05/05/2024

25 agosto – Viernes XX semana T.O.

El resumen de los Diez Mandamientos en los dos que hoy expone Cristo los aprendimos en catequesis de forma machacona, acudiendo a la memoria como camino más útil para que un niño meta en su cabeza cosas que hasta que no madure no llegarán a su corazón. ¡Ojalá cuidemos este recurso a la memoria en catequesis! Al menos en mi caso, ha sido muy útil, desde luego, y a agradezco la tenaz perseverancia de mis catequistas y profesores en repasar una y otra vez cosas que ahora tengo en la memoria gracias a su empeño. En la vida pasa lo mismo: hay lecturas, sucesos, inquietudes, que tienes desde hace tiempo y están ahí… hasta que, de repente, un día, adquieren un sentido que no habías visto. Este es el modo habitual de trabajar Dios en nuestras almas: madura las experiencias con el añejo paso del tiempo, hasta que el vino madura y queda listo para una cata de paladares exquisitos. Cada cosa a su tiempo.

La experiencia fundamental del amor manifiesta la esencia de la vida: amar y ser amados. Y ese amor tiene como un triple objeto: amor a Dios, a los demás y a uno mismo. Esto revela hoy Cristo: siempre un amor personal, de persona a persona. Sólo cuando Adán encuentra a Eva descansa su corazón en la experiencia del primer amor conyugal. Sólo en la fecundidad de los hijos encuentra su desarrollo. Sólo en la relación con Dios encuentra su origen y su fin. Dios no sólo es amor, sino que nos ha creado a imagen suya para que amemos y seamos amados. Esa relación personal es el corazón del Evangelio: el trato cotidiano personal con el Señor, presente, vivo, con quien entablar un constante diálogo de padre a hijo, de hermano a hermano. No otra cosa es la oración sino una relación personal. Últimamente hablo mucho de esta intimidad, porque no son pocos los cristianos que rezan… sin rezar.