El Papa Francisco ha dedicado su audiencia de este Miércoles Santo, 27 de marzo, a predicar sobre la paciencia, dentro de su ciclo de catequesis sobre las virtudes.
Debido a la lluvia, los fieles entraron en el Aula Pablo VI, donde el Papa leyó en persona el texto completo de su catequesis, después de varias ocasiones en días anteriores en las que por una bronquitis persistente dejaba leer los textos largos a sus colaboradores. Esta vez, sus colaboradores sólo han leído los resúmenes en distintos idiomas, lo que indicaría que ha mejorado la salud del Pontífice.
El texto de inicio de la reflexión de Francisco fue la famosa frase del himno de San Pablo a la caridad: «El amor es paciente» (en 1 Cor 13).
Aprender de la paciencia de Cristo
Paciencia y pasión son palabras con la misma raíz, dijo. «Precisamente en la Pasión surge la paciencia de Cristo, que con apacibilidad y mansedumbre acepta ser abofeteado y condenado injustamente; ante Pilato no recrimina; soporta los insultos, los escupitajos y la flagelación de los soldados; lleva carga con el peso de la cruz; perdona a quienes lo clavan al madero; y en la cruz no responde a la provocación, sino que ofrece misericordia», explicó.
«La paciencia de Jesús no consiste en una resistencia estoica al sufrimiento, sino que es fruto de un amor más grande», detalla. La caridad misma «es magnánima y paciente». Jesús, «en vez de desahogarse ante el mal y el pecado del hombre, revela ser más grande, dispuesto cada vez a recomenzar con paciencia infinita».
Así, la paciencia «es el primer rasgo de cada gran amor, que sabe responder al mal con el bien, que no se cierra en la cólera y el desaliento, sino que persevera y se relanza». Por eso, dijo «no hay mejor testimonio del amor de Cristo que encontrarse con un cristiano paciente».
Puso el ejemplo de «madres y padres, trabajadores, médicos y enfermeras, enfermos, que cada día, en secreto, agracian al mundo con santa paciencia».
«Si Cristo es paciente, el cristiano está llamado a serlo»
A veces nos impacientamos, «por instinto», y de forma instintiva queremos responder al mal con el mal, avisó. «Es difícil mantener la calma, controlar nuestros instintos, refrenar las malas respuestas, aplacar las peleas y los conflictos en la familia, en el trabajo, en la comunidad cristiana», admitió.
Planteó que «la paciencia no es sólo una necesidad, sino una llamada: si Cristo es paciente, el cristiano está llamado a ser paciente».
Eso va contra «la mentalidad generalizada de hoy, en la que dominan la prisa y el ‘todo y ahora’; en la que, en lugar de esperar a que las situaciones maduren, se aprieta a las personas, esperando que cambien al instante».
Además, «la prisa y la impaciencia son enemigas de la vida espiritual: Porque Dios es amor, y quien ama no se cansa, no se irrita, no da un ultimátum, sino que sabe esperar».
La paciencia es también un fruto del Espíritu Santo, y por eso hay que pedírsela a Él.
En Semana Santa, contemplando al Crucificado, dijo, podemos «asimilar su paciencia».
Kempis, Job y soportar con paciencia a los molestos
«Un buen ejercicio es también llevarle a Él a las personas más molestas, pidiéndole la gracia de poner en práctica con ellas esa obra de misericordia tan conocida como desatendida: aguantar pacientemente a las personas que molestan. Y no es fácil», aseguró. Propone mirar a esas personas con compasión, «con la mirada de Dios, sabiendo distinguir sus rostros de sus defectos».
Para cultivar la paciencia también propuso un consejo del libro clásico la Imitación de Cristo, de Tomás de Kempis, que dice así: «Es preciso, por tanto, que te acuerdes de los sufrimientos más graves de los demás, para que aprendas a soportar los tuyos, pequeños’, recordando que ‘No hay cosa, por pequeña que sea, que se soporte por amor de Dios, que pase sin recompensa delante de Dios” (III, 19)”.
Y puso el ejemplo del santo patriarca Job: «como nos enseña Job, es bueno abrirnos con esperanza a la novedad de Dios, en la firme confianza de que Él no deja defraudadas nuestras expectativas».
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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