De tanto en tanto es bueno volver a los fundamentos de nuestra actitud y replantearse el porqué de nuestra elección por la Tradición de la Iglesia.
En el orden espiritual, San Bernardo, para rechazar las tentaciones contra la vocación, se planteaba a sí mismo la siguiente pregunta: “Bernarde, ¿ad quid venisti monasterium?” [Bernardo, ¿qué es lo que has venido a hacer al convento?].
¿Por qué estamos a menudo en garajes o en lugares arreglados como capillas? ¿Por qué no vamos a la parroquia más cercana, por qué a menudo nos vemos obligados a hacer kilómetros y viajar para asistir a la Santa Misa, mientras que quizá tenemos una iglesia junto a nuestra casa?.
Estamos a favor de la Misa Tradicional, pero eso no es suficiente, debemos oponernos también a la “Nueva Misa”; esta “Nueva Misa” que, según el “Breve Examen crítico del Novus Ordo Missæ”, redactado por el Padre Guérard des Lauriers O.P. y firmado por los Cardenales Ottaviani y Bacci, “representa un alejamiento impresionante de la Doctrina sobre el Santo Sacrificio de la Misa tal como ha sido definida por el Concilio de Trento”.
Recordemos que esta “Nueva Misa” fue elaborada con la colaboración de seis pastores protestantes convocados por Pablo VI…estamos y estaremos pues en contra de la “Nueva Misa”, que no es sino una caricatura de la verdadera Misa Católica.
Del mismo modo que estamos en contra del Concilio Vaticano II, particularmente en lo que se refiere a sus doctrinas sobre la libertad religiosa, la colegialidad, el ecumenismo, y el cambio de la doctrina de la Iglesia acerca del judaísmo. Y es exactamente eso que se quiere beatificar ahora; pretender beatificar a Juan Pablo I, es pretender beatificar al Concilio Vaticano II, es querer beatificar el espíritu del mundo. No es posible aprobar una cosa semejante.
En la Iglesia Católica, después del gran Concilio de Trento, hasta el día de hoy, sólo han tenido lugar dos canonizaciones de Papas y una beatificación: el Papa San Pío V fue canonizado el 22 de Mayo de 1712 (140 años después de su muerte); San Pío X fue canonizado el 29 de Mayo de 1954 (40 años después de su muerte) por el Papa Pío XII. El Papa Inocencio XI fue beatificado el 7 de Octubre de 1956 (267 años después de su muerte).
No obstante, la neoreligión que nació tras el Concilio Vaticano II, se apresura, en tiempo y formas, para «fabricar Santos» acordes al espíritu del Concilio. Así, después de los famosos heresiarcas modernistas como Roncalli, Montini y Wojtyła, finalmente ha llegado el momento del poco conocido, a menudo pasado por alto u olvidado Albino Luciani. Su contribución a la destrucción de la Religión Católica durante y después del Concilio Vaticano II -en comparación con sus dos predecesores (de quienes tomó por primera vez su doble nombre «papal» para enfatizar su unidad con ellos y la continuación de su «trabajo») – fue relativamente pequeña. Para los modernistas, como puede verse, fue suficiente, sin embargo, para elevarlo a los «altares» (o más bien mesas) de la nueva religión.
Luciani, hijo de un militante socialista, fue adicto a teólogos modernistas como Henri de Lubac y Hans Urs von Balthasar, además de intercambiar correspondencia amistosa con el hereje Hans Kung. A ejemplo de su antecesor, Pablo VI, el primero de los usurpadores modernistas en la Santa Sede, no aceptó el símbolo de la autoridad papal, es decir, la tiara, rechazó la coronación papal tradicional y simplificó el boato que formaba parte de la veneración por el Romano Pontífice.
Juan Pablo I:
el modernista que no podía parar de reír
Un buen Católico NO puede reconocer en conciencia, la validez de ninguno de los actos de estos presuntos «Pontífices» de la neo iglesia del Vaticano II, por cuanto los últimos ocupantes del Trono de San Pedro se han adherido a la herejías y errores del Concilio convocado por el masón Juan XXIII. La próxima beatificación de Juan Pablo I no dejará de suponer una burla -otra más- que lejos de arrojar luz entre los fieles solo conseguirá sumirlos más aún si cabe, en la Apostasía generalizada que padecemos.
En una herética declaración cuando aún era Patriarca de Venecia, el futuro «beato» Albino Luciani dejó patente que era ferviente seguidor de la libertad religiosa, condenada por la Iglesia Católica desde siempre pero ahora proclamada cuasi como un dogma por la actual Roma apóstata: «La verdad, especialmente la religiosa, no puede buscarse encerrándose en una habitación y leyendo algunos libros. Lo buscas seriamente hablando con otros, consultando… No tengas miedo de abofetear la verdad cuando le des a una persona el derecho de usar su libertad… La elección de la religión debe ser libre; cuanto más libre y convencida, más se siente honrado quien la abraza. Estos son los derechos, los derechos naturales. Ahora bien, no hay ningún derecho que no corresponda también a un deber. Los no católicos tienen derecho a profesar su religión, y yo tengo el deber de respetar su derecho…» Albino Luciani (Juan Pablo I)
LOS VERDADEROS PAPAS
en busca de la salud de las almas
condenaron la herejía y persiguieron el error
«…cumplieron en todo tiempo los Romanos Pontífices, Nuestros Predecesores, la misión a ellos confiada por el mismo Cristo Nuestro Señor, en la persona de San Pedro, Príncipe de los Apóstoles, con el encargo de apacentar las ovejas y corderos, ya nutriendo a toda la grey del Señor con las enseñanzas de la Fe, ya imbuyéndola con sanas doctrinas y apartándola de los pastos envenenados…
…defensores y vindicadores de la Sacrosanta Religión Católica, de la Verdad y de la Justicia, llenos de solicitud por el bien de las almas en modo extraordinario, nada cuidaron tanto como descubrir y condenar todas las herejías y errores que, contrarios a nuestra Fe divina, a la Doctrina de la Iglesia Católica, a la honestidad de las costumbres y a la eterna salvación de los hombres, levantaron con frecuencia graves tormentas, y trajeron lamentables ruinas así sobre la Iglesia como sobre la misma sociedad civil…»
Papa Pío IX, Encíclica Quanta Cura, 8 de Diciembre de 1864
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