Santiago Martín, sacerdote fundador de los Franciscanos de María y relevante comentarista de la actualidad de la Iglesia católica, es consciente de que «evangelizar en este momento de la historia no tiene nada que ver con el pasado más reciente».
En uno de sus cursos de formación para transmitir el Evangelio, el sacerdote se dirige especialmente a familias que, habiendo vivido la fe como «su gran tesoro», se ven abrumadas por la culpa y la frustración al ver que sus hijos «están lejos» y podrían decir con dolor que «no reconocen» las enseñanzas que les transmitieron.
«¿Por qué los hijos de familias católicas y practicantes no practican la fe, qué les está pasando?», se preguntó. Expone siete claves para dar respuesta a esta pregunta, ofrecer esperanza a las familias y ayudarlas a paliar el «fracaso generalizado» que afecta hoy a la Iglesia en evangelización de las familias.
1º Comprender «la gran novedad histórica» del indiferentismo
Comenzó indicando que «no darse cuenta de que el mundo ha cambiado hace muy difícil o imposible la evangelización«. «Se dice que esta es una sociedad pagana, pero no es cierto: la sociedad pagana era profundamente religiosa. La de hoy, aunque hay muchos ateos, es una sociedad indiferente, en la que -en su inmensa mayoría- vuestros hijos o amigos no son hostiles a la religión, sino que `les trae sin cuidado´», observó.
Para él, «esta es la gran novedad en la historia» y «no darse cuenta de que el mundo ha cambiado hace muy difícil por no decir imposible la evangelización«. No comprender este cambio hace que muchos padres abrumados por la culpa y la frustración se pregunten al respecto: ¿En qué hemos fracasado? ¿En qué no estuvimos atentos? ¿Nos dedicamos a trabajar y no nos dimos cuenta?.
Una de las múltiples respuestas es el cambio y alargamiento en la adolescencia con respecto a las generaciones previas. «Ese hijo rechaza a los padres y a todo lo que tienen, también la fe. También tiene la necesidad imperiosa de sentirse acogido en un grupo que es abrumadoramente ateo o indiferente y ese hijo de buena familia, que ha ido a misa e incluso ha sido monaguillo o catequista ha tenido que ceder y adoptar comportamientos en tema sexual, de drogas o renunciar a la práctica religiosa para no ser excluidos».
2º Como Santa Mónica: lo primero, la oración
El sacerdote recurrió al ejemplo de la madre de San Agustín para ilustrar que el primer arma para evangelizar o re-evangelizar a los hijos alejados es la oración: «Hay que rezar por esas personas que queremos que se acerquen a Dios, no os canséis de pedírselo a Dios. Insiste, sea quien sea».
3º «No pidáis solo por un trabajo: ofreced la cruz el día a día»
Junto con la oración, «el sacrificio y la penitencia» es también algo comúnmente olvidado a la hora de evangelizar y mantener la fe en la propia familia. Santiago Martín se refirió a lo idóneo de ofrecer «las cruces del día a día» por los hijos «que están lejos de Dios». «No pidáis solo que les salga un buen trabajo, pedid su conversión», aconsejó.
Para ello, se refirió especialmente a ofrecer penitencias no buscadas como «la convivencia, la de tu propio cuerpo al hacerte mayor, la del trabajo o los atascos de tráfico»: «El Señor quiere que seamos corredentores: ofrece una convivencia difícil, el calor del verano o el frio en invierno, acéptalo y no te quejes: `Lo ofrezco por este hijo mío que está lejos de Dios´».
El padre Santiago Martín considera necesario comprender que «la sociedad no es la misma» que hace pocos años para poder evangelizar bien en familia.
4º «Sed las llagas de Cristo que ellos puedan tocar»
En este sentido, destacó de la importancia del testimonio que los padres pueden dar a unos hijos que, como Santo Tomás, estén faltos de fe y «necesiten tocar». Pero, ¿cómo convertirse en un Cristo resucitado que puedan tocar?: «Cuando pasas por la cruz, te miran y te observan, y a partir de ahí o te desprecian o te admiran», explica. Puede ser en un matrimonio o en una convivencia difícil, en la ancianidad, en la enfermedad o ante los problemas del trabajo, cuando pierdes un trabajo o te han abandonado, «ellos te ven y saben cómo se comporta un cristiano«.
Ellos mismos -los hijos sin fe «que te dicen que no saben para que sirve ir a misa»- «te estarán observando, saben perfectamente de donde sacas la fuerza y les atrae muchísimo, porque saben que también a ellos les va a pasar, que enfermarán, que quizá su matrimonio se rompa o que un hijo les decepcione. Tenemos que ser capaces de producir admiración, aunque sea secreta o no manifestada, y poder decir que -lo que haces- lo haces por Cristo«.
5º Saber defender la fe para defender a los hijos
El sacerdote hizo referencia a la «terrible» y «pavorosa falta de formación» entre los laicos -debida a la propia pasividad o «a que no les hayan enseñado»-, que de este modo quedan «como ovejas a libre disposición de los lobos».
Frente a la crisis presente, repasó a algunos de los primeros cristianos que «tenían que abrirse camino en una sociedad en la que se les atacaba», extendiéndose así los primeros escritos apologéticos «para dar a los creyentes argumentos con los que defender su fe«. Hoy, sin embargo, destacó que «eso ya no existe» y que hoy más que nunca «necesitamos formación» y «convertirnos en gente capaz de argumentar» para defender a las propias familias.
Esta formación «debe hacernos capaces de presentarles la fe de una manera comprensible, racional, lógica, atractiva», pero también de darnos la capacidad de defenderla ante los ataques que sufren los más débiles de nuestra familia, que son los jóvenes y adolescentes».
6º «Hay que organizarse, estar solo es un suicidio»
Junto con la falta de formación, explicó que en generaciones anteriores pero «no hace mucho», los católicos se encontraban organizados en sus familias y empleos, una visión de la que «no queda nada». Desde entonces, alertó, el católico es «muy anarquista en el sentido individualista» y ha olvidado que «es necesario y vital asociarse para recibir el sostén en la lucha de cada día».
«Hoy, estar solo es ser un suicida. Hay que preguntarse si, al menos en parte, el fracaso que se ha tenido en la transmisión de la fe -a los hijos- no se ha debido a no tener una institución que te respaldara, que te diera argumentos y que sostuviera en las cruces para poder ser testigo», explicó.
Para el sacerdote, «asociarse es la única posibilidad que tenemos para sobrevivir»: «Hay que hacerlo de tal manera que seamos capaces de estar preparados si llega una persecución y tenemos que ir a las catacumbas otra vez».
7º Recuperar la paz y la esperanza: «Dios ama a vuestros hijos»
Pese a lo crítico de la situación, el sacerdote hace un llamado a la esperanza y a «recuperar la paz en este mundo de la transmisión de la fe en familia»:»Los jóvenes y adolescentes tienen la huella dentro», y muchos de ellos «volverán a la fe«, aunque sea por el camino de la cruz y del sufrimiento.
Antes de concluir, se dirigió a los padres para asegurar que «el tiempo presente y futuro será numeroso en grandes conversos«, repleto de regresos a la fe que en ocasiones vendrá acompañada por la dificultad.
«Debemos estar tranquilos: Dios ama a vuestros hijos más que vosotros mismos, y no ha renunciado ni renunciará a salvarles. Tened fe y esperanza, aunque el resultado de este momento sea triste, decepcionante y os produzca culpa, tened paz. La vida es muy larga, y en quién sabe qué curva de la vida, Dios les estará esperando«, concluyó.
Este es un artículo de hemeroteca publicado en Religión en Libertad el 24 de mayo de 2022, con actualizaciones.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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