emocionarnos ante la pobreza y el dolor.

Es una película de denuncia social. Pueden verla adultos, niños a partir de cierta edad y adolescentes y no tiene escenas inadecuadas. Hay varios personajes que son niños, las monjas de Cabrini organizan un orfanato y los visten con mimo, pero no es una película suave, no es una película de LuxVide, no tiene la ternura y luminosidad de un «Prefiero el Paraíso» y su Felipe Neri. Es más dura, y quizá menos espiritual.

Sus colores siena y grises lo matizan todo: la pobreza de las barriadas de Five Points alcanza incluso al sol, que no puede iluminar con alegría ni en las escenas italianas.

Arcos, salas, claroscuros… una composición pictórica en la película sobre Santa Francisca Cabrini.

Una santa enferma, incansable, que nunca acaba de morirse

Hace un magnífico trabajo la actriz italiana Cristiana Dell’Atte en el papel de la santa, una mujer joven, enferma, de rasgos febriles, a la que le han concedido 3 años de vida, pero que ve que esos años se alargan, aunque ella los vive agotándose como si se le acabaran.

Se reviste de su hábito como el caballero de su armadura y se lanza a la batalla, sobre todo contra hombres ricos e insensibles, a veces directamente racistas, en la mayoría de los casos desinteresados en los pobres. Le dicen una y otra vez que ese lugar (los despachos, el senado, el ayuntamiento) no son su lugar, a veces por italiana, otras veces por mujer.

Quizá es exagerado que esos hombres nunca se saquen sus grandes sombreros de copa, signo de fría opulencia, ni en interiores ni en reuniones.

También es convincente la interpretación de David Morse como el arzobispo Corrigan de Nueva York, aunque sus bloqueos no son muy comprensibles: hijo de inmigrante irlandés pobre, parece desistir una y otra vez de apoyar a la santa, y sólo lo hace con reticencias.

Romana Maggiora Vergano capta nuestra empatía como la prostituta Vittoria, que pasa a vivir con las hermanas. Ninguna de las otras religiosas tiene personalidad en el guión, son un coro casi anónimo de monjas, escoltas, y la santa se sincera y apoya en la prostituta, que probablemente es un personaje de ficción. Aprendemos muy poco de la fraternidad entre religiosas.

Giancarlo Giannini interpreta al Papa León XIII, presentado como astuto y duro, pero que da cancha a la santa, la envía a Nueva York y le apoya con cartas. John Lithgow es un desalmado y corrupto alcalde Gould. Y Jeremy Bobb es el reportero Calloway del New York Times: la prensa será una y otra vez una aliada de la santa en su esfuerzo por visibilizar a los pobres invisibles.

Reflejos y simetría, una constante en la película Cabrini de Alejandro Monteverde.

Mencionan algo a Dios, casi nada a Cristo

El director es Alejandro Monteverde (Bella, Sound of freedom), pero la película cuenta con más figuras creativas, incluyendo el guionista Rod Barr y los productores. ¿Cuánto de Dios se permitieron mostrar? Bastante poco. Nunca se menciona el nombre de la congregación (dedicada al Sagrado Corazón). Las monjas apenas hablan de Dios entre ellas, sólo hacen un rezo sencillo en la cena.

No les vemos enseñar catecismo ni oración a los huérfanos (pero sí canciones italianas, buscando que sean buenos norteamericanos pero con raíces). Sólo una vez se menciona a Jesucristo, cuando Cabrini recuerda al Papa que se apareció a María Magdalena. Jesús no parece inspirar nada más, aunque se ve pequeño en un cartel del Sagrado Corazón.

Cabrini habla de Dios en la alcaldía de Nueva York y a los senadores italianos, para recordar que los pobres también son hijos de Dios, que todos lo somos, insistiendo en su dignidad, que otros son incapaces de ver. También recuerda a todos esos hombres poderosos con sombrero de copa que tras la muerte cada uno será juzgado por su trato a los más pobres. «A la hora de nuestra muerte, a todos se nos hará una pregunta: ¿Qué hicimos por los pobres? ¿Los enfermos? ¿Las personas sin hogar? ¿Los despojados de dignidad? ¿Qué hicimos?», proclama de viva voz, profética.

Hay algunas escenas fundacionales icónicas que no vemos en el filme, como cuando San Juan Bautista Scalabrini (fundador de los misioneros scalabrinianos) entrega un crucifijo misionero a las religiosas antes de ir a América).

En cambio, es emocionante el funeral solemne, con velas, lámparas y cortejo, de un niño pobre en el suburbio de Five Points: el trato cuidadoso al difunto, incluso al difunto pobre, es una proclamación de la dignidad de cada hijo de Dios (otro tema que ya se repetía en Sound of freedom).

Los poderosos miran a Francisca Javiera Cabrini desde arriba, con desdén, pero Dios  la mira aún desde más arriba.

Los chivatazos del asesor espiritual

El diácono y crítico de cine Steven Greydanus explica que habló con el sacerdote Paul Bochicchio, consultor espiritual de la película y capellán del equipo de cineastas: asesoró sobre el guión y dio un retiro a varios de los artistas. «Bochicchio me confirmó, como otros han informado, que los productores, incluidos Jonathan Sanger y el productor ejecutivo J. Eustace Wolfington, buscaron intencionalmente enfatizar los logros de la Madre Cabrini como empresaria y humanitaria y limitar el contenido religioso de la película con la esperanza de llegar a una audiencia más amplia», comenta Greydanus, quien recuerda que Mel Gibson y Andrew Garfield tuvieron éxito con ‘Hacksaw Ridge’ (Hasta el último hombre), la película de un cristiano objetor de conciencia en la II Guerra Mundial, que sí hablaba de su fe y de Dios: aquel filme recaudó 180 millones de dólares y costó 40 (Cabrini ha costado 50 millones).

El padre Bochicchio reveló que alguien quería eliminar la frase común de la congregación («todo lo puedo en aquel que me fortalece», de Filipenses) de un diálogo de la santa, pero el sacerdote dijo que era como el «mantra de su vida» y así se mantuvo esa frase.

Greydanus considera que la película «está filmada con lucidez, luminosidad, diseño impresionante y bien interpretada» y es cierto que todo eso está presente en la película.

León XIII, el Papa que inició la Doctrina Social de la Iglesia y se implicó en la cuestión social, recibe a Santa Francisca Cabrini.

Falta de luz social: se busca en el alma

En parte se parece a ver en movimiento imágenes de la pintura realista de finales del siglo XIX, con esos cielos ocres y esos retratos de muchachos harapientos en las calles. La falta de luz parece nota típica de Gorka Gómez Andreu, el español responsable de fotografía, que también llena de cielos grises «Las buenas compañías» (una historia de aborto en el tardofranquismo) y declaró que «en general, no uso demasiada luz». Si no hay luz en el ambiente, hay que buscarla en el alma de los santos y los hombres buenos.

Por último, da la sensación de que la película quiso reforzar al máximo la discriminación étnica y racial (contra los italianos, por ser inmigrantes, pobres, tontos, o directamente italianos) mientras ocultaba mucho la actitud anticatólica en esa época de muchos americanos WASP (blancos anglosajones protestantes) contra ellos, por razones religiosas. Excepto algunos criminales perversos, todos los personajes mantienen cierta deferencia al hábito de las religiosas.

La película es edificante a la hora de mostrar cómo el tesón ha llevado a los santos a construir comunidades capaces de proteger y defender a los más débiles. En ese sentido, al animar a la esperanza, anima a seguir en la construcción del Reino.

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»