«¿No ves, María? Fíjate bien en el cuerpo de tu Hijo; ellos se han vengado de los latigazos con que Él les estropeó el negocio.
¿No sabías, María, que en cuanto se nos toca el asunto del dinero y del negocio (o de las vacaciones en días santos), ya no queremos saber nada? Os quedáis solos Cristo y tú. Al pie de la cruz.
Te quedaste sola tú con Cristo, porque te han dejado también los buenos.
Un Cristo muerto era demasiado para nosotros, y te lo hemos dejado a ti sola. La única que tienes fuerzas para sostener a un Dios muerto en tus brazos.
Y no nos juzgues demasiado mal por haberte dejado sola con tu Cristo muerto.
Ya verás cómo al tercer día, cuando nos enteremos de que ha resucitado, volveremos a creer en Él los pobrecitos cristianos de siempre. Cuando la cosa esté menos fea, ya verás como vamos volviendo todos.
Y tú, María, volverás a sonreírnos y harás como si no te hubieras dado cuenta de que te hemos dejado sola esa tarde del Viernes Santo».
Pedro María Iraolagoitia, S. I.
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