17/05/2024

Haré llover pan del cielo

El sembrador no puede no sembrar. Al sembrador no hay que pedirle que siembre ni hay que convencerle de la necesidad de sembrar.

Dios no puede no amarme. No tengo que pedirle que me ame ni convencerle de que me ame. La pelota no está en el tejado de Dios, la pelota está en mi tejado. Soy yo el que puede ser impermeable al amor de Dios, o el que deje que el amor de Dios se pierda, o el que por amor a otras cosas no deje espacio al amor de Dios en mi vida. Pero también puedo ser tierra buena en la que el amor de Dios de mucho fruto.

En el Antiguo Testamento Dios prometió a su pueblo hambriento que haría llover pan del cielo. La lluvia no es un capricho. No es un lujo. La lluvia no se compra. No se gana. No se administra. La lluvia no se reparte a gusto del consumidor. No haría falta ni decirlo, pero hay que decirlo: la tierra no elige lo que va a llover, ni cuando, ni cuanto. La lluvia se espera, y se recibe cuando llega. Así son también los bienes que Dios nos da, el alimento para la vida eterna. Dios es un Dios que da. No siempre nos da lo que queremos pero siempre nos da lo que necesitamos.

Dios es un Dios que da. Mejor dicho, SE da. ¿Qué puedo hacer para ser buena tierra? Se humilde, ora, adora, confiesa y espera. No le pidas a Dios esto o lo otro, ahora o en aquel momento, con tal o cual medida. Se buena tierra, recibe el Espíritu Santo y todo lo demás se dará por añadidura