En 2010, la editorial El Buey Mudo, en la coleccion dirigida por el sacerdote Pablo Cervera, publicó Confusión y Verdad. Raíces históricas de la crisis de la Iglesia en el siglo XX, de Philip Trower, una de las obras fundamentales para comprender las raíces intelectuales del Concilio Vaticano II, así como la devastación del periodo postconciliar. Era su segunda obra editada en España, tras la novela histórica Un peligro para el Estado. La persecución de los jesuitas en el siglo XVIII (Palabra).
Británico nacido en 1923, estudió en la prestigiosa escuela de Eton entre 1936 y 1940, luego cursó Historia Moderna en la universidad de Oxford y fue colaborador del suplemento literario del Times y del área cultural de The Spectator. Como periodista cubrió los cinco sínodos que tuvieron lugar en el Vaticano entre 1980 y 1990, pero para entonces ya se había producido el hecho decisivo de su vida: su conversión al catolicismo.
Él explica que esa conversión tuvo un «cómo», más que un «por qué», pues «en última instancia todos los conversos se hacen católicos por la misma razón. Al final de su camino de averiguación, consiguen darse cuenta de que la Iglesia es lo que dice ser: la única guardiana y sembradora autorizada de la única y verdadera revelación de Dios a los hombres, a través de la cual pueden conocer con certeza el propósito de su existencia y su destino final».
Y ese «cómo» es una historia realmente hermosa de transformación por el amor perseverante de Dios.
Intensa y sincera preocupación religiosa
Él había crecido en una familia acomodada de cuatro hermanos (un hermano mayor y dos hermanas pequeñas), que sólo iban a la iglesia en Navidad y Pascua pero a quienes enseñaron a rezar por las noches y dar gracias a Dios por los beneficios recibidos. Sus padres y ellos se consideraban «protestantes de la Iglesia de Inglaterra», más que «anglicanos».
Pero cuando entró en la exclusiva escuela de Eton, Philip empezó a gustar de la liturgia anglicana, a leer abundancia de libros de teología y a mantener con sus compañeros apasionantes discusiones religiosas que le llevaron a una intensa relación con Dios. Tuvo trato con algunos católicos, de nacimiento o conversos, familiares o conocidos, y algún interés despertó la Iglesia en él.
Unos años después, en la época en la que llegó a Oxford en plena Batalla de Inglaterra, recibió de lo Alto el primer «golpe en las costillas» -así lo denomina él- para ir preparando su conversión.
Curioseando entre los libros de su padre, encontró una obra escrita por un antepasado que había sido obispo de Gibraltar a principios del siglo XIX. Era un comentario a las Epístolas de San Pablo, y las primeras palabras que encontró Trower al abrirlo le irritaron profundamente: «…como la Iglesia de Roma mantiene tan equivocadamente». «Si lo único que tienes que decirnos es lo que está equivocado en la Iglesia de Roma, no estoy interesado en nada más que tengas que decirme», pensó mientras devolvía el tomo al anaquel.
Lecturas católicas, escarceos homosexuales
El Oxford de aquella época era un hervidero de militares y refugiados que huían de los bombardeos de Londres. Philip conoció a un oficial de aviación anglocatólico que le introdujo en el pensamiento de autores como el católico Jacques Maritain o el ortodoxo Nicolas Berdiaev, y aunque esas lecturas le atrajeron y continuaron moldeando su pensamiento en una línea diferente al protestantismo aprendido en casa, el testimonio de su amigo anglocatólico no le atrajo: «Para ser algo así, mejor ser católico de verdad. No podías ser católico y protestante al mismo tiempo, y esa fue mi posición hasta que entré en la Iglesia».
Pero eso no sería hasta doce años después. En aquel 1941, Trower tuvo un primer enamoramiento homosexual de un joven que, sin ser católico, se había criado en Irlanda y comprendió sus inquietudes, e incluso le dijo una frase que se revelaría profética: «No encontrarás el amor hasta que lo encuentres en el sagrario«.
La guerra, Italia, Pío XII
Luego Philip se alistó y fue destinado en 1943 a la campaña de Italia. En el Ejército conoció capellanes católicos y les vio confesar a los soldados católicos, rodilla en tierra. Eso le impresionó, como le impresionó «la belleza entrañable» de la imaginería religiosa del sur italiano, que pudo conocer mientras se reponía de una herida de guerra.
Y como le impresionó Pío XII, a quien pudo conocer brevemente en 1945, gracias a un amigo, en una audiencia semi-privada: «Me he encontrado con pocas personas en mi vida que me hayan hecho sentir tan cálidamente y a gusto».
Dunstan, ex católico, poeta erótico homosexual
Al finalizar la guerra, sin embargo, la vida de Trower dio un vuelco cuando conoció a un poeta norteamericano que acababa de ser desmovilizado, Dunstan Thompson, en auge en ese momento y que acababa de publicar un libro de poemas de alta carga erótica homosexual. Philip mismo vivía desde hacía tres años «una vida homosexual promiscua» que le desasosegaba por su incoherencia: «Combinaba un interés por la religión y las cosas de la religión, con caídas en todo lo contrario».
Dunstan Thompson durante la movilización de la Segunda Guerra Mundial.
Se enamoraron y, cuando Philip regresó a Inglaterra tras un destino de dos años en Egipto, en 1947 ambos se fueron a vivir juntos a un pueblecito en la costa de Norfolk.
La Asunción, Nuestra Señora de Walsingham, la conversión
Dunstan era católico, aunque había perdido la fe, y arrastró a Philip a perder la suya también. Sin embargo, al cabo de tres años algo empezó a cambiar en Thompson, poco a poco. «Me di cuenta en el verano de 1950, cuando de repente me propuso ir a Roma. Era Año Santo, y el Papa iba a proclamar el dogma de la Asunción de la Virgen», recuerda Philip.
Philip (izda.) y Dunstan (dcha.) en 1949.
Dustan provenía por parte de ambos progenitores de prominentes familias católicas de Maryland y Washington, e incluso su madre descendía de Daniel Carrol of Carroltown, el único firmante católico de la Declaración de Independencia, y había recibido una sólida formación religiosa, vivida intensamente en la infancia.
Gracias a un monseñor romano amigo de la familia, pudieron conseguir lugares de privilegio en la columnata de la Plaza de San Pedro para asistir a la proclamación del dogma.
Dos años después, mientras hacían una visita a la cercana localidad de Walsingham (célebre lugar de peregrinación mariano que da nombre hoy al ordinariato católico que acoge a converos anglicanos), al pasar delante de ellos la procesión del Santísimo, Thompson cayó de rodillas, inclinó la cabeza y se santiguó. A su lado, Philip se quedó sorprendido: «En ese momento pensé que había perdido a Dunstan para siempre. Pero pronto comprendí que realmente había sido una bendición ver quién era realmente Dunstan, porque esa revelación me permitía a mí redescubrir mi propia llamada espiritual«.
Dunstan Thompson en 1954, en el centro de la imagen, durante una procesión en Walshingham.
Era el año 1952, recuerda Trower: «Dunstan dijo que quería volver a practicar su fe. Me explicó que si seguíamos viviendo juntos, nuestra relación tendría que ser platónica. Me preguntó qué pensaba yo de ello. Al cambio en nuestra relación asentí inmediatamente. El carácter obviamente antinatural, y por tanto equivocado, de la práctica homosexual me había estado perturbando durante años. Eso no quiere decir que no pueda haber amor de amistad entre hombres. La diferencia es que, en los designios de Dios, no debe tener más expresión erótica que entre padre e hijo. Eso no confiere a ese amor una categoría inferior. Al contrario, lo eleva a un plano superior».
Un jesuita que cambió sus vidas
Dunstan fue a Londres a confesarse con un jesuita, el padre William Peers Smith. Siguieron viendo a sus amigos gays, pero se distanciaron de la cultura gay, «en particular acudir a fiestas o bares gay«, explica Philip: «Era una cuestión de sentido común».
Poco después, él siguió los pasos de su amigo y se convirtió al catolicismo: «Si el cristianismo era verdad, como yo ya creía, y si Cristo había fundado una Iglesia para custodiar su Revelación y perpetuar su misión redentora hasta el fin de los tiempos, ésa era obviamente la católica. Cualquier otra denominación cristiana parecía incompleta o provinciana… Difícilmente la Historia podía haber demostrado con mayor claridad que si no existe una autoridad última para establecer qué ha revelado Dios y qué no, sólo puede haber fragmentación y desunión en el cristianismo». (Pincha aquí para leer, en palabras del mismo Philipo Trower, otros argumentos que le convencieron de la veracidad de la Iglesia católica.)
Durante los siguientes doce meses, Philip acudió una o dos veces al mes -vivían a tres horas de tren de Londres- a ver al padre Smith, quien confio a Dunstan el resto de la formación católica de Trower. El 15 de marzo de 1953 fue recibido formalmente en la Iglesia, y le confirmó al día siguiente uno de los obispos auxiliares de Westminster, George Laurence Craven.
Dudas ante Buckingham Palace
Tras una «luna de miel» con la fe, Philip Trower pasó por duras tentaciones, la primera de las cuales fue dando un paseo frente al Palacio de Buckingham. Acudió al padre Smith, quien le dio un consejo clásico: «Ignora esas dudas. Vienen del demonio. Sobre todo, no argumentes contra ellas. Si lo haces, perderás, el diablo es mucho más listo que tú».
Siguió esa máxima, y pasó el periodo de prueba: «Por la misericordia de Dios, a lo largo de los siguientes sesenta años he fortalecido mi fe y mi amor por la Iglesia«, explica en el testimonio de su conversión, que actualizó a principios de 2014.
Poemas de la edad católica
Conservando mediante los sacramentos la gracia de Dios, Dunstan y él nunca recayeron en relaciones homosexuales. Siguieron viviendo juntos 27 años en castidad, en una bella casita inglesa con jardín vallado, en las afueras del pueblo. Philip cuidó a su amigo en la enfermedad durante varios años, hasta que falleció en 1974.
Juntos se consagraron al apostolado en su parroquia y, en el caso de Trower mediante sus libros, en el conjunto de la Iglesia, donde las dos obras que componen Confusión y verdad figuran entre las más influyentes del pensamiento postconciliar en el ámbito anglosajón.
Al cumplirse cuarenta años de la muerte de Thompson, y Philip, convertido en su agente literario e introductor de la página web dedicada, publicó un volumen con todos sus poemas del periodo católico: Poems, 1950-1974, nunca reunidos en un único volumen en vida de su autor. Y pronto se editará otra obra, Here at last is love [Finalmente, he aquí el amor], cuyos editores en Slant Books, Gregory Wolfe y Dana Gioia, consideran a Dunstan «el mejor poeta católico inglés de la segunda mitad del siglo XX», según explicó William Doino Jr. en First Things.
En cuanto a Trower, falleció en 2019 plenamente activo, escribiendo en sus últimos años para rematar una obra sobre su vida, así como cartas que hablaban del amor transformante de Dios. Que conoció de primera mano en él mismo y en Dunstan, su amigo para toda la eternidad.
(Otra historia de un poeta homosexual antiguamente ateo que vivió en amistad casta con su ex-amante es la de Tim Murphy y Alan Sullivan, que contamos aquí).
Artículo publicado en ReL el 2 de enero de 2015.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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