Me refiero a que el Espíritu Santo, con el concurso necesario -querido por Dios -, de los señores Cardenales, nos ha dado un Papa a la medida de su Corazón.
No hay más que reparar en cómo iba vestido para presentarse ante los fieles para entenderlo.
Si a ésto le añadimos su Homilía de esta mañana (9-V-25), no haremos más que confirmarnos en aquella primera impresión.
Esto significa que la etapa de Francisco está muerta y enterrada. Y, por cierto: no va a resucitar al tercer día. En absoluto.
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