La Tercera de ABC publicaba este domingo un documentado artículo de Luis Español Bouché en torno a la posición sobre el aborto de Clara Campoamor (1888-1972), diputada radical en la Segunda República y adalid del voto femenino. El título habla claramente de su «discurso provida» y arranca con una afirmación tajante: «Clara Campoamor no era abortista«.
Una mujer con independencia de criterio
Las pruebas presentadas al respecto vuelven a poner en evidencia el intento de apropiación de su figura por parte de la izquierda actual para causas que Campoamor, radical laicista y de izquierdas pero de personalidad independiente y no sectaria, nunca habría compartido.
Aunque era feminista y batalló hasta conseguir la aprobación del voto femenino en las Cortes de 1931 (con el voto en contra de los socialistas Indalecio Prieto, Victoria Kent y Margarita Nelken), fue siempre partidaria de que la mujer embarazada de forma imprevista pudiese dar a luz en las mejores condiciones posibles, descartando el aborto como forma de acabar con el ‘problema’.
Luis Español es uno de los mejores conocedores de la vida y obra de Campoamor. Rescató y editó hace años su libro La revolución española vista por una republicana (Renacimiento – Espuela de Plata), que escribió en 1937 y donde describe la actuación de socialistas, comunistas y anarquistas, tanto durante la República como en las primeras semanas de la Guerra Civil, de forma muy cruda, desvelando la deslealtad de dichas fuerzas hacia el régimen que decían defender y la condición criminal de muchas de sus actuaciones.
Pero mucho antes de eso, el 25 de febrero de 1926, Clara Campoamor abogó «por la protección social al no nacido en una abarrotada Casa del Pueblo de Madrid», explica Español Bouché, y así lo recogieron periódicos como El Socialista o El Liberal, cuyas reseñas del acto cita en el artículo.
En defensa del no nacido
En su intervención, Campoamor presentaba el caso de las mujeres que quedaban embarazadas fuera del matrimonio, encontrándose sus hijos a partir de ese momento con «muchos enemigos… dispuestos a darle batalla«, entre ellos «su propio padre», casi siempre «por conveniencia y egoísmo»; a veces «su propia madre», que «lo abandona»; y otro «más poderoso», la misma sociedad, que al recibirlo sin padres no se empeña en buscarlos y, «antes por el contrario, le hace su víctima, le zahiere con sus burlas y le mira con un recelo doloroso».
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Esta defensa de la dignidad y la vida decorosa de los hijos naturales nacidos va acompañada luego, en el discurso de Clara Campoamor, de una exigencia de «protección social del no nacido«, sostiene Luis Español.
Y cita estas palabras de la diputada feminista: «La sociedad tiene la ineludible obligación de ocuparse del todavía no nacido, para que venga al mundo fuerte y vigoroso. Si los padres no pueden amparar a sus hijos, la sociedad tiene la obligación de protegerlos. Hay que conseguir una legislación de protección a la mujer embarazada y para la investigación de la paternidad, y así evitaremos que nazcan niños débiles y que haya infanticidios, puesto que las madres no se verán abandonadas».
Y también: «A la mayoría de los hombres se les haría reflexionar si por los actos que cometen se les exigiera responsabilidad. En este caso, la mujer no tendrá necesidad de pensar en provocar abortos o hacer cosas peores, por una mala entendida deshonra y por falta de medios económicos, pues está probado que un 90 por 100 de las mujeres que cometen estos delitos son pobres. Los móviles de estos delitos, en general, se pueden condensar en los siguientes: egoísmo, miseria, comodidad y miedo al deshonor. Los códigos penales de todos los países castigan estos delitos; pero sería más eficaz y humano evitar que se cometieran, protegiendo al niño antes de nacer».
El argumento clave
Y, como colofón, Clara Campoamor expresa un argumento que los grupos provida actuales repiten constantemente: «El niño, sin distinción de clases, debe ser protegido y amparado, porque no viene a la vida a petición suya… La vida del niño es una de las cosas que más debe interesar en la actuación del Poder público, amparándola con una sabia legislación».
Un mes antes, explica Español, como abogada que era, había ejercido la acusación particular contra un médico que, tras dejar embarazada a una joven que servía en casa de sus padres, le había practicado un aborto.
«Toda su vida Clara Campoamor fue una defensora acérrima de los derechos del niño«, subraya Español, incluso de forma práctica, colaborando con el reparto de cunas a madres con pocos recursos. Y añade: «Cuando estalló la Guerra Civil, estaba en prensa un estudio de Clara Campoamor titulado El Derecho del niño, que no llegó a publicarse y que incluía tres epígrafes, uno titulado El primer derecho, que podemos aventurar que se refería al derecho del no nacido. Como seguramente se han perdido las galeradas, nunca llegaremos a saberlo».
Por todo ello, concluye, «podemos afirmar que Clara Campoamor, lejos de dignificar, justificar o blanquear el aborto, se preocupó por los derechos del no nacido y por el derecho de las mujeres a ser madres y a recibir amparo de la sociedad».
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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