Abusando de las ambigüedades y fallos del Lenguaje, el proabortismo tergiversa la interpretación de las palabras, a fin de imponer criterios distintos a los queridos y expresados. Así, p. ej., abusa de defectos en las palabras “nacer” y “nacimiento”, para interpretar el artículo 1 de la Decl. Universal de los Derechos Humanos de modo que el concebido no sea considerado ser humano todavía. Facilita así privarle impunemente de la vida. Asimismo, con idénticos fines promuerte, corrompe el propio uso del lenguaje mediante la técnica de los talismanes lingüísticos, la cual disfraza de benévola la naturaleza perversa del aborto.
También acuña expresiones engañosas que impiden captar la gravedad de hecho tan criminal. Son los fraudes lingüísticos, tan al uso, p. ej. el “preembrión” (embrión temprano), la “salud reproductiva” (aborto y anticoncepción), los “medicamentos” (drogas abortivas), las “clínicas” (centros de exterminio prenatal), el “progreso” (barbarie), etc. Para que tales fraudes sean aceptados, se reiteran hasta la saciedad a fin de extenuar toda resistencia mental a aceptarlos (→técnica del rodillo goebbeliano). Y por medio de todas estas manipulaciones lingüísticas prevalecen las subliminales patrañas cuyo continuo lavado de cerebro ha impuesto aceptar el aborto. Y en todo caso, el lenguaje proabortista dificulta la representación mental de la imagen del niño gestado. Prefiere, para ello, palabras imprecisas que jamás le describan: fruto, contenido del útero, embarazo, tamaño del embarazo, tamaño del vientre, etc. Sigue con ello, desde el plano lingüístico, la estrategia de la ocultación de imágenes. Pero, con todo, fácilmente cabe derrotar tales manipulaciones mediante la provida estrategia de la exactitud lingüística.
PUBLICADO ANTES EN CATOLICIDAD
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