El concilio de Calcedonia, celebrado en el 451, ayudó a precisar la fe de la Iglesia afirmando la unidad de Jesucristo un único sujeto, una única persona e hipóstasis – en la distinción de las dos naturalezas, la divina y la humana: Confesamos a uno y el mismo Cristo , que subsiste en dos naturalezas, sin mezcla, sin cambio, sin separación ni división. A esta clarificación doctrinal contribuyó el papa san León I Magno con una carta dogmática dirigida en 449 al patriarca Flaviano de Constantinopla en la que distinguía, en Cristo, entre naturaleza y persona: Quedando, pues, a salvo la propiedad de una y otra naturaleza y uniéndose ambas en una sola persona . Este escrito se leyó en Calcedonia en medio de los aplausos de los obispos que participaban en el concilio: ¡Esta es la fe de los padres, esta es la fe de los apóstoles! ¡Todos creemos así!… ¡Pedro ha hablado por León!.
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