Sí. Me he levantado del todo sinodal. No he podido resistirme.
Luce el sol espléndidamente en La Serna en esta mañana de lunes. Su luz y su calor penetran las entrañas, llegan al alma y te transforman en lo más hondo. Sí. Basta de abrazarse a tenebrosas ideas que constriñen y nos apartan de los hermanos. Es la hora de abrir mente y corazón a esa luz que viene de lo alto, transforma la existencia y nos hace hermanos de toda la humanidad.
Es esta la hora en que uno despierta del sueño reparador que Dios nos regala para permitirnos vivir con intensidad, pero es también, y a la vez, la hora en que el corazón, reconfortado por esos rayos de sol que hablan de vida y generosidad, tanta que salen para justos e injustos, decide dejarse llevar por esos sueños, tal vez de adolescente o joven, y que un día declaramos imposibles.
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