Reconquista, «genocidio» de los indígenas amerindios, Inquisición, expulsión de los judíos… a España se le atribuye una tenaz «leyenda negra«. ¿Cuál es su origen y qué queda de ella al contrastarla con la realidad histórica?
Es la pregunta a la que trata de responder un dossier especial de la revista La Nef (nº 365, enero de 2024), del que hemos ofrecido en ReL una perspectiva general. El dossier se abre con un planteamiento global por parte del hispanista Arnaud Imatz:
¿Por qué la leyenda negra española?
Los debates sobre la historia, la memoria y la identidad nacional nunca han dividido tanto a los historiadores del Viejo y del Nuevo Mundo. Pero si hay un país donde la virulencia de las polémicas es extrema, superando las cotas que se creían alcanzadas en Francia, ese es sin duda España. Numerosas autoridades políticas y religiosas han criticado o condenado la historia de la Península. Por no citar más que un ejemplo reciente, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, envió una carta al Rey Felipe VI exigiendo que España se arrepintiera de la conquista de América (una petición de perdón que nunca se habría atrevido a hacer al presidente de Estados Unidos, cuya nación ha conquistado el 60% de su territorio por la fuerza, además de arrebatar el oro de California y el petróleo de Texas).
La historia de España es realmente prodigiosa: es una de las cinco grandes naciones que han configurado la historia del mundo, y ha dejado en ella una huella indeleble. Lo más fascinante es que lo hizo en una época (siglos XVI-XVII) en la que no era, ni de lejos, la nación más rica ni la más poblada de Europa. Así que es fácil comprender el odio y el resentimiento que despertó.
España no es menos víctima de un evidente desamor histórico. Por supuesto, no es la única potencia que ha sido objeto de propaganda fóbica. No hay imperio, no hay gran potencia, que no haya sido objeto de una leyenda negra y de una leyenda dorada. Pero la singularidad de la propaganda antiespañola reside en su incomparable intensidad y tenacidad a lo largo de los siglos. Es más, durante más de dos siglos se ha combinado con el dogma anticatólico.
El impacto de esta propaganda dio lugar a un «odio a sí mismo» poco común y muy extendido entre muchas de las élites políticas e intelectuales de la Península. La leyenda negra española es un conjunto de mitos y relatos que muestran el papel de España en la historia como sistemáticamente siniestro y atroz, mezcla de crueldad, violencia e ignorancia. Es una lectura que desprecia todos los grandes episodios de su pasado, marcados todos ellos por las peores calamidades: la romanización, la cristianización, la monarquía visigoda, procesos parciales, superficiales e incompletos; la Reconquista, ejemplo de fanatismo religioso; la conquista de América, modelo de saqueo y genocidio; las guerras europeas de Reforma y Contrarreforma, manifestación de intolerancia, salvajismo y violencia…
La supuesta crueldad de los españoles en Flandes es uno de los mitos más asentados de la Leyenda Negra. Este vídeo explica cómo funcionó la propaganda y su nulo parecido con la realidad histórica.
Italia
Fue en Italia, en el siglo XV, debido a la presencia de los ejércitos del reino de Aragón y a los inicios de la expansión imperial en el Mediterráneo, donde aparecieron los primeros prejuicios antiespañoles. Un grupo de humanistas italianos acusó a los españoles de haber mezclado su sangre con los pueblos semitas, árabes y judíos. Otros, en cambio, los consideraban inferiores por su sangre goda. Ser godo era ser antirromano, medieval y bárbaro. Los libelos inspirados por estos humanistas italianos, luego por varios autores protestantes del norte de Europa, o incluso por judíos que habían huido de la obligación de convertirse al catolicismo, son innumerables. Pero, paradójicamente, gran parte de esta propaganda también se vio alimentada por la autocrítica española, que siempre había sido muy fuerte, sobre todo durante el Siglo de Oro.
Alemania
En el siglo XVI, las ideas de inferioridad moral y barbarie fueron abundantemente reutilizadas por la hispanofobia protestante, que describía a los españoles como impíos, crueles, cobardes y aliados secretos de los turcos. Del mismo modo, en el siglo XVII, para los católicos alemanes, los españoles eran aliados y defensores de la fe, mientras que para Lutero y los protestantes eran la encarnación de Lucifer, el mal absoluto. Feroz antisemita, Lutero equiparaba a los españoles con los judíos, pero también con los moros.
Inglaterra
En Inglaterra, la propaganda antiespañola comenzó en 1534, cuando Enrique VIII se proclamó cabeza de la nueva Iglesia anglicana. Para él y sus clérigos, el español era la encarnación del traidor, el hipócrita, el lascivo y el sanguinario. En pocos años, los católicos fueron barridos del país. La reina Isabel I (1558-1603) fue responsable, ella sola, de más muertes en unos pocos años que toda la historia de la Inquisición española.
Además, la intolerancia, la discriminación y la persecución de hecho de los católicos no son patrimonio exclusivo de los anglicanos. Fueron la norma, una simple «medida profiláctica», en todos los territorios protestantes (hasta 1860-1880 en Suecia, Dinamarca, Noruega y Alemania, e incluso hasta 1960 en Estados Unidos).
Francia
En el siglo XVIII, la imagen de España en el extranjero siguió oscureciéndose. Fue en Francia donde se desarrolló una nueva forma de hispanofobia. La encontramos en Pierre Bayle, Montesquieu y Voltaire, por citar solo algunos; todos ellos brillaban por su ignorancia de la cultura española. España era vista como una tierra de ignorantes, bárbaros, incultos e intolerantes. Una vez más, en el siglo XIX, los afrancesados españoles (partidarios de las ideas francesas, o «colaboradores» con el Estado francés) importaron la idea de que el fanatismo cristiano había sofocado toda actividad económica creativa y destruido toda tradición de tolerancia religiosa.
Con el romanticismo laico, paradójicamente maurófilo y arabófilo a la vez, la leyenda negra contra la corona, la nación y el imperio españoles se fundió definitivamente con el anticatolicismo.
Estados Unidos
A finales del siglo XIX, durante la Guerra de Cuba (1898), fue en Estados Unidos donde se extendió la leyenda negra. Se atribuyeron a los españoles todo tipo de crímenes y atrocidades. Fue un modo útil que permitió que se olvidara el inicuo trato dispensado a los nativos americanos [o Primeras Naciones].
Cuatro pilares
Al final de la Guerra de la Independencia (abril de 1814), España salió exangüe de la doble invasión de los ejércitos de la Convención y del Imperio napoleónico, y fue precisamente entonces cuando los pilares de la leyenda negra tomaron su forma definitiva. Desde entonces, han sido cuatro, que se hacen y deshacen constantemente:
-el mito de un Al-Andalus pacífico y multicultural destruido durante la Reconquista por los «bárbaros cristianos del norte»;
-la expulsión de los judíos y moriscos ;
-las víctimas de la Inquisición (30.000 según el sacerdote apóstata José Antonio Llorente, pero 1.346 realmente ejecutadas entre 1540 y 1700 según los especialistas Gustav Henningsen y Jaime Contreras);
-y, por último, la explotación de América y, lo que es peor, el exterminio o llamado «genocidio» de millones de amerindios.
Tras cinco siglos de propaganda antihispánica y dos siglos de dogmatismo anticatólico, aún queda mucho por desmitificar.
Traducido por Verbum Caro.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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