Doctrina de la Fe ha tardado 5 años en lanzar el documento Dignitas Infinita, como explica detalladamente su prefacio. La primera mitad del texto, trabajado por el equipo anterior, se centró más en la base teológica del concepto «dignidad humana», y sería la que incorpora frases del pagano Cicerón (s.I a.C), como «aventaja la naturaleza humana a la del ganado y las restantes bestias», o del filósofo del siglo VI Boecio (que dice que la persona es «sustancia individual de naturaleza racional»). También la que enumera ejemplos de profetas, de Jesús, de San Pablo y del magisterio papal sobre la dignidad humana.
Al Papa no le convenció del todo ese documento, y pidió «mayor atención a las graves violaciones de la dignidad humana que se producen actualmente en nuestro tiempo, en la senda de la encíclica Fratelli tutti. Así pues, la Sección Doctrinal tomó medidas para reducir la parte inicial», detalla la misma Dignitas infinita.
Ahí surgió la enumeración de ataques a la dignidad humana que llamamos «catálogo de horrores», algunas más ligadas al mundo de la bioética y otras a injusticias sociales. El cardenal Víctor Manuel Fernández habría repasado este listado de ataques, buscando pronunciamientos de Francisco al respecto.
El título Dignitas infinita es una frase de San Juan Pablo II, y el documento se ha firmado en el aniversario de la muerte del santo pontífice polaco, como un homenaje a su doctrina social y sobre la justicia. Citando a este Papa, recuerdan:
«Si la Iglesia se hace presente en la defensa o en la promoción de la dignidad del hombre, lo hace en la línea de su misión, que aun siendo de carácter religioso y no social o político, no puede menos de considerar al hombre en la integridad de su ser».
Enumeración de ataques a la dignidad, pero sin profundizar
Son 20 páginas y 13.300 palabras, pero trata tantos temas que despacha cada uno con brevedad, en dos o tres párrafos, a menudo con citas de Benedicto XVI, de San Juan Pablo II, del Vaticano II y también con muchos discursos del Papa Francisco.
En esos dos o tres párrafos, el documento condena distintos abusos y maldades, pero casi nunca propone soluciones (hay alguna excepción, como pedir directamente la abolición de la pena de muerte y de la maternidad subrogada). En ese sentido, menciona «retos nuevos» pero no profundiza apenas en ninguno de ellos.
Es comprensible: cada tema tratado es muy complejo y amplio, y sus soluciones tampoco son fáciles, pero se echa a faltar en el texto más alabanzas o ánimos o menciones a quienes trabajen en la línea correcta.
Por otra parte, la enumeración de temas no es exhaustiva, como reconoce el texto. Por ejemplo, se menciona la poligamia («contraria a la igual dignidad de mujeres y varones y también es contraria a al amor conyugal»), pero no el repudio, el divorcio, la ablación sexual o el matrimonio forzado de las niñas.
La teoría de género es una ideología, dice
Respecto al vocabulario usado, se emplea «maternidad subrogada» en vez de «vientre de alquiler», y se habla de «teoría de género» en vez de «ideología de género», aunque sí considera que se trata de una ideología porque usa varias veces esa palabra, por ejemplo, en el párrafo 59: «Esta ideología «presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia», dice.
También trata de consolidar la enseñanza de Francisco sobre la pena de muerte. Si otros Papas se limitaban a decir que con la tecnología y la fuerza de los Estados actuales no era necesaria hoy para proteger a la sociedad de los criminales y que se adecuaba mal a la dignidad del ser humano, aquí se asegura que «viola la dignidad inalienable de toda persona humana más allá de cualquier circunstancia», una frase bastante contundente. Recuerda una argumentación que usó ya en 2018: «es posible reconocer la inalienable dignidad de todo ser humano y aceptar que tenga un lugar en este universo. Ya que, si no se lo niego al peor de los criminales, no se lo negaré a nadie».
Cuando los eutanasiadores hablan (mal) de la dignidad
El texto varias veces habla de «evitar las frecuentes confusiones que se producen en el uso del término dignidad», pero luego concreta sobre todo en un caso: que los defensores de la eutanasia dicen que fomentan el «morir con dignidad», y leyes llamadas «de muerte digna», eufemismo de matar personas con un cóctel de veneno y somnífero.
«Está muy extendida la idea de que la eutanasia o el suicidio asistido son compatibles con el respeto a la dignidad de la persona humana», denuncia el documento vaticano. «Ciertamente, la dignidad del enfermo, en condiciones críticas o terminales, exige que todos realicen los esfuerzos adecuados y necesarios para aliviar su sufrimiento mediante unos cuidados paliativos apropiados y evitando cualquier encarnizamiento terapéutico o intervención desproporcionada. Estos cuidados responden al «constante deber de comprender las necesidades del enfermo: necesidad de asistencia, de alivio del dolor, necesidades emotivas, afectivas y espirituales». Pero tal esfuerzo es totalmente distinto, diferente, incluso contrario a la decisión de eliminar la propia vida o la de los demás bajo el peso del sufrimiento. […] No hay condiciones en ausencia de las cuales la vida humana deje de ser digna y pueda, por tanto, suprimirse», insiste Dignitas infinita.
¿Lo social o lo provida? Son cosas que van juntas
Dice el periodista vaticano Andrea Tornelli que «el nuevo texto contribuye así a superar la dicotomía que existe entre quienes se centran exclusivamente en la defensa de la vida naciente o moribunda olvidando tantos otros atentados contra la dignidad humana y, a la inversa».
Sin embargo, este documento se limita a enumerar esos atentados, y no habla de que le preocupe que algunos vivan tal dicotomía, excepto quizá cuando afirma: «No se puede separar la fe de la defensa de la dignidad humana, la evangelización de la promoción de una vida digna y la espiritualidad del compromiso por la dignidad de todos los seres humanos».
Lo cierto es que los cristianos, al combatir tal o cual injusticia, tienden a especializarse: una cosa es escolarizar niñas pobres, y otra, rescatar prostitutas; ambas actividades tienen a la vez una dimensión social, familiar y provida, pero cada una tiene sus métodos y sus voluntarios que saben cómo actuar. Nadie puede practicar todos los apostolados a la vez.
Sin Dios y sin verdad, se justifican barbaridades
El texto admite que en el mundo se dio un gran paso al recoger «el valor único y eminente de cada mujer y cada hombre», «con autoridad en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (10 de diciembre de 1948)». «La Iglesia, impulsada por el Evangelio, se ha esforzado por afirmar la libertad y promover los derechos de todos los seres humanos», añade el texto.
«La dignidad es intrínseca a la persona, no conferida a posteriori, previa a todo reconocimiento y no puede perderse. Por consiguiente, todos los seres humanos poseen la misma e intrínseca dignidad, independientemente del hecho sean o no capaces de expresarla adecuadamente», se insiste.
Pero avisa: «La historia nos atestigua que el ejercicio de la libertad contra la ley del amor revelada por el Evangelio puede alcanzar cotas incalculables de mal infligido a los otros«.
Los malvados no pierden su dignidad humana aunque hagan crueldades indignas: «Es precisamente en razón de esta última que se deberá trabajar con todas las fuerzas, para que todos los que han hecho el mal puedan arrepentirse y convertirse».
La cita de Boecio (persona es «sustancia individual de naturaleza racional») se usa para defender la dignidad inalienable «en un niño no nacido, en una persona inconsciente, en un anciano en agonía». La tiene cada ser humano, no algunos que llegan a alcanzarla.
Dignidad por ser imagen de Dios
«Ser creados a imagen de Dios significa, por tanto, que poseemos un valor sagrado en nuestro interior que trasciende toda distinción sexual, social, política, cultural y religiosa. Nuestra dignidad nos es conferida, no es pretendida ni merecida. Todo ser humano es amado y querido por Dios por sí mismo y, por tanto, es inviolable en su dignidad».
Y con citas de los profetas y libros sapienciales y Salmos recuerdan que la dignidad del hombre incluye proveer en sus necesidades materiales: «Proteged al desvalido y al huérfano, haced justicia al humilde y al necesitado, defended al pobre y al indigente, sacándolos de las manos del culpable» (Sal 82, 3-4).
Además, Jesús cambió la forma en que el mundo mira a los más pequeños y débiles.
«Jesús aportó la gran novedad del reconocimiento de la dignidad de toda persona, y también, y sobre todo, de aquellas personas que eran calificadas de “indignas”. Este nuevo principio de la historia humana, por el que el ser humano es más “digno” de respeto y amor cuanto más débil, miserable y sufriente, hasta el punto de perder la propia “figura” humana, ha cambiado la faz del mundo, dando lugar a instituciones que se ocupan de personas en condiciones inhumanas: los neonatos abandonados, los huérfanos, los ancianos en soledad, los enfermos mentales, personas con enfermedades incurables o graves malformaciones y aquellos que viven en la calle».
Cuidado con la expresión «dignidad de la persona»
Abortistas, eutanasiadores, congeladores de embriones y otros lobbies se sienten muy molestos con el concepto «dignidad humana», que les dificulta el negocio. Consideran que hay humanos que no son personas (y, a veces, quieren llamar «personas» a cosas que no son humanas, sean digitales o animales). Piden llamar persona sólo a «un ser capaz de razonar».
Dignitas infinita se opone a estas maniobras: «el niño no nacido no tendría dignidad personal, ni el anciano incapacitado, ni los discapacitados mentales. La Iglesia, por el contrario, insiste en el hecho de que la dignidad de toda persona humana», se insiste, citando la Dignitas personae de 2008.
«Se abusa del concepto de dignidad humana para justificar una multiplicación arbitraria de nuevos derechos, muchos de los cuales suelen ser contrarios a los definidos originalmente y no pocas veces se ponen en contradicción con el derecho fundamental a la vida», advierte el documento.
«Sería un grave error pensar que, lejos de Dios y de su ayuda, podemos ser más libres y, en consecuencia, sentirnos más dignos. Desvinculada de su Creador, nuestra libertad sólo puede debilitarse y oscurecerse. Lo mismo ocurre si la libertad se imagina como independiente de cualquier referencia que no sea ella misma y se percibe como una amenaza cualquier relación con una verdad precedente. Como consecuencia, también fracasará el respeto por la libertad y la dignidad de los demás», se avisa.
Enumeración de temas
La pobreza:
«Con el Papa Francisco hay que concluir que «aumentó la riqueza, pero con inequidad, y así lo que ocurre es que “nacen nuevas pobrezas”. Cuando dicen que el mundo moderno redujo la pobreza, lo hacen midiéndola con criterios de otras épocas no comparables con la realidad actual».
La guerra:
«Todas las guerras, por el mero hecho de contradecir la dignidad humana, son «conflictos que no resolverán los problemas, sino que los aumentarán». Esto es aún más grave en nuestra época, en la que se ha convertido en normal que, fuera del campo de batalla, mueran tantos civiles inocentes».
«Aún hoy la Iglesia no puede dejar de hacer suyas las palabras de los Pontífices, repitiendo con san Pablo VI: «¡Nunca jamás guerra! ¡Nunca jamás guerra!», y pidiendo, junto a san Juan Pablo II, «a todos en nombre de Dios y en nombre del hombre: ¡no matéis! ¡No preparéis a los hombres destrucciones y exterminio! ¡Pensad en vuestros hermanos que sufren hambre y miseria!»
«Hoy es muy difícil sostener los criterios racionales madurados en otros siglos para hablar de una posible “guerra justa”. ¡Nunca más la guerra!».Como la humanidad vuelve a caer a menudo en los mismos errores del pasado, «para construir la paz es necesario salir de la lógica de la legitimidad de la guerra»»
Emigrantes:
«Es siempre urgente recordar que «todo emigrante es una persona humana que, en cuanto tal, posee derechos fundamentales inalienables que han de ser respetados por todos y en cualquier situación».Su acogida es una forma importante y significativa de defender «la inalienable dignidad de cada persona humana más allá de su origen, color o religión»».
La trata de personas:
«La Iglesia y la humanidad no deben abandonar la lucha contra fenómenos como el «comercio de órganos y tejidos humanos, explotación sexual de niños y niñas, trabajo esclavo, incluyendo la prostitución, tráfico de drogas y de armas, terrorismo y crimen internacional organizado. Es tal la magnitud de estas situaciones y el grado de vidas inocentes que va cobrando, que hemos de evitar toda tentación de caer en un nominalismo declaracionista con efecto tranquilizador en las conciencias».
Los abusos sexuales:
«La profunda dignidad inherente al ser humano en su totalidad de mente y cuerpo nos permite comprender también por qué todo abuso sexual deja profundas cicatrices en el corazón de quienes lo sufren: éstos están, de hecho, heridos en su dignidad humana. Se trata de «sufrimientos que pueden llegar a durar toda la vida y a los que ningún arrepentimiento puede poner remedio. Este fenómeno está muy difundido en la sociedad, afecta también a la Iglesia».
Violencia contra las mujeres:
«Aún queda mucho por hacer para que el ser mujer y madre no comporte una discriminación. Es urgente alcanzar en todas partes la efectiva igualdad de los derechos de la persona y por tanto igualdad de salario respecto a igualdad de trabajo, tutela de la trabajadora-madre, justas promociones en la carrera, igualdad de los esposos en el derecho de familia, reconocimiento de todo lo que va unido a los derechos y deberes del ciudadano en un régimen democrático». Las desigualdades en estos aspectos son distintas formas de violencia.
Entre las formas de violencia ejercidas contra las mujeres, ¿cómo no mencionar la coacción al aborto, que afecta tanto a la madre como al hijo, tan a menudo para satisfacer el egoísmo de los varones? ¿Y cómo no mencionar también la práctica de la poligamia que – como recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica – es contraria a la igual dignidad de mujeres y varones y también es contraria a «al amor conyugal que es único y exclusivo»? [S. Juan Pablo II, Carta a las mujeres, 29 junio 1995],
«No se condenará nunca de forma suficiente el fenómeno del feminicidio. […] Mirando a las madres y a las abuelas, quiero invitarlos a luchar contra una plaga que afecta a nuestro continente americano: los numerosos casos de feminicidio», dice el texto, citando un discurso de Francisco en Hispanoamérica.
Aborto:
«El magisterio eclesial se ha siempre pronunciado contra el aborto. Al respecto escribe san Juan Pablo II: «entre todos los delitos que el hombre puede cometer contra la vida, el aborto procurado presenta características que lo hacen particularmente grave e ignominioso […] Hoy, sin embargo, la percepción de su gravedad se ha ido debilitando progresivamente en la conciencia de muchos. La aceptación del aborto en la mentalidad, en las costumbres y en la misma ley es señal evidente de una peligrosísima crisis del sentido moral, que es cada vez más incapaz de distinguir entre el bien y el mal, incluso cuando está en juego el derecho fundamental a la vida. Ante una situación tan grave, se requiere más que nunca el valor de mirar de frente a la verdad y de llamar a las cosas por su nombre, sin ceder a compromisos de conveniencia o a la tentación de autoengaño. A este propósito resuena categórico el reproche del Profeta: “¡Ay, los que llaman al mal bien, y al bien mal!; que dan oscuridad por luz, y luz por oscuridad” (Is 5, 20)».
Vientre de alquiler:
«El camino hacia la paz exige el respeto de la vida, de toda vida humana, empezando por la del niño no nacido en el seno materno, que no puede ser suprimida ni convertirse en un producto comercial. En este sentido, considero deplorable la práctica de la llamada maternidad subrogada, que ofende gravemente la dignidad de la mujer y del niño; y se basa en la explotación de la situación de necesidad material de la madre. Un hijo es siempre un don y nunca el objeto de un contrato. Por ello, hago un llamamiento para que la Comunidad internacional se comprometa a prohibir universalmente esta práctica».
«El niño tiene derecho, en virtud de su dignidad inalienable, a tener un origen plenamente humano y no inducido artificialmente. La práctica de la maternidad subrogada viola, al mismo tiempo, la dignidad de la propia mujer que o se ve obligada a ello o decide libremente someterse».
Eutanasia:
«La dignidad del enfermo, en condiciones críticas o terminales, exige que todos realicen los esfuerzos adecuados y necesarios para aliviar su sufrimiento mediante unos cuidados paliativos apropiados y evitando cualquier encarnizamiento terapéutico o intervención desproporcionada».
«Ayudar al suicida a quitarse la vida es, por tanto, una ofensa objetiva contra la dignidad de la persona que lo pide, aunque con ello se cumpliese su deseo: «debemos acompañar a la muerte, pero no provocar la muerte o ayudar cualquier forma de suicidio. Recuerdo que se debe privilegiar siempre el derecho al cuidado y al cuidado para todos, para que los más débiles, en particular los ancianos y los enfermos, nunca sean descartados. La vida es un derecho, no la muerte, que debe ser acogida, no suministrada. Y este principio ético concierne a todos, no solo a los cristianos o a los creyentes»».
El descarte de las personas con discapacidad:
«Cuidar la fragilidad quiere decir fuerza y ternura, lucha y fecundidad, en medio de un modelo funcionalista y privatista que conduce inexorablemente a la ‘cultura del descarte’. […] Significa hacerse cargo del presente en su situación más marginal y angustiante, y ser capaz de dotarlo de dignidad».
La teoría de género:
«Hay que denunciar como contrario a la dignidad humana que en algunos lugares se encarcele, torture e incluso prive del bien de la vida, a no pocas personas, únicamente por su orientación sexual», dice el texto de Dignitas Infinita (no es muy exacto: hay leyes en países que castigan el realizar actos homosexuales, especialmente con menores de edad, pero no hay leyes que castiguen la orientación sexual).
«Los intentos que se han producido en las últimas décadas de introducir nuevos derechos, no del todo compatibles respecto a los definidos originalmente y no siempre aceptables, han dado lugar a colonizaciones ideológicas, entre las que ocupa un lugar central la teoría de género, que es extremadamente peligrosa porque borra las diferencias en su pretensión de igualar a todos» (cita reciente del Papa, del discurso de Año Nuevo de 2024 a los embajadores).
«Pretende negar la mayor diferencia posible entre los seres vivos: la diferencia sexual. Esta diferencia constitutiva no sólo es la mayor imaginable, sino también la más bella y la más poderosa: logra, en la pareja varón-mujer, la reciprocidad más admirable y es, por tanto, la fuente de ese milagro que nunca deja de asombrarnos que es la llegada de nuevos seres humanos al mundo».
«Esta ideología «presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia». Por tanto, resulta inaceptable que «algunas ideologías de este tipo, que pretenden responder a ciertas aspiraciones a veces comprensibles, procuren imponerse como un pensamiento único que determine incluso la educación de los niños».
Cambio de sexo:
«Toda operación de cambio de sexo, por regla general, corra el riesgo de atentar contra la dignidad única que la persona ha recibido desde el momento de la concepción. Esto no significa que se excluya la posibilidad que una persona afectada por anomalías genitales, que ya son evidentes al nacer o que se desarrollan posteriormente, pueda optar por recibir asistencia médica con el objetivo de resolver esas anomalías. En este caso, la operación no constituiría un cambio de sexo en el sentido que aquí se entiende», afirma el texto.
[Aquí se refiere claramente a casos de anomalías genitales: igual que hay bebés que nacen con más de cinco dedos en la mano, los hay que nacen, por ejemplo, con dos penes, de los que sólo uno es funcional, o quizá no es funcional si no se interviene. Quitar el pene que sobra o arreglar el que no funciona, y otras cirugías necesarias similares, es a lo que se refiere el texto. Pero activistas trans pueden intentar aferrarse a lo de «por regla general» para abrir camino al cambio de sexo. En cualquier caso, muchas personas atentas echarán de menos una clara condena de las mutilaciones de órganos sexuales sanos y otras prácticas contrarias a la buena ética médica que realizan en la industria del cambio de sexo»].
Violencia digital:
«El ambiente digital también es un territorio de soledad, manipulación, explotación y violencia, hasta llegar al caso extremo del dark web. Los medios de comunicación digitales pueden exponer al riesgo de dependencia, de aislamiento y de progresiva pérdida de contacto con la realidad concreta, obstaculizando el desarrollo de relaciones interpersonales auténticas. Nuevas formas de violencia se difunden mediante los social media, por ejemplo el ciberacoso; la web también es un canal de difusión de la pornografía y de explotación de las personas para fines sexuales o mediante el juego de azar».
Conclusión y notas interesantes
El documento finaliza con un aviso al mundo: la Iglesia no se callará y seguirá actuando en el debate y la sociedad.
«Hoy, ante tantas violaciones de la dignidad humana, que amenazan gravemente el futuro de la humanidad, la Iglesia no cesa de alentar la promoción de la dignidad de toda persona humana, cualesquiera que sean sus cualidades físicas, psíquicas, culturales, sociales y religiosas. Lo hace con esperanza, segura de la fuerza que brota de Cristo resucitado, que ha llevado ya a su plenitud definitiva la dignidad integral de todo varón y de toda mujer», afirma el texto.
Entre las notas a pie de página, hay algunas realmente interesantes y que darían para declaraciones propias.
Por ejemplo, para recordar que la Iglesia siempre defendió la dignidad de todos los hombres, acuden al descubrimiento de América y citan «la declaración de Pablo III sobre la dignidad de los hombres que se encuentran en las tierras del “Nuevo Mundo” en la Bula Pastorale officium (29 mayo 1537), donde establece – bajo pena de excomunión – que los habitantes de aquellos territorios, «incluso si se encuentran fuera del seno de la Iglesia no estén privados […] de su libertad o del dominio sobre sus bienes, puesto que son hombres y por eso capaces de fe y salvación». [Este documento llega mientras los españoles aún luchaban contra los incas de Vilcabamba, por ejemplo].
Y hablando de la importancia del cuerpo, el texto aprovecha para hablar del respeto a los cuerpos de los difuntos: «Esto vale también para el respeto debido a los cuerpos de los difuntos; cf. por ej., Congregación para la Doctrina de la Fe, Instruc. Ad resurgendum cum Christo (15 agosto 2016), n. 3: AAS 108 (2016), 1290: «Enterrando los cuerpos de los fieles difuntos, la Iglesia confirma su fe en la resurrección de la carne, y pone de relieve la alta dignidad del cuerpo humano como parte integrante de la persona con la cual el cuerpo comparte la historia». De modo más completo, cf. también, Comisión Teológica Internacional Algunas cuestiones actuales de escatología (1990), n. 5: “El hombre llamado a la resurrección”.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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